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domingo, 13 de noviembre de 2011

EL CIGARRALEJO


NECROPOLIS  DE EL  CIGARRALEJO

(MULA, MURCIA)


La necrópolis ibérica de El Cigarralejo, fechada desde fines del siglo V hasta el siglo 1 a.c., refleja la estructura sociopolítica de la población enterrada y las diferencias de rango. A partir de esta premisa, se plantea la hipótesis de que necrópolis y santuario (cuya cronología se analiza) han utilizado el mismo lenguaje simbólico para expresar idéntica ideología respecto a la ordenación territorial del paisaje, reforzamiento de las instituciones y cohesión social. Las llamadas tumbas principescas ponen de manifiesto los vínculos indisolubles entre la religión y el gobierno, hasta el punto de afirmar que el paradigma del poder toma como modelo a las divinidades titulares del santuario, la Gran Diosa Ibérica y el déspothes hippon.

La organización social nos viene manifestada claramente en la necrópolis.
Siguiendo las propuestas al uso, se pueden distinguir grosso modo las siguientes etapas:
Fase antigua. Comienzos de la necrópolis (fines siglo V a. c.-inicios del IV): Inauguración de un poder dinástico o heroico que tiene su expresión individual y espacial en la construcción de dos monumentos turriformes y otros monumentos esculpidos
 Se excavan una buena cantidad de  en las que se han hallado diversos objetos de interés para analizar y ver como era la sociedad de este poblamiento íbero.

Fase de plenitud, solapada y sin hiato respecto a la fase anterior, a partir del 2º cuarto del siglo IV hasta el siglo III a C: Es la época de mayor esplendor aristocrático (jinetes y guerreros) con rangos de una organización clientelar, diferenciados en el aparato externo de los túmulos y tumbas satélites (o parentelares), con gran riqueza de ajuar (rito destructivo según Cuadrado) y dominio de cerámica ática de BN
    Destacan las denominadas "tumbas principescas", entre 375-325 a.c.)superpuestas a otras más antiguas.
Fase Final y agotamiento (siglos III- I a. c.):

Coincide con el avance bárcida, conflictos y consecuencias de la segunda guerra púnica. Se caracteriza por el empobrecimiento del aparato externo y de los ajuares (pese a responder al rito conservador), incluyendo materiales itálicos. Disminuye el número de enterrados, hecho que puede estar distorsionado por lo somero de las sepulturas y el aprovechamiento agrícola.

Esta escueta síntesis sirve de punto de partida para abordar aspectos religiosos inherentes al mantenimiento y reproducción del sistema político y social de El Cigarralejo y cuestionar hasta qué punto se pueden extraer inferencias significativas que lleven a diagnosticar que Necrópolis y Santuario utilizan el mismo lenguaje simbólico para expresar una ideología compartida; es decir, si la filosofía del orden divino y la adoptada por el gobierno de los hombres se rigen por los mismos cánones.

Si las tumbas son un instrumento más de legitimación o refuerzo del poder (Brun, 2001, p. 32), la necrópolis en general y las "tumbas principescas" en particular han de contener elementos que delaten esa ideología y suficientes indicios como para valorar la simbología religiosa subyacente en el comportamiento ante la muerte y en su referencia al estatus y orden en la vida. Una mirada al plano general
de la necrópolis (incluidas las tumbas inéditas) según tratamiento por SIG (Baena y Quesada, 1998) revela que la ubicación de la necrópolis y de las tumbas 200 y 277, las más ricas del conjunto (Quesada, 1998a), comparten con el santuario una serie de constantes no aleatorias. A saber: expresión monumental e institucional, resultado de una planificación previa del paisaje con los mismos esquemas mentales, tomando como referentes el agua y la altura. Necrópolis y santuario están limitados por los cortados del terreno y el cauce fluvial y son superficies previamente definidas en tamaño y límites.
El santuario (unos 350 m*), más al Suroeste constreñido por la geomorfología de un crestón rocoso y a mayor altura, amplía la visibilidad, dominando la circulación de caminos que enlazarían con las vías Heraldea y Augusta, incluyendo la ruta que lleva hasta Archena En relación con el poblado, este recinto sacro asume el carácter foca1 en la organización del paisaje imaginario y del territorio circundante. Su silueta destacaría en la lejanía, física y simbólicamente a modo de castillete, con sensación, como advirtió Cuadrado, de una acrópolis culminada por una especie de torre o atalaya.
  La necrópolis, morada de los ancestros y residencia de los muertos, impresionaría, en los comienzos, por la variedad y color de los monumentos esculpidos y, a lo largo del tiempo, por la masa de los túmulos más monumentales, anunciando, a más corta distancia, el abolengo y poderío de los vivos y la fortaleza de sus instituciones.
De este modo, la irrupción humana en la naturaleza y la socialización del paraje realzan la trascendencia de la altura y el agua, unen presente y pasado y se proyectan en la confluencia visual desde el llano o hacia el alto.

