NECROPOLIS DE EL CIGARRALEJO
(MULA, MURCIA)
La necrópolis ibérica de El Cigarralejo, fechada desde fines
del siglo V hasta el siglo 1 a.c., refleja la estructura
sociopolítica de la población enterrada y las diferencias de rango. A partir de
esta premisa, se plantea la hipótesis de que necrópolis y santuario
(cuya cronología se analiza) han utilizado el mismo lenguaje simbólico para
expresar idéntica ideología respecto a la ordenación territorial del paisaje,
reforzamiento de las instituciones y cohesión social. Las
llamadas tumbas principescas ponen de manifiesto los vínculos indisolubles
entre la religión y el gobierno, hasta el punto de afirmar que el
paradigma del poder toma como modelo a las divinidades titulares del santuario,
la Gran Diosa Ibérica y el déspothes hippon.
La organización social nos viene manifestada claramente en
la necrópolis.
Siguiendo las propuestas al uso, se pueden distinguir grosso
modo las siguientes etapas:
Fase antigua. Comienzos de la necrópolis (fines siglo V a.
c.-inicios del IV): Inauguración de un poder dinástico o heroico que tiene su
expresión individual y espacial en la construcción de dos monumentos
turriformes y otros monumentos esculpidos
Se excavan una buena
cantidad de en las que se han hallado
diversos objetos de interés para analizar y ver como era la sociedad de este
poblamiento íbero.
Fase de plenitud, solapada y sin hiato respecto a la fase
anterior, a partir del 2º cuarto del siglo IV hasta el siglo III a C: Es la
época de mayor esplendor aristocrático (jinetes y guerreros) con rangos de una
organización clientelar, diferenciados en el aparato externo de los túmulos y
tumbas satélites (o parentelares), con gran riqueza de ajuar (rito destructivo
según Cuadrado) y dominio de cerámica ática de BN
Destacan las
denominadas "tumbas principescas", entre 375-325 a.c.)superpuestas a
otras más antiguas.
Fase Final y agotamiento (siglos III- I a. c.):
Coincide con el avance bárcida,
conflictos y consecuencias de la segunda guerra púnica. Se caracteriza por el
empobrecimiento del aparato externo y de los ajuares (pese a responder al rito
conservador), incluyendo materiales itálicos. Disminuye el número de
enterrados, hecho que puede estar distorsionado por lo somero de las sepulturas
y el aprovechamiento agrícola.

Si las tumbas son un
instrumento más de legitimación o refuerzo del poder (Brun, 2001, p. 32), la
necrópolis en general y las "tumbas principescas" en particular han
de contener elementos que delaten esa ideología y suficientes indicios como
para valorar la simbología religiosa subyacente en el comportamiento ante la
muerte y en su referencia al estatus y orden en
la vida. Una mirada al plano general

El santuario (unos 350 m*), más al Suroeste constreñido por
la geomorfología de un crestón rocoso y a mayor altura, amplía la visibilidad,
dominando la circulación de caminos que enlazarían con las vías Heraldea y
Augusta, incluyendo la ruta que lleva hasta Archena En relación con el poblado,
este recinto sacro asume el carácter foca1 en la organización del paisaje
imaginario y del territorio circundante. Su silueta destacaría en la lejanía,
física y simbólicamente a modo de castillete, con sensación, como advirtió
Cuadrado, de una acrópolis culminada por una especie de torre o atalaya.
La necrópolis,
morada de los ancestros y residencia de los muertos, impresionaría, en los
comienzos, por la variedad y color de los monumentos esculpidos y, a lo largo
del tiempo, por la masa de los túmulos más monumentales, anunciando, a más
corta distancia, el abolengo y poderío de los vivos y la fortaleza de sus
instituciones.
De este modo, la irrupción humana en la naturaleza y la
socialización del paraje realzan la trascendencia de la altura y el agua,
unen presente y pasado y se proyectan en la confluencia visual desde
el llano o hacia el alto.
Las tumbas principescas se
sitúan al Norte, en la parte más prominente y destacada del espacio (vértice
del triángulo en el borde del cantil) marginales al conglomerado funerario.
Localización y relación con el resto del cementerio guardan equivalencia con la
situación del santuario respecto al poblado. Su monumentalidad fue respetada
durante el tiempo en que estuvo vigente el cementerio puesto que sobre ellas no
se construyeron enterramientos posteriores, lo que se traduce en la existencia
de una memoria social y en la aceptación por las generaciones posteriores de su
presencia emblemática y referencial, y otro tanto
se podría decir de otras tumbas inéditas, por ejemplo, T. 4691470,
contigua y con un gran túmulo y T. 452 también en el margen, realzando el
perímetro funerario .
Las tumbas principescas
están destinadas (o contienen) parejas de distinto sexo. Esta koinonía prevalece
en las sepulturas de mayor categoría como paradigma de la institución
parentelar y de la reproducción del sistema.
En el depósito votivo, departamentos del recinto sacro y advocaciones
del santuario, las referencias más o menos explicitas a uno y otro sexo parecen
obvias, materializadas en los exvotos de damas y guerreros.
La unión con los ancestros y la legitimación de los
dinastas o cabezas más recientes de las gentilidades tienen su eco en la
estratigrafía funeraria.
Teniendo en cuenta la posición dominante de las tumbas 200 y
277 y el trato de favor que recibieron, es obvio que los individuos más
antiguos representan la memoria fundacional de los ancestros heroicos y el comienzo
de la dinastía o el linaje. Al respecto es interesante señalar que en la masa del
empedrado y alrededores de la T. 200 se reutilizaron fragmentos arquitectónicos y
escultóricos (león, équido y personaje humano) y es tentador pensar que, en
origen, estas señalizaciones más monumentales se erigieron en honor de aquellos
personajes cuyas cenizas y ajuares fueron sellados y perpetuados en los
monumentos más recientes.

