Prácticamente toda
sociedad, cada cultura, posee su propio modelo para establecer y
regular, colectivamente, los tiempos de la vida, la secuencia y la
jerarquización de ese tiempo para cada momento y grupo de edad y género:
cuándo se es niño, cuándo joven, cuándo plenamente adulto o
decididamente anciano*.
La juventud, que el diccionario de la Real Academia Española equipara
al término «adolescencia», es una etapa de la vida en la que los
individuos pasan de la esfera infantil a la de los adultos. El proceso
arranca en la pubertad —a partir de los doce-catorce años— cuando se
inicia el desarrollo sexual, y finaliza en torno a los dieciocho-veinte
años cuando se alcanza la plena madurez.
Los cambios físicos y biológicos son por lo tanto de gran relevancia,
pero no son los únicos. Se unen a importantes transformaciones
psicológicas y sociales que implican al propio individuo y al grupo en
el que se integra. Es la sociedad —y no sólo la biología— la que marca
los tránsitos e intersticios entre unas edades y otras2.
El griego antiguo, por ejemplo, tiene una palabra específica para
nombrar al niño que abandona la infancia para devenir efebo: melléphebos.
Va a serlo, no lo es aún plenamente, interesa el tránsito. El
«melefebo» ocupa un lugar preeminente en el imaginario grecorromano del
banquete, desde el helenismo hasta la plena época imperial romana.
2La
vida social precisa pautas para organizarse, y muchas de ellas están
ligadas al paso del tiempo. Tiempo solar y lunar, que marca las
estaciones, y con ellas las actividades económicas. Tiempo vital, que
observa las transformaciones personales desde la infancia a la
ancianidad. Aparentes desarrollos lineales en marcos cíclicos también
aparentes. Hay mucho de subjetivo o de programación social en lo que
consideramos como simples reconocimientos de hechos naturales.
Obligaciones y derechos se reparten en el interior social en relación
con la edad mediante ritos y ceremonias. Cada grupo tiene encomendados
su puesto y su función específicos. Por ello, cada cultura construye su
propio imaginario, sus fórmulas peculiares para representar el ideal de
edad. La juventud, definida a su vez sobre diversos pasos, hitos y
estadios intermedios, es central en este imaginario, que en cierta
medida comparte con otras culturas del Mediterráneo a lo largo de la
Antigüedad a las que, por tantos rasgos y concomitancias, pertenecieron
las diversas culturas ibéricas.
3Nuestro
texto no pretende agotar este tema tan amplio y complejo. Tan sólo
desea ofrecer una serie de reflexiones y apuntes sobre los jóvenes en la
cultura ibérica, su reconocimiento y su reflejo en el imaginario
social.
Los caminos de aproximación
4Para
acercarnos a este asunto hemos de apoyarnos en fuentes documentales
coetáneas, algunas de naturaleza arqueológica —y entre ellas las
iconográficas, asumiendo en las imágenes ciertas formas de
representación— y los testimonios de los autores antiguos. Pero las
diversas fuentes son selectivas y limitadas.
- 4 Cruz-Andreotti, 2002, pp. 165-180.
- 5 Estrabón, Geografía, III, 3, 7.
5Por
ejemplo, los testimonios de los autores grecorromanos, como la
descripción de los pueblos de la Península Ibérica en el Libro III del
geógrafo de época augustea Estrabón.
Podemos decir que es una fuente principalmente etnográfica, que
describe las costumbres y peculiaridades de los pueblos desde unos modos
y fórmulas propios de la historiografía helenística, a las que el
geógrafo superpone el punto de vista de Roma y, en concreto, los
intereses de la política de Augusto. Se acentúan rasgos, se olvidan o se
pasan de largo otros, que posiblemente no parezcan relevantes al autor,
pero sí lo serían hoy en cambio para nosotros. Así en su descripción de
las costumbres celtiberas, Estrabón introduce una sucinta comparación
con otra área, la Bastetania, para mencionar una danza de hombres y
mujeres: «En Bastetania las mujeres bailan también mezcladas con los
hombres, unidos unos y otros por las manos».
- 6 Para una asociación de la iconografía de Liria al texto de la «Danza Bastetana» de Estrabón, ver Ca (...)
En
este pasaje Estrabón no alude a la edad de los danzantes —seguramente
no le parece pertinente introducir esta matización en su comparación, en
el contexto tan de pasada en el que se cita— y se fija sólo en una
participación colectiva que asocia a varones y mujeres en una
celebración común cuya singularidad es cogerse precisamente de las
manos, un nexo físico singular. Una comparación que se hizo hace unas
décadas con la iconografía de época ibérica —especialmente a través de
un vaso de Liria, aproximadamente entre siglo y medio o dos siglos
anteriores a Estrabón—
nos permite proponer que en el texto se aludiría probablemente a un
mundo de jóvenes. Pero este rasgo de edad es conjetura nuestra basada
sobre la iconografía, que veremos después, y no lo afirma expresamente
Estrabón.
La
arqueología también es esquiva con la información que proporciona sobre
la juventud y su contexto vital. En las necrópolis, el mundo de la
ideología se da la mano con la recuperación material de los restos
físicos y su estudio a través de la antropología biológica. Es
seguramente el acceso más directo a las personas como sujetos
individuales. Pero en el caso ibérico, una vez más hay que decirlo, las
condiciones de estudio son especialmente restrictivas, debido a que la
práctica normativa de la cremación afecta severamente a los restos
óseos, que aparecen seleccionados, alterados y fracturados en el
interior de los recipientes cinerarios. Estas circunstancias limitan el
siempre difícil trabajo de clasificación, y sólo en contados casos se
puede aventurar la edad de las personas enterradas, siendo prácticamente
imposible la atribución sexual en el caso de los individuos juveniles. A
pesar de todo, las técnicas de diagnóstico sobre los huesos quemados
han mejorado mucho en los últimos años, y algunas de las principales
necrópolis ibéricas permiten aventurar una serie de consideraciones
sobre el tratamiento que tuvieron los jóvenes en el momento de su
prematura muerte.
- 7 Ginestet, 1991, p. 40.
8Otro
camino de aproximación, siempre delicado y especialmente sensible al
estudio iconográfico, es el de una pretendida analogía con otras
culturas coetáneas del Mediterráneo, como la griega, la romana o la
púnica, mejor conocidas. Presupone esta fórmula analógica un cierto
paralelismo cultural en un mundo interpenetrado y relacionado, que
permite suponer un tratamiento paralelo en estas culturas en relación
con las mentalidades de los diferentes grupos de edad. Pero todo
paralelismo debe definir sus limitaciones, y por ello es necesario
apuntar una serie de matices a este respecto. Las organizaciones
juveniles griegas, etruscas y romanas tuvieron un marcado carácter
elitista,
incluyendo a los ciudadanos y excluyendo a un numeroso estamento
esclavo, servil o dependiente. Por ello, y en el caso de establecer una
correlación entre el reconocimiento y las tareas asignadas a los jóvenes
en el mundo ibérico y en otras sociedades mediterráneas, sería
necesario demostrar que en el primero existieron marcadas diferencias
sociales, bien asentadas y legisladas. Sólo así podremos asumir
plenamente la validez de la comparación entre estos ámbitos culturales.
Algunas de las evidencias que mostraremos más adelante parecen respaldar
esta afirmación, por lo que, aun moviéndonos por un camino
aproximativo, no deseamos agotar ni reducir el campo a la comparación.
Jóvenes y sociedad
9Infancia
y juventud son periodos de aprendizaje, en los que interactúan la
familia —más importante en la primera fase— y el grupo social. El modelo
que se acepta para el mundo ibérico integra el nivel familiar en
superestructuras de mayor peso político, como los linajes y la
clientela, desbordando así las relaciones básicas de consanguinidad.
Podemos suponer que el núcleo familiar es la base en la que los
individuos crecen, pero que a partir de cierta edad existió una
organización que formaba a los jóvenes, especialmente a los varones, en
aspectos ligados a la vida ciudadana.