Las tumbas principescas se sitúan al Norte, en la parte más prominente y destacada del espacio (vértice del triángulo en el borde del cantil) marginales al conglomerado funerario. Localización y relación con el resto del cementerio guardan equivalencia con la situación del santuario respecto al poblado. Su monumentalidad fue respetada durante el tiempo en que estuvo vigente el cementerio puesto que sobre ellas no se construyeron enterramientos posteriores, lo que se traduce en la existencia de una memoria social y en la aceptación por las generaciones posteriores de su presencia emblemática y referencial, y otro tanto se podría decir de otras tumbas inéditas, por ejemplo, T. 4691470, contigua y con un gran túmulo y T. 452 también en el margen, realzando el perímetro funerario .
Las tumbas principescas están destinadas (o contienen) parejas de distinto sexo. Esta koinonía prevalece en las sepulturas de mayor categoría como paradigma de la institución parentelar y de la reproducción del sistema.
En el depósito votivo, departamentos del recinto sacro y advocaciones del santuario, las referencias más o menos explicitas a uno y otro sexo parecen obvias, materializadas en los exvotos de damas y guerreros.
La unión con los ancestros y la legitimación de los dinastas o cabezas más recientes de las gentilidades tienen su eco en la estratigrafía funeraria.
équido) .
Teniendo en cuenta la posición dominante de las tumbas 200 y 277 y el trato de favor que recibieron, es obvio que los individuos más antiguos representan la memoria fundacional de los ancestros heroicos y el comienzo de la dinastía o el linaje. Al respecto es interesante señalar que en la masa del empedrado y alrededores de la T. 200 se reutilizaron fragmentos arquitectónicos y escultóricos (león, équido y personaje humano) y es tentador pensar que, en origen, estas señalizaciones más monumentales se erigieron en honor de aquellos personajes cuyas cenizas y ajuares fueron sellados y perpetuados en los monumentos más recientes.


El azar puede haber jugado en esta selección, pero existe gran coincidencia con la importancia de estas mismas armas en la necrópolis (Quesada, 1998a, p. 189) y con las figurillas de guerreros depositadas como exvotos; por tanto, se puede admitir, que el rango atribuido al grupo fundacional por el valor ideológico y político de las armas, se ha trasferido al ámbito sagrado y colectivo (Almagro Gorbea y Moneo, 2000, p. 1 15- 1 16) en coherencia con las advocaciones divinas, como se verá más adelante.
 Cuadrado defiende la existencia de un primitivo santuario, con un doble argumento: 1) el paquete de exvotos (esquina de H. 11, debajo de una capa de arcilla, buzando hacia H. 1 O), estaba en relación con un muro soterrado; 2) estafdvissa o botbros se superponía a un nivel "algáriconde cenizas y tierras negras y a otros restos " adobes") interpretados como una cabaña a la que asocia un largo tronco de madera carbonizada, de 15 cm de diámetro y fragmentos cerámicos (no descritos ni dibujados), dos afiladeras de pizarra y un molino completo. Tras la ocultación "piadosa" de los exvotos, se abandonó el sitio, volviéndose a reconstruir tiempo después, aterrazando derribos y reutilizando materiales, aunque advierte que no encontró más muros infrapuestos.
Por otra parte, el cotejo entre las modalidades de aparejos entre tumbas y recinto sacro da como resultado la similitud de los mismos y entre estas similitudes entra la ocultación del depósito votivo, perimetrado o no con piedras y bajo muros más antiguos, con la "habilidad" de la gente de El Cigarralejo para construir variedad de nichos y fosas y sobre todo para disimular y socavar bajo empedrados y superficies más antiguas,  profundos huecos simulando las bocas con capas de arcilla y amontonamientos de piedra . Ello quiere decir que lejos de seguir a Cuadrado en la idea de un nuevo santuario u otro edificio, tras la ocultación, (Pablo Manuel Ortega) el depósito de exvotos responde al momento del ocaso, en sincronía al agotamiento de la necrópolis.