El azar puede haber jugado en esta selección, pero existe
gran coincidencia con la importancia de estas mismas armas en la necrópolis
(Quesada, 1998a, p. 189) y con las figurillas de guerreros depositadas como
exvotos; por tanto, se puede admitir, que el rango atribuido al grupo
fundacional por el valor ideológico y político de las armas, se ha trasferido al ámbito
sagrado y colectivo (Almagro Gorbea y Moneo, 2000, p. 1 15- 1 16) en coherencia
con las advocaciones divinas, como se verá más adelante.

cronología sobre el recinto sacro :
IV. 1. Materiales de la favissa
Las cerámicas áticas datan el comienzo de exvotos dentro del
siglo IV, fecha acorde para una fíbula de timbal (aparentemente idéntica a la
registrada en T. 212 y 213, en la base estratigráfica de T. 127) y no
contradictoria con la que se puede atribuir a otra fíbula anular de navecilla o a la cuenta
vítrea gallonada, bien representadas en las tumbas 200 o 277. Aritos de cobre y
plata y anillos de chatón soportan esta cronología, pero
pueden ser más recientes en consonancia con la mayor parte de fragmentos
cerámicos, campaniense e ibérica lisa, geométrica y floral de
tipo Elche (Cuadrado alude también a un motivo zoomorfo). Las fusayolas y otros
materiales menudos o el cuenco de piedra son inflechables por sí mismos.
Las esculturillas de
caballos de factura más soberbia pueden ser coetáneas o una continuidad de las
esculturas funerarias, pero las humanas, damas y guerreros, son un pálido
reflejo de la escultura de la necrópolis, y buena parte de esta imaginería pudo
seguir vigente hasta el siglo II a. c.
En síntesis, el depósito de exvotos es coetáneo al
funcionamiento
de la necrópolis, al menos entre los siglos IV-II, lo que se
traduce en la existencia de un lugar de culto desde un momento relativamente
antiguo.
Pablo Manuel Ortega dice que las cuestiones no se
plantean sobre el depósito en sí, sino sobre las estructuras arquitectónicas:
Entre los materiales de las habitaciones se recogieron
contados objetos idénticos a los de la Favissa se registran ánforas
(aparentemente preaugusteas) y cerámica campaniense, ibérica geométrica y
floral y un buen número de fusayolas, materiales muy próximos a los del
depósito votivo, además de las menciones a cerámica "argárica" y a
los exvotos dentro de las habitaciones y en las laderas, con ausencia de
cerámica de paredes finas, monedas o terra sigillata,.