- 8 Almagro-Gorbea, 1996 pp. 31 y ss. Para el mundo céltico, ver Marco Simón, 2000 y Ciprés, 1990.
El relieve llamado de «la danza bastetana»
10El relieve procede del término de Fuerte del Rey en Jaén.
Por las recientes excavaciones de los colegas del Centro de estudios
ibéricos de Jaén en la zona, parece indicarse que puede venir de un
santuario iberohelenístico de las Atalayuelas en proceso de excavación
(comunicación oral de M. Molinos y A. Ruiz). Las siete figuras que se
muestran de frente ante el espectador (fig. 1) responden a un grupo
familiar que se presenta colectivamente a sí mismo, como tal grupo, a
través de lo que sería un exvoto u ofrenda simultánea, única. Es cierto
que los personajes rozan unos con otros sus dedos, pero nada indica que
estén danzando.
- 9 Negueruela, 1990 a, pp. 96-97.
Fig. 1. — Relieve denominado de la «Danza bastetana», Museo de Jaén
Foto: cortesía del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
11El
gesto de los brazos puede ser mostrativo como el de tantos exvotos
ibéricos en bronce coetáneos, con los brazos separados del cuerpo,
dirigidos hacia abajo y las manos extendidas. Los pies, de perfil,
parecen marchar o haber llegado al lugar. Todo ello, lejos de expresar
una danza, no es sino una simple convención del escultor para
testimoniar la presencia del grupo familiar en el santuario. Lo que sí
hace el relieve es jerarquizar dos grupos de género y edad por tamaños,
atuendos y, sobre todo, por su disposición en el conjunto: cuatro
varones a la izquierda, tres mujeres a la derecha (caracterizadas ellas,
además de por una túnica más larga, por el cinturón con largos flecos
colgantes, un rasgo de moda femenino que conocemos por representaciones
cerámicas en Liria). Los adultos, varón y mujer, de tamaño mayor, ocupan
el centro. Hacia los extremos disminuyen el tamaño y la edad de los
representados, una secuencia ordenada que representa espacialmente la
jerarquización por edad, probablemente de una familia, en la sociedad.
Representaciones de jóvenes en el monumento del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén)
12Los jóvenes se incluyen en el conjunto de representaciones de Porcuna.
Cada grupo de edad posee su espacio propio e incluso su forma de
representación. El mejor definido de todos ellos es, por su
espectacularidad, el de los guerreros, a través de la acción que les da
gloria, una acumulación de monomaquias heroicas o certámenes
individuales. Está bien representado también el ámbito de la casa, el
espacio del hogar, con varios personajes de pie y ricamente ataviados,
donde resulta difícil definir si se alude al ámbito divino que acompaña
al noble o al tiempo de los antepasados, que justifican el actual
linaje. También está el reino del niño, que en Porcuna conocemos sólo
por indicios aislados. En el grupo de figuras estantes, que desarrollan
la mostración y quietud del oikos, resulta difícil definir la edad de
los dos personajes femeninos, pero la mujer sobre cuyo hombro se desliza
una serpiente a la que seguramente va a alimentar, podría, tal vez, ser
de edad juvenil. Pero hay un problema más general en la iconografía
antigua, común al arte griego y, en su adecuada proporción, al ibérico.
La convencional inactividad de la mujer, su mayor permanencia en el
ámbito doméstico y la continuidad de tareas que le son encomendadas, su
mismo arropamiento en vestidos que ocultan el cuerpo, la convierten en
un personaje menos distintivo que el varón, éste dotado de una mayor
versatilidad espacial y corporal e implicado en acciones que definen
mejor las edades del personaje. Veremos excepciones. Un mejor análisis
de gestos y atuendos —por ejemplo en la toréutica con los pequeños
bronces de los santuarios— permitiría seguramente una precisión mayor
para los grupos de edad de la mujer ibérica.
- 10 González Navarrete,1987 y Negueruela, 1990 b.
- 11 Ver en este artículo, «Las “damitas” de Mogente», pp. 76-78.
Fig. 2. — Fragmento del torso desnudo de un efebo del Cerrillo Blanco de Porcuna, Museo de Jaén
Foto: cortesía del Instituto Arqueológico Alemán, Madrid (P. Witte).
- 12 Negueruela,1990 b, p. 246.
- 13 Domínguez Monedero y Sánchez, 2001, n.º 105, fig. 103; n.º 149, fig. 107; n.º 384, fig. 149, etc.
13En
Porcuna se conserva, sin que sepamos atribuirle hoy un sentido
episódico concreto, el fragmento de un torso de efebo desnudo (fig. 2,
p. 48), con trenzas que caen sobre el pecho y los hombros.
Dada la vinculación tan estrecha que muestra la plástica de Porcuna con
las coetáneas fórmulas de la escultura griega —que el ibero asume y
transforma con usos propios— podemos suponer analogías de este personaje
fragmentario con los ideales de un kouros griego. Pero los
nexos con ese ideal de la representación juvenil se encuentran sobre
todo, más que en la propia escultura, en las cerámicas áticas de la
segunda mitad del siglo v y primera mitad del iv
a.C. halladas con profusión en Andalucía oriental, sobre todo en las
crateras de figuras rojas de necrópolis como Toya en Jaén, Baza o Galera
en Granada (fig. 3, p. 49), por citar sólo algunas entre tantas otras.
Es frecuente que en la cara principal de estos vasos domine la figura
central de una divinidad juvenil, desnuda o semidesnuda, como Apolo o
Dioniso, o las mismas imágenes de Amores adolescentes o Érotes,
representados todos ellos con trenzas de cabellos rizados que caen sobre
pecho y hombros13.
Dada la recurrencia de estas imágenes y su deposición final en el
interior de tumbas protegidas suponemos que el ibero encuentra y
proyecta en estas figuras su propio ideal de belleza y de juventud, su
aspiración de felicidad aristocrática. La imagen griega sirve de
auto-representación en este contexto sepulcral ibérico. Algo de ello
podría apuntarse en el efebo de Porcuna, a través de esta única analogía
que nos permite conjeturar alguno de los posibles sentidos de este
fragmento tan descontextualizado.
Fig. 3. — Desarrollo de una crátera ática de figuras rojas de Galera (Granada), Madrid, Museo Arqueológico Nacional
Dibujo: C. Sánchez.
- 14 Negueruela, 1990 b, Lám. XLI.
14Dos altorrelieves introducen al efebo en los territorios limítrofes del oppidum
a través del motivo de una caza (figs. 4 y 5, p. 50). Los dos relieves
son ostentatorios pero el tamaño difiere, junto con apreciaciones de
estilo, lo que puede indicar un afán emulador entre uno y otro. En ambos
se representa el momento triunfal del regreso, en el que el joven
dotado de vivo movimiento vuelve con la presa en su mano. En el primero
de ellos una enorme liebre alude a la habilidad del cazador y a su
dominio sobre un bien adiestrado perro.
Animal y joven vuelven la cabeza hacia el espectador; la del perro,
parcialmente conservada, con las fauces abiertas y jadeante; la del
joven, desaparecida, la podemos suponer ajena al esfuerzo, serena. El
mastín le pertenece y el joven lo acaricia con la mano. Hallaremos de
nuevo esta relación entre los perros y los jóvenes de la nobleza en la
lebeta de Liria más adelante.
Fig. 4. — Cazador con su perro portando la liebre, Cerrillo Blanco de Porcuna, Museo de Jaén
Foto: cortesía del Instituto Arqueológico Alemán, Madrid (P. Witte).
Fig. 5. — Cazador con perdices y cuadrúpedo, Cerrillo Blanco de Porcuna, Museo de Jaén
Foto: cortesía del Instituto Arqueológico Alemán, Madrid (P. Witte).
- 15 Ibid., Lám. XLVI, C.
15En
el segundo relieve el joven sostiene dos grandes perdices. En lugar del
mastín, es aquí un cuadrúpedo, tal vez un herbívoro, que vuelve la
cabeza hacia el cazador y alude espacialmente al ámbito o territorio de
iniciación del que el joven regresa ya triunfante.
