Como de toda cultura
protohistórica, también de la ibérica se conocen ya referencias escritas
indirectas, a través de los escritores griegos y latinos que describieron el
país y sus costumbres, bien por sí mismas, bien en relación con los sucesos
bélicos que tuvieron lugar durante la ocupación cartaginesa primero y romana
después. Existen asimismo fuentes directas, escritas por los propios iberos,
que no pueden aún utilizarse porque su lengua es todavía desconocida y no puede
ser objeto de traducción. Las noticias más antiguas acerca de Iberia y los
iberos pueden datarse entre los siglos VI y IV a.C., hacen referencia sobre
todo a aspectos geográficos relacionados con los temas de la mitología griega y
nos han llegado en recopilaciones realizadas por autores posteriores. Hallamos
ya el nombre de "Iberia" en Herodoto (siglo V a. C.) cuando refiere
que los foceos "descubrieron el Adriático, el Tirreno, Iberia y
Tartessos". Con el texto vamos recorriendo esquemáticamente, de este a
oeste y de norte a sur, la costa mediterránea según la bordean en sus veloces
naves estos marinos griegos. Suponemos que bajo el nombre de Iberia Herodoto se
refiere, de una manera ya genérica, a distintos pueblos de la costa oriental de
la Península que engloba bajo este nombre único.
En los siglos siguientes los geógrafos griegos
denominan Iberia a la costa del levante y del sur peninsular habitada por los
Iberos, en contraposición a la "Céltica" del oeste, que pueblan
gentes célticas. La división tiene un carácter en parte étnico y
lingüístico. El historiador Polibio, que en el siglo II a. C. narró las
guerras de Roma contra Cartago en España, sigue este uso aún restringido en sus
primeros libros: distingue a los iberos de la costa de aquellos pueblos que
habitan la Meseta. Pero en sus últimos libros, escritos después del año 146 a.
C., con el nombre de Iberia se refiere ya a toda la Península. Pues el nombre
corresponde, en griego, con el que la conquistadora Roma da a toda la península:
"Hispania. Rufo Festo Avieno denomina
genéricamente “iberos” a todos los pueblos de la costa desde el río Júcar hasta
el Ródano, que denomina Orano. Entre ambos ríos cita a varios pueblos
englobados dentro de la confederación tartesia. Para Hecateo de Mileto, Iberia
es el nombre con que se designa las poblaciones occidentales, y confunde iberos
y tartesios –aunque tal identificación parece hoy la más correcta–. Hasta
Polibio, Iberia es el nombre de la Península, e iberos los habitantes de sus
costas. Detrás quedaban los bárbaros, los pueblos sin nombre. A continuación
nos detendremos en seis poblados concretos: Alt de Benimaquia, La Quéjola,
Puntal dels Llops, El Oral, Puente Tablas y el Cerro de Sant Miquel. En tercer lugar nos detendremos en el
poblado de Puntal dels Llops (Olocau, Valencia). Se inserta este yacimiento
costero dentro del modelo de poblados de calle o vía central, se encuentra
fortificado (está delimitado por una muralla, en el extremo norte de la cual se
levanta una torre) y presenta el aspecto de una aldea medieval. Se construyó a
fines del siglo V a.C. Resulta muy interesante
el estudio de este yacimiento por ser uno de los primeros ejemplos del
análisis microespacial de un poblado ibérico. Sus casas, que se adaptaban a la
topografía y al medio, eran simples, rectangulares y de una sola estancia, y
entre ellas las había sin finalidad específica -posiblemente dormitorios-, o
destinadas a actividades domésticas (molino y hogar), preparación de alimentos,
depósitos de municiones (glandes), lugar de culto (gran número de bustos de
terracota) y posible celebración de actos públicos (thymiateria, vasos importados, asador, exvotos, etc.). Las
placas y masas amorfas de plomo encontradas en algunos departamentos permiten
suponer también la existencia de actividades metalúrgicas.