Muro soterrado, buzamiento
de la fosa de exvotos y un suelo de hormigón de cal localizado en H. 1-2
hicieron pensar a Cuadrado que había excavado una construcción (arrasada por un
incendio) marcadamente diacrónica a la Favissa. Este tipo de pavimento de
calizas incrustadas, o "crustae lapídeos monocromos insertados sin orden
sobre mortero blanco", de acuerdo a la propuesta de Pérez Olmedo (1 996,
p. 148) y a otros ejemplos en yacimientos contestanos, puede situarse desde
mediados del siglo II al I a. c., en coincidencia con el agotamiento de la
necrópolis de El Cigarralejo y grosso modo con la deposición votiva.
El Santuario del Cigarralejo, según el plano de Cuadrado es
una construcción unitaria y orgánica (asertos bien argumentados por la
contraposición simétrica de entradas y alineación de muros respecto a un teórico
eje que no coincide con la axialidad del pasillo).
En una tumba es excepcional
porque en el ajuar se depositaron instrumentos agrícolas, entre ellos una hoz.
Ambas se fechan entrado el siglo IV. protegió parte del poblado
y abrazó el santuario.
La estructura arquitectónica que conocemos se articula en
dos cuerpos independientes y yuxtapuestos aglutinados por un pasillo trasversal
(H. 10) pavimentado con gruesas losas de piedra :
a) El cuerpo más cercano al poblado es de planta tripartita
con corredor central y dos crujías compartimentadas.
b) El cuerpo más alto es exclusivamente de uso sagrado y
monocelular". Como se ha dicho, no se comunica directamente con a) y se abre
sólo al Oeste, a la ladera donde se localizó una cisterna y otros restos, no
especificados.
Es importante destacar que la escritura estátestimoniada en
el plomo de El Cigarralejo (siglo IV) y que comercio e
intercambios se documentan por la constancia de ponderales y platillos y por el
volumen de materiales importados.
Tal y como defendió
Cuadrado las creencias de El Cigarralejo remiten a una gran diosa femenina
equivalente a Astarté, Tanit, Artemis
(incluso Demeter) .
Las noticias del siglo XVIII hacen
referencia a hornos y hallazgos relacionados con la actividades
metalúrgicas. Por la descripción hay que ubicarlos dentro del poblado, y las
referencias a lingotes de plomo con cuño romano parecen obvias. El dato, unido
a la constante presencia de "tortas" o lingotes de plomo y algún otro
mineral en el recinto sacro, hace suponer que, en los últimos años de su
existencia, El Cigarralejo fue uno de esos negotiatores que se
beneficiaron de la galena argentífera en convivencia con la intensa explotación
minera desarrollada por los romanos en Cartagena y sus alrededores.
En cualquier caso
una diosa Celeste y de la Fertilidad.
La escultura sedente, con avecilla a los pies, parecida a la
Dama de Baza, coronóla T. 452 (enterramiento de una pareja de distinto sexo:
Cuadrado, 1993). Esta estatua, las palomas (Castelo, 1990) o la coroplastia (Blech,
1998) recrean los mismos símbolos. El prisma triangular de barro con hiedra y
doble planta del pie izquierdo descalzo, localizado detrás del peñasco de H. 1 a 3 (fig. 5)
también remite (como la geometría espacial de la necrópolis) a la metáfora existencial
de esta Gran Diosa femenina en versión de Tanit, dadora de fortuna, protectora
de fieles y guerreros (el pie desnudo se repite en otra pesa de telar hallada
en H. 5) y de sus bienes más preciados, asnos, yeguas, caballos y potrillos. El
domador de caballo está identificado por un fragmento equino de silueta
recortada perteneciente a la reiterada iconografía del déspothes htlppon .
Esta imagen, posible reinterpretación del prototipo de
Hércules y de
un dios más humano como
podría ser Hermes, da sentido al modelo y paradigma de élites y gobernantes
cuyas imágenes se confunden con los dioses masculinos porque es la metáfora del
gobernante y la imagen del poder, el ideal de la juventud, de la
aristocracia guerrera, la abstracción del valor en la competición, y de la
maestría en regir a los hombres, tal como trasluce el escaso número de
guerreros enterrados con arreos de caballos .
En la necrópolis hay, sin embargo, una rara imagen que, muy
veladamente y sólo por analogías simbólicas, se puede relacionar con esos
dioses. Se refiere a la serpiente, identificada en unos pocos fragmentos
esculpidos en dos sierpes afrontadas esculpidas en el pecho de un mutilado
guerrero y en una serie de fragmentos de hierro,
Para este último caso, Cuadrado supuso que formarían parte
de una coraza (seguro en la escultura humana).
Según Quesada los
individuos armados representan 35,8 % del total de enterrados y sólo 5,1%
están asociados a arreos de caballos, lo que supone que la cúspide social
(jefes propiamente dichos) apenas alcanza 3%.
La propuesta de
identificar al déspothes hlppon con la imagen del poder es
defendible por la localización de hallazgos en lugares tan significativos como
Cancho
Roano, Villaricos, Sagunto, Balones en Pitxocol (Grau Mira,
2002), etcétera. Caravaca y Lorca entrarían, con El Cigarralejo, en la hipótesis
de la frontera.
En el contexto funerario, la serpiente tiene un claro
carácter hierofante unido a la valencia ctónicalagraria y a la biunidad Muertel
Vida. Es, por tanto, expresión metafórica de la Inmortalidad que, trasferida al
plano de la competición y la guerra, enlaza con el prototipo de Hércules y, una
vez más, enfatiza en su portador el
carácter emblemático del héroe invicto.