Este relieve indica otra forma de vinculación del reino animal al
joven, otro modo de apropiación y pertenencia: parece establecerse un
parangón, una medida entre los dos jóvenes. Pues la función de estos
relieves es construir los espacios y tiempos de la naturaleza y del
poder del aristócrata, en este caso de los jóvenes miembros del grupo
familiar de Porcuna.
- 16 Ibid., Láms. XLVI, A y B.
16Un
tercer altorrelieve nos asoma a la habilidad en la palestra, que exige
la formación del joven (fig. 6). Dos varones combaten en una lucha
cuerpo a cuerpo que, probablemente, exige la habilidad y las tretas de
una cuidada formación y entrenamiento previos.
Las piernas de los dos contendientes se entrelazan y uno agarra del
cinturón al contrincante tratando de causar su volcamiento o de
evitarlo: ardid de la inteligencia práctica, del aprendizaje del
aristócrata. De nuevo su carácter mostrativo: vuelven las cabezas, en
gran parte perdidas, frente al espectador, una fórmula de comunicación
entre la hazaña representada y el testigo que la contempla.
La necrópolis de El Cigarralero (Mula, Murcia)
17En el siglo v
a.C. la sociedad ibérica está ya plenamente formada, y dirigida por
unas élites que se asocian física e ideológicamente a la ciudad. Los relieves de Porcuna, en los que podría advertirse una paideia
ibérica, parecen refrendarse en la evidencia funeraria de otro
yacimiento imprescindible: El Cigarralejo. La revisión de algunas de las
áreas más antiguas del yacimiento como son las n.os11 y 12
de la excavación de Emeterio Cuadrado (1987) mostró las sepulturas de un
posible grupo aristocrático, situado en el entorno de la tumba
principesca n.º 200, y cuya cronología oscila entre el último cuarto del
siglo v a.C. y la mitad
del siglo siguiente. La revisión antropológica realizada por M. Santonja
Alonso (1993) nos informa sobre las edades de los individuos
enterrados, y los ajuares nos permiten aventurar una atribución sexual.
- 17 Ruiz y Molinos, 1993, p. 270.
18La
sepultura 213 contenía los restos de una persona joven, en torno a los
dieciséis años. El ajuar que le acompañaba (fig. 7, p. 53) era rico en
cerámica, adornos y otros elementos, como fusayolas o conchas, por lo
que su excavador consideró que debía tratarse de una mujer. Junto a ella
se enterraron sucesivamente varones con armas y notables conjuntos de
ajuar, así como un infante y otra mujer, asociada a su vez a otra
sepultura juvenil con un equipo igualmente destacado, que incluía una
jarrita, pateras de barniz negro y un recipiente de bronce, así como
otros objetos.
Fig. 7. — Ajuar de la tumba 213 de El Cigarralejo [Murcia]
1-8. —
Vasos. 10. — Piezas de hueso. 11. — Trozos de una concha (cardium). 13. —
Aguijón de hueso. 14-15. — Cuentas de collar de pasta vítrea. 18. —
Fibulita anular de bronce. 19-20. — Anillos de bronce. 21-29. —
Fusayolas.
Cuadrado Díaz, 1987, p. 394.
19En
esta zona, en la que se entierran hombres, mujeres y niños de diversas
edades, se levantó originariamente un grupo escultórico que incluía
elementos arquitectónicos y zoomorfos, cuyos restos fragmentados se
dispersaron entre los empedrados que cubrían las tumbas, reutilizándose
algunos de ellos como material constructivo a partir del año 375 a.C.
Jóvenes, iniciación y territorio
20Tanto
en el mundo griego como en muchos otros ambientes de la Europa
prerromana, la educación de los jóvenes varones incluía frecuentes
desplazamientos por el territorio, de forma que desarrollaran sus
capacidades de supervivencia y su percepción espacial, medioambiental y
estratégica. Todo ello redundaría en la correcta valoración y protección
de la ciudad, algo imprescindible en la formación de aquellos que iban a
constituir sus futuros «cuadros de mando». Entre todos los ejercicios
que formaban parte del aprendizaje, las actividades cinegéticas siempre
tuvieron un valor especial, de forma que fueron el elemento central de
la mayor parte de los ritos iniciáticos. Como señala Schnapp, la caza es
un medio metafórico para concebir las relaciones entre los seres
humanos.
- 18 Schnapp,1997, p. 27.
21La
organización de fiestas puede establecer un vínculo territorial en el
que participan jóvenes de la región. Tal vez algunas de las cuevas del
mundo ibérico valenciano han servido para integrar a grupos de género y
edad en la sociedad ibérica. Pudo ser el caso de la Cova dels Pilars,
que analizamos a continuación.
Ánfora ática de la Cova dels Pilars, con dos jóvenes
22Diversos
fragmentos de un ánfora de paneles ática de figuras rojas dispersos en
colecciones de Alicante y Valencia permiten evocar la imagen, y
conjeturar los sentidos, de un recipiente extraordinario de mediados del
siglo v a.C. (fig. 8) depositado en el interior de la Cova dels Pilars (Agres, El Comtat).
Fig. 8. — Auleter y joven con lira, fragmento de ánfora de figuras rojas, Cova dels Pilars (Agres, Alicante)
Foto: R. Olmos.
23Un niño envuelto por completo en su manto avanza con la lira en su mano ante un auletér,
vestido con un atuendo festivo con mangas. En el reverso del vaso,
probablemente conversan tres jóvenes, uno de ellos apoyado en su báculo.
Se representa una iniciación a través del cambio de dos instrumentos
dispares, aulós y lira, cuyo aprendizaje en Grecia se asocia a edades diferentes. La lira-tortuga (chelys-lyra)
es el instrumento manejable y familiar que a lo largo de los días
acompaña al niño ateniense a la escuela. Pero en nuestro vaso, al niño
tímido le espera la iniciación en la fiesta del diaulós (la mal
llamada flauta doble), un ámbito musical diferente al que ahora se
siente convocado por el joven que toca a la izquierda de la escena. Si
aceptamos, como en tantos otros casos, la apropiación e interpretación
ibérica de la imagen griega, la presencia de este vaso excepcional y
singular en la Cova dels Pilars podría indicar una celebración ibérica.
En su nuevo contexto, los jóvenes del anverso y del reverso del ánfora
representarían a adolescentes iberos que se inician en un rito de edad
mediante la fiesta musical de un grupo de jóvenes y su peregrinación a
una cueva, a donde llevan el ánfora desde el poblado o poblados del
territorio vecino. Se acompañaría entonces a un noble muchacho ibero, y
allí depositarían el vaso precioso como exvoto o testimonio del acto.
Pudo quedar allí establecida la ofrenda como ejemplo, como recuerdo para
generaciones posteriores. La imagen de este vaso y su integración
territorial en el contexto ibérico es actualmente objeto de un estudio
más pormenorizado por parte de I. Grau, J. González Alcalde y R. Olmos.
- 19 Cuadrado Díaz, 1982 y 1990.
24Aulós
y lira pudieron asociarse como instrumentos iniciáticos de adolescentes
ibéricos. La escena pintada en el vaso crateriforme de una tumba de El
Cigarralejo en Murcia (fig. 9), con una procesión de guerreros integra al final del grupo de varones a dos niños o adolescentes: marcha primero el que toca el diaulós;
le sigue el niño con lira, cerrando el grupo como el más joven de edad.
Esta escena ibérica apoyaría la lectura del ánfora ática de la Cova
dels Pilars y su sentido iniciático e integrador.