cronología sobre el recinto sacro :

IV. 1. Materiales de la favissa
Las cerámicas áticas datan el comienzo de exvotos dentro del siglo IV, fecha acorde para una fíbula de timbal (aparentemente idéntica a la registrada en T. 212 y 213, en la base estratigráfica de T. 127) y no contradictoria con la que se puede atribuir a otra fíbula anular de navecilla o a la cuenta vítrea gallonada, bien representadas en las tumbas 200 o 277. Aritos de cobre y plata y anillos de chatón soportan esta cronología, pero pueden ser más recientes en consonancia con la mayor parte de fragmentos cerámicos, campaniense e ibérica lisa, geométrica y floral de tipo Elche (Cuadrado alude también a un motivo zoomorfo). Las fusayolas y otros materiales menudos o el cuenco de piedra son inflechables por sí mismos.
 Las esculturillas de caballos de factura más soberbia pueden ser coetáneas o una continuidad de las esculturas funerarias, pero las humanas, damas y guerreros, son un pálido reflejo de la escultura de la necrópolis, y buena parte de esta imaginería pudo seguir vigente hasta el siglo II a. c.
En síntesis, el depósito de exvotos es coetáneo al funcionamiento
de la necrópolis, al menos entre los siglos IV-II, lo que se traduce en la existencia de un lugar de culto desde un momento relativamente antiguo.
Pablo Manuel Ortega dice que las cuestiones no se plantean sobre el depósito en sí, sino sobre las estructuras arquitectónicas:

Entre los materiales de las habitaciones se recogieron contados objetos idénticos a los de la Favissa se registran ánforas (aparentemente preaugusteas) y cerámica campaniense, ibérica geométrica y floral y un buen número de fusayolas, materiales muy próximos a los del depósito votivo, además de las menciones a cerámica "argárica" y a los exvotos dentro de las habitaciones y en las laderas, con ausencia de cerámica de paredes finas, monedas o terra sigillata,.

Es probable, por formas y descripciones que esté representada la cerámica ática en H. 7 y que alguna forma indígena alcance el siglo IV, fecha plausible para una pieza excepcional, el fragmento de un torques de bronce macizo y de cierre hueco para enchufar el extremo apuntado, idéntico, siguiendo la descripción de Cuadrado, al localizado en T. 200, también de bronce y, a juzgar por su escasez, signo claro de estatus masculino.

Una revisión reciente me lleva a descartar la función de torques y a proponer que se trata, en uno y otro caso, de un narigón, argolla que traspasaría el belfo del caballo y permitiría su arrastre. Ello refuerza la conjetura de que los exvotos de guerrero con este adorno representan los personajes masculinos de mayor rango y, como complemento, habría que ver en los femeninos, siempre con adornos, sus respectivas consortes (también se localizó un plaquita de bronce forrada de oro, comparable a adornos femeninos de las tumbas).
Muro soterrado, buzamiento de la fosa de exvotos y un suelo de hormigón de cal localizado en H. 1-2 hicieron pensar a Cuadrado que había excavado una construcción (arrasada por un incendio) marcadamente diacrónica a la Favissa. Este tipo de pavimento de calizas incrustadas, o "crustae lapídeos monocromos insertados sin orden sobre mortero blanco", de acuerdo a la propuesta de Pérez Olmedo (1 996, p. 148) y a otros ejemplos en yacimientos contestanos, puede situarse desde mediados del siglo II al I a. c., en coincidencia con el agotamiento de la necrópolis de El Cigarralejo y grosso modo con la deposición votiva.
El Santuario del Cigarralejo, según el plano de Cuadrado es una construcción unitaria y orgánica (asertos bien argumentados por la contraposición simétrica de entradas y alineación de muros respecto a un teórico eje que no coincide con la axialidad del pasillo).
En una tumba es excepcional porque en el ajuar se depositaron instrumentos agrícolas, entre ellos una hoz. Ambas se fechan entrado el siglo IV. protegió parte del poblado y abrazó el santuario.