Gran lebeta de Liria con las iniciaciones
25Esta lebeta,
al modo de cratera, procede del departamento 20 del poblado (fig. 10,
p. 56), y pudo funcionar como uno de los grandes vasos de bebida
aristocráticos que en Liria rememoran hazañas, es decir como vaso de
memoria. Es difícil iluminar con seguridad el sentido de la narración,
que yuxtapone cuatro episodios bien definidos. La secuencia de la imagen
continua en torno al vaso podría reproducir simbólicamente los
distintos ámbitos de espacialidad del oppidum y los sucesivos
grados en los que se inicia e interviene el varón hasta alcanzar su vida
de adulto como guerrero. Probablemente se describen dos hazañas, que
temática, pero no iconográficamente, podemos definir de adolescentes y
de jóvenes: primero, una prueba de doma del caballo, al que el hombre
—el muchacho (¿cintas cruzadas sobre el cuello?)—, de pie y afrontado al
animal que relincha inquieto, coge de una rienda o ronzal en gesto de
dominio, de apropiación. Con la diestra eleva una fusta. El caballo, con
los genitales marcados, parece no llevar aún silla de montar.
- 20 Bonet, 1995, p. 135, fig. 61, n.º 11 y Olmos, 1998, pp. 155-156, fig. 11. Las mejores imágenes, en
Fig. 10. —
Escenas de iniciación, Lebeta del Departamento 20 del Cerro de San
Miguel de Liria, Museu de Prehistòria i de les Cultures de València
Bonet, 1995, p. 136.
- 21 Ver, en este artículo, «Representaciones de jóvenes en el monumento del Cerrillo Blanco de Porcuna
26Si
nuestra lectura es correcta se cuenta aquí un proceso de doma, aún no
concluido, en su expectación. Otro joven a caballo, que coge a éste de
las riendas en muestra de dominio, le observa; es compañero, testigo y
probablemente modelo en este primer paso. Detrás del primer hombre hay
un caballo libre, que no ha sido elegido en la prueba (suele haber en la
cerámica ibérica, especialmente en las escenas de caza, algún animal de
más, indicio de abundancia, de diversidad, y sobre todo, de azar).
Acompañan a los hombres cuatro perros, uno de ellos rascándose el
hocico, signo de temporalidad (del espacio y tiempo familiares) en esta
esfera de proximidad con el animal. Son los perros que acompañan a los
jóvenes en sus correrías por el oppidum, como en Porcuna.
A este motivo le sigue en gradación de riesgo el certamen o prueba del
toro, más peligrosa, y marcada espacialmente con otros signos diferentes
—una vegetación de ondas poderosas que crece a los pies—, pero también
con la presencia y participación de dos varones. Es un animal singular,
con poderosos cuernos destacados (¿es un toro mítico, singularizado, y
una hazaña legendaria la que aquí se rememora?).
27El
primer varón que se acerca cauteloso al toro agita una especie de
señuelo en una mano —¿una campanilla?— y una especie de haz o ramo en su
otra mano. El compañero eleva otro objeto que podría ser una antorcha.
Sobre los cuernos del toro se define un objeto que tiene relación y
función con el episodio: ¿un lazo, una especie de yugo? Encender los
cuernos del toro es una arriesgada práctica. Tal vez la imagen evoque
una hazaña de este tipo, que realizan en complicidad los dos jóvenes:
colocar antorchas o ramas encendidas que enfurezcan al animal. Sigue un
duelo heroico de dos varones con falcata y lanza y los restos de otros
contendientes, uno de ellos desmoronándose en el suelo.
28Todo
un frente del vaso lo ocupa la escena del jabalí, que es acorralado y
devorado por una jauría de lobos y cuyas entrañas se muestran
desgarradas. Marcan otra espacialidad diferente e «inhumana», lo que en
griego se denomina eschatiá que contrasta con los espacios de
las hazañas de los jóvenes y de la guerra reglada de los hombres, un
encuentro heroico, con duelos, opuesto al salvaje despedazamiento de las
fieras.
La lucha con el monstruo. El gran vaso llamado del joven y el dragón de la Alcudia de Elche
29Esta gran vasija
tiene dos asas verticales que crean dos paneles decorativos, uno de
ellos con una extraordinaria hazaña protagonizada por un joven
(fig. 11). En medio de un exuberante paisaje floral que acentúa el
ambiente mágico e insólito del episodio, un adolescente imberbe se
introduce con paso decidido y se enfrenta a un inmenso lobo. Se definen
su estatus y su edad. Sus cabellos son largos y se agitan libremente.
Viste una túnica muy corta y sin ceñir. ¿No ha obtenido aún el cinturón
de prestigio o, tal vez, la prueba a la que se somete le obliga a
presentarse con la cintura liberada?
- 22 Tortosa, 1996, p. 153, fig. 80.
Fig. 11. — Enfrentamiento del joven y el lobo, vaso de La Alcudia de Elche [Alicante]
Foto: R. Olmos.
30Contrasta
su figura con el gigantesco monstruo, de larga lengua y afilados
dientes, que a él se enfrenta. Se indican los elementos feroces como las
costillas, que transparentan unas enormes entrañas vacías, devoradoras,
y las garras, con largas uñas individualizadas. Su gran ojo redondo,
frente al alargado humano, acentúa la fiereza. ¿Es un ser de este mundo o
un monstruo del umbral infernal?
31El
joven lleva un venablo, pero no lo utiliza; coge la lengua del animal,
que mostrará como testimonio de su victoria. Demuestra su valor mediante
el contacto físico con la fiera, como en la vieja tradición
orientalizante (en el cinturón de Aliseda, en la gripomaquia de Porcuna,
etc.). Monstruo y joven se miran intensamente: la victoria depende del
poder de la mirada, encuentro psicológico decisivo entre el hombre y la
fiera que produce la detención crucial del tiempo, el «alobamiento». Tan
sólo dos rosetas en torno al héroe sugieren la presencia divina,
testigo oculto de la hazaña. Es un rito iniciático en soledad: el
adolescente saldrá vencedor del bosque, la fama de su acción se
transmitirá de boca en boca a lo largo de generaciones. Posiblemente es
un vaso aristocrático de encargo que rememora una iniciación mítica.
32Merece
la pena reflexionar sobre la identificación de este personaje como
probable modelo de los jóvenes ibéricos ante su iniciación en los
márgenes del espacio del oppidum, y en este sentido, la
evidencia funeraria nos permite correlacionar una vez más el universo
iconográfico con las prácticas sociales. Veamos el caso de la necrópolis
del Poblado, uno de los cementerios correspondientes al asentamiento de
Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia). En la tumba 18 fueron
enterrados dos individuos, uno infantil de entre cinco y siete años, y
otro algo más mayor, cuya edad ha sido fijada en torno a los catorce
años por sus restos dentales. Además de otros elementos, el ajuar
incluía un soliferreum y un regatón de hierro, pero no armas
más complejas, que sólo se asocian en ésta y otras necrópolis del
entorno a grupos superiores de edad, a partir de los «adultos jóvenes».
Iconografía y restos materiales, ambos de un contexto temporal próximo
—la tumba se fecha en la primera mitad del siglo ii a.C. y el vaso de Elche entre los siglos ii y i
a.C.—, parecen indicar que los jóvenes practican su caza iniciática con
la jabalina, accediendo al armamento completo —escudo, falcata— cuando
hayan culminado su proceso de aprendizaje, en el que se integra la
emulación de la caza heroica.
Monumento de El Pajarillo (Huelma, Jaén)
33Como
sucede en otros ambientes, la mayor parte de las cacerías de iniciación
tendrían como objetivo otros animales de caza mayor, especialmente los
cérvidos. La lucha del individuo juvenil contra el gigantesco monstruo
representada en el vaso de La Alcudia supone una hazaña que
habitualmente se reservaba a los héroes adultos, que añaden a su acción
fuerte y valerosa otros elementos poco «juveniles», como la astucia y la
cautela. Así puede entenderse el magnífico grupo escultórico de El
Pajarillo (Huelma, Jaén), en el que un varón se prepara para repeler la
agresión de un gran lobo.
La acción parece controlada desde el comienzo, de forma que el héroe es
el que suscita la acometida del carnívoro, para así poder asestarle el
golpe mortal. La premeditación se advierte también en la indumentaria:
el grueso manto se enrolla en la mano izquierda para ofrecerlo como
engaño a la fiera; la falcata tiene los seguros abiertos para ser
desenvainada con facilidad y discreción; las piernas se protegen con
espinilleras para prevenir posibles mordeduras. El adulto realiza además
el salvamento de un niño, símbolo del futuro del grupo social. No es,
por tanto, una hazaña dirigida a su propia formación o promoción, sino
una acción benefactora, realizada por alguien que ya posee los rasgos,
la indumentaria y las capacidades del adulto, superándolas como conviene
a los héroes.
- 23 Molinoset al., 1998.
34La fecha del monumento, en los comienzos del siglo iv
a.C., parece sentar las bases de esta leyenda y de sus diversas
manifestaciones iconográficas, convirtiéndose en un modelo de hombres y
de jóvenes ligado a la configuración aristocrática del opiddum. Así es, al menos en el siguiente ejemplo de Liria.
Enfrentamiento entre un guerrero y un lobo en un fragmento cerámico de San Miguel de Liria (Valencia)
35Un
guerrero cauteloso armado con espada, jabalina, puñal y falcata al
cinto, se enfrenta a un inmenso lobo, del que sólo quedan las fauces
abiertas
(fig. 12). Destaca el enorme ojo del hombre posiblemente en el gesto de
«alobamiento» o encuentro de su mirada fija con la del animal, como en
La Alcudia de Elche.
El varón ha bajado del caballo para enfrentarse con la fiera, signo de
su carácter aristocrático. Debajo, un ave observa el encuentro.
Posiblemente dos perros acompañan al hombre.
- 24 Bonet, 1995, p. 445, fig. 219.
- 25 Ver en este artículo, «Gran lebeta de Liria con las iniciaciones», pp. 55-57.
Fig. 12. —
Fragmento cerámico con guerrero y lobo, Cerro de San Miguel de Liria,
Museu de Prehistòria i de les Cultures de València
Bonet, 1995, p. 255.
36Estamos
seguramente ante un motivo extendido, con múltiples realizaciones, como
los cuentos y relatos de hazañas de héroes y monstruos. Un motivo
pregnante que actúa como modelo, de variaciones inagotables. El
ingrediente de ese modelo puede ser la juventud del varón que se
enfrenta al monstruo. Este rasgo es patente sobre todo en el ejemplo de
Elche, con el adolescente bien definido.
La carrera de los jóvenes tras los ciervos en el «Vaso Cazurro»
37El vaso bitroncocónico, fechado hacia el siglo ii a.C., ofrece una escena de carácter exótico y singular, que se desarrolla en torno a la zona de las asas
(fig. 13). Dos varones, en silueta negra, corren con jabalinas tras
unos ciervos. Van ceñidos con taparrabos que les deja libres torso,
piernas y brazos. El árbol ambienta la escena en un paisaje agreste. Las
ondas o postas en la parte inferior pueden aludir también, de manera
imprecisa, al terreno irregular. Esta caza a la carrera podría reflejar
un ritual de iniciación de adolescentes. Recordemos que la cría de una
cierva fue ofrecida por un ibero como presente al caudillo romano
Sertorio:
¿un rito iniciático, muestra de excelencia y educación de un joven? En
la cara posterior del costado del moteado ciervo que ha sido asaeteado
mana sangre abundante. Los semicírculos colgantes, realizados a mano,
son a su vez el sello de identidad de lo ibérico, quien mezcla aquí
elementos geométricos y abstractos con naturaleza estilizada.
- 26 Pericot, 1979, pp. 184 y 204-205, fig. 330 y Aranegui Gascó y deHoz, 1998, p. 196.
- 27 Plutarco, Sertorio, XI, 3.
Fig. 13. — Jóvenes persiguiendo ciervos, vaso «Cazurro», Barcelona, Museu d’Arqueologia de Catalunya.
38El
vaso posee varias singularidades que han suscitado extrañeza y dudas en
la investigación reciente. Por ejemplo, el inhabitual taparrabos de los
personajes o la realización a mano de los semicírculos decorativos, que
generalmente se hacen a compás. La temática es única —existe la caza
del ciervo a caballo en Liria— y es asimismo singular la presencia de un
vaso decorado de estas características en Ampurias. La ambientación
paisajística nos distingue esta pieza de los repertorios conocidos en la
cerámica ibérica. El estilo, ciertamente, difiere. Sin embargo,
tendemos a suponer que estamos ante una obra genuina, probablemente un
vaso de encargo para una ocasión concreta, tal vez un ritual de
iniciación o una ofrenda funeraria.
«Muchachas en flor»
Timiaterio de la Quéjola
39En
este pequeño poblado de la provincia de Albacete se recuperó
casualmente en 1986 el extremo superior de un timiaterio o lampadario de
bronce,
cuyo fuste lo conforma una figura femenina desnuda que puede
calificarse como infantil, si tenemos en cuenta la falta de desarrollo
de sus senos (fig. 14). El hallazgo dio lugar a unas excavaciones en las
que se pudo definir un asentamiento amurallado, organizado a los lados
de una calle central y dedicado sobre todo al almacenaje, especialmente
de vino. Su fundación se sitúa en algún momento del siglo vi
a.C., fecha que conviene al timiaterio, y su uso se prolonga algo más
de un siglo. Quizás el bronce llegó con los primeros moradores,
instalándose en algún edificio que tuviera funciones religiosas. Allí
siguió empleándose hasta que, probablemente ya roto, fue abandonado
cuando la población se retiró de este lugar.
- 28 Jiménez Ávila,2002, pp. 209-211, Lám. XXXII.
- 29 Blánquez, 1995.
Fig. 14. — Timiaterio de bronce con adolescente, poblado de La Quéjola, Museo de Albacete
Jiménez Ávila, 2002, p. 460.
- 30 Prados, 1998, pp. 329-330.
40La
figura femenina está de pie, adelantando ligeramente una de sus
piernas. Los únicos elementos que adornan su cuerpo son dos brazaletes y
la peluca egiptizante, de la que surgen dos largos tirabuzones. Sus dos
manos están cerradas, una sujeta una paloma y la otra portaría un
objeto que no se ha conservado. Su cabeza sustenta, a modo de cariátide,
las hojas de un capullo de loto invertido que sirve a su vez de base a
la cazoleta superior. Escultura con funcionalidad arquitectónica, que
asocia el objeto a la divinidad a través de un personaje vinculado con
ella. La figura alude al modelo de Astarté, tan integrado en la
Península Ibérica, y representa quizás a alguna muchacha al servicio de
la diosa portando el pájaro como ofrenda o atributo divino. La edad
entre infantil y juvenil ha querido expresarse aquí explícitamente
mediante los rasgos físicos y la falta de vestimenta, es un elemento
importante de la representación. El tallo del capullo de loto parece
surgir de su cabeza, asociándose así al motivo vegetal sagrado. El gesto
de portar un ave en relación con la divinidad femenina se asentará
definitivamente en el mundo ibérico, como muestran los exvotos de bronce
representando jóvenes en esta actitud de Collado de los Jardines.
Estamos ante un conjunto de creencias que perdura a través de los
siglos, en el que la diosa protege a las mujeres desde niñas, y a ella
se dirigen en los diversos estadios de su vida pidiendo protección.
Seguramente los ritos de paso del mundo femenino implicaron ceremonias
en lugares sagrados, dentro y fuera de los poblados, marcando el ritmo
del crecimiento y la integración progresiva de las jóvenes en el
entramado social.
Jarra de cerámica del departamento 25 de Liria
41Del fragmento del cuerpo de esta jarra
quedan las cabezas de tres «damas», estrechamente asociadas, contiguas,
ataviadas con gorro puntiagudo que les enmarca el cabello (fig. 15,
p. 63). Su actitud es similar. Dirigen la mirada hacia la derecha, al
espacio limitado por el asa vertical. A pesar de su carácter
fragmentario, un gesto común las une: las tres, más claramente la del
centro, sostienen una flor en su mano. No se trata de una danza, lo que
requeriría otra espacialidad, mayor, entre las figuras. El elemento floral las asocia, las sitúa en el mismo plano. Se representa el gesto, repetido, de coger y oler la flor.
- 31 Bonet, 1995, fig. 70; excelente fotografía en Pericot, 1979, p. 176, fig. 264.