La estructura arquitectónica que conocemos se articula en dos cuerpos independientes y yuxtapuestos aglutinados por un pasillo trasversal (H. 10) pavimentado con gruesas losas de piedra :
a) El cuerpo más cercano al poblado es de planta tripartita con corredor central y dos crujías compartimentadas.

b) El cuerpo más alto es exclusivamente de uso sagrado y monocelular". Como se ha dicho, no se comunica directamente con a) y se abre sólo al Oeste, a la ladera donde se localizó una cisterna y otros restos, no especificados.
Es importante destacar que la escritura estátestimoniada en el plomo de El Cigarralejo (siglo IV) y que comercio e intercambios se documentan por la constancia de ponderales y platillos y por el volumen de materiales importados.
Tal y como defendió Cuadrado las creencias de El Cigarralejo remiten a una gran diosa femenina equivalente a Astarté, Tanit,  Artemis (incluso Demeter) .
Las noticias del siglo XVIII hacen referencia a hornos y hallazgos relacionados con la actividades metalúrgicas. Por la descripción hay que ubicarlos dentro del poblado, y las referencias a lingotes de plomo con cuño romano parecen obvias. El dato, unido a la constante presencia de "tortas" o lingotes de plomo y algún otro mineral en el recinto sacro, hace suponer que, en los últimos años de su existencia, El Cigarralejo fue uno de esos negotiatores que se beneficiaron de la galena argentífera en convivencia con la intensa explotación minera desarrollada por los romanos en Cartagena y sus alrededores.
   En cualquier caso una diosa Celeste y de la Fertilidad.
La escultura sedente, con avecilla a los pies, parecida a la Dama de Baza, coronóla T. 452 (enterramiento de una pareja de distinto sexo: Cuadrado, 1993). Esta estatua, las palomas (Castelo, 1990) o la coroplastia (Blech, 1998) recrean los mismos símbolos. El prisma triangular de barro con hiedra y doble planta del pie izquierdo descalzo, localizado detrás del peñasco de H. 1 a 3 (fig. 5) también remite (como la geometría espacial de la necrópolis) a la metáfora existencial de esta Gran Diosa femenina en versión de Tanit, dadora de fortuna, protectora de fieles y guerreros (el pie desnudo se repite en otra pesa de telar hallada en H. 5) y de sus bienes más preciados, asnos, yeguas, caballos y potrillos. El domador de caballo está identificado por un fragmento equino de silueta recortada perteneciente a la reiterada iconografía del déspothes htlppon .
Esta imagen, posible reinterpretación del prototipo de Hércules y de
un dios más humano como podría ser Hermes, da sentido al modelo y paradigma de élites y gobernantes cuyas imágenes se confunden con los dioses masculinos porque es la metáfora del gobernante y la imagen del poder, el ideal de la juventud, de la aristocracia guerrera, la abstracción del valor en la competición, y de la maestría en regir a los hombres, tal como trasluce el escaso número de guerreros enterrados con arreos de caballos .
En la necrópolis hay, sin embargo, una rara imagen que, muy veladamente y sólo por analogías simbólicas, se puede relacionar con esos dioses. Se refiere a la serpiente, identificada en unos pocos fragmentos esculpidos en dos sierpes afrontadas esculpidas en el pecho de un mutilado guerrero y en una serie de fragmentos de hierro,
Para este último caso, Cuadrado supuso que formarían parte de una coraza (seguro en la escultura humana).
 Según Quesada los individuos armados representan 35,8 % del total de enterrados y sólo 5,1% están asociados a arreos de caballos, lo que supone que la cúspide social (jefes propiamente dichos) apenas alcanza 3%.
    La propuesta de identificar al déspothes hlppon con la imagen del poder es defendible por la localización de hallazgos en lugares tan significativos como Cancho
Roano, Villaricos, Sagunto, Balones en Pitxocol (Grau Mira, 2002), etcétera. Caravaca y Lorca entrarían, con El Cigarralejo, en la hipótesis de la frontera.
En el contexto funerario, la serpiente tiene un claro carácter hierofante unido a la valencia ctónicalagraria y a la biunidad Muertel Vida. Es, por tanto, expresión metafórica de la Inmortalidad que, trasferida al plano de la competición y la guerra, enlaza con el prototipo de Hércules y, una vez más, enfatiza en su portador el
carácter emblemático del héroe invicto.