- 32 Ver en este artículo, «Vasos de Liria con escenas de danza», pp. 64-66.
Fig. 15. — Fragmento de jarra cerámica con tres jóvenes, Cerro de San Miguel de Liria
Foto: cortesía del Museu de Prehistòria i de les Cultures de Valencia.
- 33 Sobre la fiesta griega, ver Nilsson, 1906.
42La
seducción que ejercen las flores variadas, de diverso tipo, es un
motivo bien conocido de la literatura griega en rituales de anthología. Diversas son las muchachas «nobles» del mito griego que juegan y son raptadas mientras recogen flores. La anthología
atañe a las muchachas en pubertad y regula y anuncia su acceso a las
nupcias: responden al modelo mítico de Perséfone o Kore. La flor actúa
como hechizo de los sentidos. Induce a la fascinación, que conlleva
descuido y olvido del juego. Mientras coge flores, la doncella, que deja
de ser niña, es trasladada con violencia a otra esfera de realidad
diferente. El rapto concluye en la boda en los infiernos. La anthología se relaciona con ritos matrimoniales.
- 34 Bonet, 1995, fig. 37.
- 35 Ibid., p. 292, fig. 145, n.º 21.
43El
vaso de Liria es un ejemplo hoy por hoy aislado y fragmentario. Pero
tal vez puede relacionarse con ejemplos de «Damas» sentadas en alto
trono con respaldo con flor en la mano, de las que podemos citar al
menos un ejemplo en Liria: el fragmento 27 del departamento 14,
mal conservado, correspondiente a una gran vasija, entre grandes
elementos florales. Un segundo fragmento (fig. 16, p. 64), la llamada
Dama del espejo, sostiene claramente una flor, pero no es seguro que
esté sentada en un trono.
Fig. 16. —
Fragmento cerámico con dama sosteniendo una flor, Cerro de San Miguel de
Liria, Museu de Prehistòria i de les Cultures de València
Foto: R. Olmos.
44En
la Dama sedente con flor de Liria podemos ver el recibir como gesto
recíproco del ofrecer, o bien a la mujer en el estadio siguiente, ya
elegida, aislada de sus compañeras tras el paso del gesto en grupo,
cuando niñas.
Jóvenes, música y danza
Vasos de Liria con escenas de danza
45El
«sombrero de copa» o cálato, llamado de la danza «bastetana»,
representa efectivamente una danza en una celebración festiva y la
asociación con Estrabón resulta pertinente.
La secuencia se ordena por grupos de género, edad y jerarquía (fig. 17,
p. 65). Son jóvenes que danzan cogidos de la mano y divididos por sexos
(primero, tres varones, y luego, cuatro mujeres, unidos por el único
nexo de las manos del varón que finaliza y de la mujer que va a la
cabeza de su grupo). Les preceden, respectivamente, un varón que toca la
larga tuba y una auletrís o sonadora de diaulós, una
combinación instrumental también de género que encomienda la tuba, mucho
más pesada y de sonidos más graves, al varón y el diaulós, más
liviano y agudo, a la muchacha (aunque también, joven auletér o
«flautista», posiblemente, en el fragmento 36 del departamento 18.
- 38 Ibid., p. 87.
46El
vaso apareció en el departamento 12 del Cerro, junto con una gran
riqueza de materiales figurados, no pocos de ellos resaltados por
abundante decoración floral. Aunque la documentación de la excavación es
deficiente, todos los indicios apuntan, a partir de los datos aportados
por H. Bonet,
«a considerar este espacio como un pozo votivo construido con mampostería de piedra […], con gran cantidad de cenizas, repleto de material». Atuendos especiales y cintas cruzadas sobre el pecho —visibles en los varones— marcan el momento ritual. Parece también indicarse la individualización de los jóvenes. Aunque pertenecen a un grupo podría haber una jerarquía en el orden de la fila. También las damas muestran una diferencia de adornos.
«a considerar este espacio como un pozo votivo construido con mampostería de piedra […], con gran cantidad de cenizas, repleto de material». Atuendos especiales y cintas cruzadas sobre el pecho —visibles en los varones— marcan el momento ritual. Parece también indicarse la individualización de los jóvenes. Aunque pertenecen a un grupo podría haber una jerarquía en el orden de la fila. También las damas muestran una diferencia de adornos.
Fig. 17. —
Desarrollo de la escena de danza de un cálato, Cerro de San Miguel de
Liria, Museu de Prehistòria i de les Cultures de València
Bonet, 1995, p. 89.
- 39 Ibid., p. 451, inv. LIRIA XI. La inscripción es «ABARTANBAN: BALKEUNI».
47Es un vaso de memoria, lleva una inscripción sobre el labio, junto a dientes de lobo y ondas. Soporte, imagen, inscripción, lugar de conservación votiva indican la importancia que tuvo para el oppidum
de Liria preservar el recuerdo de la fiesta como un vínculo social. En
este y otros vasos el imaginario de los jóvenes aristócratas danzando
cumple una función conmemorativa e interviene en la memoria histórica
del poblado.
- 40 Ibid., fig. 35.
- 41 Ver en este artículo, «Jarra de cerámica del departamento 25 de Liria», pp. 62-63.
48La escena de otro vaso conmemorativo en Liria, una lebeta fragmentaria conocida como el Vaso del hombre de la sítula, presenta rasgos similares.
Procede del departamento 14, que Helena Bonet considera un posible
lugar sacro, con un monolito central y un espacio con gran riqueza de
material. Una procesión de hombres y mujeres danzan cogidos de la mano.
Precede el grupo de varones, con cintas cruzadas sobre el pecho (sólo se
conserva uno, del que cuelga la falcata, y la mano del que le precede) y
siguen tres mujeres y un jinete a caballo con jabalina. Sobre esta
última figura se ordena una inscripción (¿son antroponónimos?). De la
danza incompleta sólo conservamos el tocador de larga tuba, no la mujer auletris. Otro jinete con flor en la mano (¡gesto de sostener la flor, tan mediterráneo!).
Probablemente muestra una fiesta con infantes y jinetes, con jóvenes de
ambos sexos y el portador de ofrendas en la sítula, tal vez de agua
lustral.
- 42 Ver en este artículo, «El modelo bárcida», pp. 70-71.
49En
todos estos ejemplos la cuidada representación del grupo de edad se
asocia a una extraordinaria abundancia floral, que va mucho más allá de
una mera estrategia decorativa. Hay en estos vasos una necesidad
irresistible de implicar la representación humana junto con el mundo de
las plantas, en el que unos y otros construyen un campo semántico
complementario. En estos ejemplos no puede estar lejos la metáfora, tan
frecuentemente empleada en la Antigüedad, del joven como retoño, como
planta «en la flor de la edad».
Duelos al son de la música
50La repartición de instrumentos y sexo —tuba masculina y diaulós femenino— se repite en un tercer vaso de Liria (fig. 18), la lebeta o gran vaso abierto del departamento 41,
pero aquí en una escena de duelo ritual entre dos varones, en presencia
de un caballo sin montar que podremos asociar al duelo funerario de
Osuna.
No hay datos seguros para determinar la edad de los participantes, pero
los paralelismos textuales (Tito Livio), Osuna y los otros vasos de
Liria apuntan a este mundo de jóvenes, a esta ofrenda ritual de la vida
en flor. Este departamento 41 es otro espacio especial con acumulación
ingente de materiales probablemente votivos (es decir, un lugar de
preservación de la memoria del grupo), con escenas de caza de ciervos, de epifanía, en fin, de riqueza simbólicamente acumulada en la cerámica y sus imágenes.
- 43 Bonet, 1995, fig. 85.
- 44 Ver en este artículo, «El monumento funerario de Osuna (Sevilla)», pp. 67-69.
- 45 Bonet, 1995, fig. 84.
- 46 Ibid., fig. 83.
Fig. 18. — Lebeta cerámica con escena de duelo, Cerro de San Miguel de Liria, Museu de Prehistòria i de les Cultures de València
Bonet, 1995, p. 175.
- 47 Tito Livio,Ab urbe condita, XXVIII, 21.
- 48 Ibid., XXV, 32-35.
51Un
precioso texto de Tito Livio, que relata un episodio aproximadamente
contemporáneo a nuestro vaso, ilumina este tipo de celebraciones
funerarias en Iberia. El pasaje refiere los certámenes individuales, un excepcional munus gladiatorium,
que en 206 a.C. el joven Escipión Africano instituyó en Carthago Nova
(Cartagena), como cumplimiento de su voto a los dioses, en honor de la
memoria de su padre y de su tío, Publio y Cneo, muertos en Amtorgis
frente a los cartagineses.
Los jóvenes nobles luchaban voluntariamente y de forma gratuita en los
juegos gladiatorios ibéricos, no eran esclavos ni gente a sueldo como en
los habituales munera y Tito Livio, desde su mirada romana,
señala la singularidad, la diferencia. La voluntariedad y generosidad
suma de los participantes le concede un valor heroico al certamen. Tito
Livio relata así esta institución, que arraiga en la tradición de la
nobleza ibérica:
52A
algunos los enviaron los régulos como ostentación de la virtud propia
de su gens; otros manifestaron espontáneamente que ellos lucharían para
honrar a su caudillo; a otros los movió el espíritu de rivalidad para
hacer y aceptar desafíos; y algunos resolvieron con la espada las
diferencias que no habían podido o no habían querido resolver
pacíficamente.
- 49 Ver, especialmente, Fernández-Nieto, 1992, pp. 382-384. Ver también Aranegui Gascó, 1992, pp. 319-3
53Tito Livio está describiendo una institución ibérica, una forma de vinculación o fides con el caudillo. Es lo que tenemos precisamente en nuestro recipiente conmemorativo, vaso colectivo y de fiesta de la gens de Liria, protagonizado por jóvenes.
El monumento funerario de Osuna (Sevilla). Un mundo heroico de adolescentes y niños
54Son
jóvenes los luchadores que combaten en duelo afrontándose en una de las
esquinas del monumento, con largos cabellos ostentatorios delante del
casco, tal vez el primer casco que ciñen en su tránsito iniciático (fig. 19, p. 68). La auletrís
y el niño, que en el mismo bloque de esquina marcha en dirección
opuesta (fig. 20, p. 68), incorporan el mundo de la adolescencia al
certamen ritual de los dos jóvenes guerreros, tal vez un ludus escenificado por niños.
Pero, sobre todo, el jinete sobre adornado caballo (fig. 21, p. 69),
que ocuparía probablemente una lastra superior en esta estructura
conmemorativa, apenas llega a ser un adolescente. Puede ser el mismo
difunto, rejuvenecido idealmente, casi niño, en su ascensión heroica,
trasladado a un ámbito celeste, «remotus in auras».
- 50 García yBellido, 1980, pp. 57-60, figs. 64-70; León, 1981 y Olmos,2003.
- 51 Sobre posibles escenificaciones guerreras iniciáticas en Grecia, ver Brelich, 1961, pp. 80-84.
Fig. 19. — Sillar de esquina con duelo, Osuna (Sevilla), Madrid, Museo Arqueológico Nacional
Foto: cortesía del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Fig. 20. — Auletris, Osuna (Sevilla), Madrid, Museo Arqueológico Nacional
Foto: cortesía del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
- 52 Olmos, 2003.
- 53 Castelo Ruano, 1989 y Blázquez, 1997.
55Desde
la nueva lectura la escena es, obligadamente, ambigua. Podría fundirse o
confundirse el tiempo heroico del certamen funerario, tiempo real y
voluntario, del duelo heroico y el tiempo de la memoria:
la joven flautista, engalanada para la ocasión excepcional, subraya
rítmicamente la hazaña, la sitúa en el tiempo histórico del recuerdo y
la fiesta. La música
podría trasladar el certamen a otra esfera, la de su representación. El
certamen devendría así rememoración simbólica a través de los sonidos
del diaulós. Es sobre todo la extraordinaria riqueza que
ostenta el atuendo y peinado de la adolescente lo que enfatiza la
voluntariedad de quienes ofrecen en la lucha —simbólica o real— el valor
máximo que poseen: el modelo de su vida impagable y libre, no comprada.
Fig. 21. — Jinete, Osuna (Sevilla), Madrid, Museo Arqueológico Nacional
Foto: cortesía del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Jóvenes y política
El modelo bárcida
56La
dinastía Bárcida en Hispania desarrolla de forma paradigmática la
relación personal y estrecha del militar adulto que apoya al joven que
le imitará, aprenderá y le sucederá en el puesto de mando de caudillo
militar. Se inicia con la relación entre Amílcar y Asdrúbal
- 54 TitoLivio, Ab urbe condita, XXI, 2, 3-4.
que en la flor de la edad [flore aetatis], según cuentan, se ganó primero la voluntad de Amílcar, luego fue promovido a yerno en atención sin duda a los otros rasgos de su carácter, y como era el yerno, fue puesto en el poder por influencia en el partido de los Barca […], claramente en contra de la voluntad de los nobles.
57El
modelo de Amílcar con Asdrúbal se transmite a su vez de este último a
Aníbal. Sigamos escuchando a Tito Livio, quien resalta la juventud ideal
del nuevo caudillo:
- 55 Ibid., 3, 1-6.
No había dudas de quién iba a suceder a Amílcar ocupando su puesto; la iniciativa militar por la que el joven Aníbal había sido llevado inmediatamente a la tienda de mando y había sido aclamado general con un griterío unánime desbordante, era secundada por el favor popular. Cuando apenas era un adolescente [uixdum puberem], Asdrúbal, por carta, le había llamado a su lado.
58En
el senado cartaginés el procedimiento crea inquietud y se trata la
cuestión. Hannón, jefe del partido contrario, objeta esta resolución de
Asdrúbal, este modelo «juvenil» que trata de reproducir con el hijo de
Amílcar: «Cree Asdrúbal que la flor de la edad que él brindó al padre de
Aníbal para que la disfrutara la puede a su vez reclamar del hijo con
todo derecho». Florem aetatis es la expresión con la que encabeza Tito Livio —enfática, significativamente— la aclaración de Hannón.
59Un
modelo pederástico promueve al adolescente «en la flor de la edad» al
poder en el ejército. Hannón propone otro modelo de edad, una
responsabilidad diferente:
Se debe mantener a ese joven en casa sometido a las leyes, a las autoridades, se le debe enseñar a vivir con los mismos derechos que los demás, no vaya a ser que en algún momento esta pequeña chispa provoque un enorme incendio.
- 56 García-Bellido y Blázquez, 2001, vol. 1, pp. 60-61, fig. 14.
- 57 Villaronga, 1994, p. 65.
- 58 Ibid., pp. 71-74.
60La
moneda hispanocartaginesa de época bárcida, de sentidos tan debatidos,
parece reproducir ese ideal del caudillo o héroe adolescente. En el llamado tipo del elefante
alternan los anversos del varón barbado, adulto, coronado y con clava
al hombro con los del joven imberbe, igualmente coronado y con clava, lo
que pone en circulación y en relación dos modelos diferentes, el del
héroe mítico conquistador de caminos nuevos —al modo de Melcart o
Heracles— o el del antepasado, y el del joven que lo emula o sustituye,
sin que podamos precisar la identidad específica de uno y otro
personaje, aunque sí subrayar el proceso del rejuvenecimiento. Pero es,
sobre todo en la emisión del tipo «cabeza viril y caballo parado»
donde se repite como constante una cabeza juvenil, que en ocasiones
parece incluso un adolescente en «la flor de la edad». Monedas de plata
que circulan entre los mercenarios del ejército resaltan por tanto el
modelo político del caudillo-adolescente, similar al que ponía de
relieve el pasaje citado de Tito Livio.
- 59 TitoLivio, Ab urbe condita, XXI, 22, 6.
- 60 Ibid., XXI, 21, 13. Aludiremos más adelante al valor del joven como rehén en las guerras de conquis
61El
modelo juvenil impera, domina en la empresa de Aníbal en Iberia, de
inspiración divina. De camino por la costa hacia el Ebro, cuando pasa
por la ciudad de Onusa, «durante el sueño, se le apareció un joven de
aspecto divino (iuuenem diuina specie) diciendo que era un enviado de Júpiter para guiar a Aníbal a Italia».
Corre la voz de este sueño, «es fama». En fin, Aníbal es un ejemplo que
pudo tener un poderoso influjo en las diversas sociedades ibéricas
reclutadas con ocasión de la presencia púnica en la Península, a través
del poderoso reclamo político que supuso el ensayo púnico y que prolongó
luego la conquista romana. Recordemos las levas que Aníbal, al inicio
de la segunda guerra púnica, realiza en las ciudades de la Península a
través de reclutadores, con órdenes de que «los cuatro mil jóvenes
escogidos reclutados sean conducidos a Cartago como guarnición a la vez
que como rehenes».
El impacto humano, su repercusión en el ideal de juventud divina
anibálico, debería tenerse en cuenta en la configuración social del
imaginario ibérico, una experiencia probablemente duradera.
- 61 Ver en este artículo, «El monumento funerario de Osuna» (Sevilla), pp. 67-69.
62No deja de ser significativo que este auge del ideal político juvenil coincida con la iconografía heroica del monumento de Osuna.
Estamos ante una fórmula de representación o de convención de «la flor
de la edad», un ideal que asomaba ya en las citadas figuras del
monumento escultórico de Porcuna y, sobre todo, en las repetidas
imágenes de la cerámica ática del siglo iv a.C. pero que va a hallar su plenitud en época iberohelenística.
Roma prolonga el modelo de la virtus del joven príncipe.
Publio Cornelio Escipión en Cartagena
63Tras
la conquista de Cartagena, Escipión examina el número de los
prisioneros y sus respectivos pueblos. La mujer del régulo Mandonio,
entrada en edad, se preocupa por la suerte de las mujeres jóvenes que
han pasado a ser ahora rehenes de los romanos:
- 62 TitoLivio, Ab urbe condita, XXVI, 49, 12.
Otra preocupación me mortifica cuando miro la edad que tienen éstas, pues la verdad, yo ya no corro riesgo de una afrenta de las que puedo sufrir como mujer.
64Alrededor
de ella, estaban, resplandecientes en juventud y hermosura, las hijas
de Indíbil y otras de igual alcurnia, todas las cuales la honraban como a
una madre. Escipión encomienda estas mujeres que son sus rehenes a un
hombre de probada confianza y dignidad. Prosigue algo más adelante el
historiador romano:
- 63 Ibid., XXVI, 50, según la traducción de José Solís en TitoLivio, Historia de Roma, t. ii, pp. 125-1
Luego, los soldados le conducen a su presencia una prisionera, una joven doncella de tan extraordinaria hermosura que por donde quiera que pasaba atraía las miradas de todos. Escipión, preguntándole por su país y sus progenitores, entre otras cosas se enteró de que es la prometida de un príncipe de los celtíberos, cuyo nombre era Alucio. Así pues, llamados de su país los padres y el novio […], se dirige a éste: «Como jóvenes que somos, te voy a hablar de hombre a hombre, para que en nuestra conversación existan menos recelos. Cuando tu novia, capturada por mis soldados, fue conducida a mi presencia, me enteré de que la quieres con toda tu alma y tu belleza da fe de ello; mas, puesto que yo mismo, si me fuera permitido disfrutar del placer de la juventud, sobre todo dentro de un amor limpio y lícito, y los asuntos del estado no acapararan mi atención, querría que a mí, de estar tan enamorado de mi novia, se me concediera esta gracia, he decidido favorecer este amor tuyo que puedo proteger. Tu novia ha sido tratada a mi lado con el mismo respeto que en casa de tus suegros, sus padres; te la hemos guardado para que se te pueda conceder un don inmaculado y digno de ti y de mí. Por este regalo voy a estipular esta única condición: que seas amigo del pueblo romano […]».
El joven, inundado de turbación y de alegría, estrechándole la mano, invocaba a los dioses todos para que correspondieran por él en su agradecimiento a Escipión […]; después fueron convocados los padres y parientes de la doncella, como habían llevado una cantidad bastante grande de oro para redimirla, ya que la muchacha había sido devuelta sin rescate, comenzaron a rogar a Escipión que les aceptara ese oro como regalo […]. Escipión […] ordenó que fuera colocado ante sus pies y, convocando a Alucio a su presencia, le dijo: «Además de la dote que tendrás que recibir de tu suegro, se te añadirán de mi parte estos regalos de boda». Y le invitó a que recogiera el oro y se quedara con él. Exultante por estos regalos y honores, fue despedido hacia su tierra, colmando los oídos de sus conciudadanos con las merecidas alabanzas de Escipión, pues —afirmaba— había llegado un joven semejante a los dioses, que vencía todas las cosas tanto con las armas como con su benevolencia y sus favores.
65El
caudillo romano reproduce el ideal de «joven semejante a los dioses»,
similar al que anteriormente había encarnado Aníbal. Escipión encarna la
visibilidad del joven príncipe que establece con su magnanimidad y sus
dones pactos de dependencia y amistad (amicitia, philía) con los jóvenes de las más nobles familias iberas. La juventud es un valor mediador esencial en los pactos políticos.
Relaciones de dependencia. La práctica de los rehenes
66Las
guerras anibálicas y, más adelante, las prácticas romanas en las
guerras de época republicana, incluyen la toma de rehenes entre las
poblaciones locales, generalmente niños y jóvenes.
- 64 TitoLivio, Ab urbe condita, XXII, 22, 14.
67En
el Libro XXII, 22, se cuenta la estratagema de la liberación de los
rehenes de Sagunto gracias a una argucia del hispano Abelux que engaña,
con el acuerdo de Escipión, al guardián de los rehenes o prefecto, el
púnico Bostar, para la liberación de los niños hispanos. Esta liberación
tendría un doble efecto: desde el punto de vista privado, sería del
agrado de los padres; desde el punto de vista público, oficial, del
agrado de los pueblos. La estratagema serviría, calculaba el traidor Abelux, para conciliar la amistad (amicitia)
de los príncipes de Hispania con los romanos, es decir como fundamento
político. No se menciona en estos ejemplos la edad de los niños o
jóvenes, seguramente adolescentes antes de tener edad de servir en el
ejército.
La educación del adolescente como fórmula de vinculación al caudillo. El episodio de Sertorio en Osca
68Sertorio se rodea de un grupo de niños a los que inicia y enseña para la vida de adultos. El general romano sabe bien que la enseñanza de los niños crea vínculos de dependencia. La paideia reforzará la fides
del joven, que Plutarco menciona a continuación, apenas sin ruptura,
casi en el mismo contexto como si una relación semántica asociara la
educación del niño a su posterior devoción al general, ya como joven o
adulto. Con su actuación Sertorio fomentará los caracteres de una realeza apoyada en la inspiración religiosa.
- 65 Plutarco, Sertorio, XIV, 3.
- 66 Ibid., XIV, 5.
- 67 Plácido, 1989, pp. 97-104, especialmente p. 99.
69El
episodio plutarqueo es de sobra conocido. Sertorio reúne de entre los
diversos pueblos a los hijos de las más nobles familias y los concentra
en Osca, poniendo a disposición de estos niños maestros en enseñanzas
griegas y romanas. Los convierte, de hecho, en rehenes, pero
aparentemente los educaba para que cuando fueran adultos ejercitaran la
administración y el gobierno. Los padres experimentaban un gran placer
al observar a sus hijos, vestidos con las togas pretextas, frecuentar
las escuelas con gran elegancia, y al ver que Sertorio pagaba los gastos
de su instrucción, les hacía pasar frecuentes exámenes, distribuía
premios a quienes se hacían merecedores de ellos y les regalaba
colgantes de oro que los romanos llaman bullae.
Jóvenes y mundo funerario
70Las
necrópolis ibéricas nos ofrecen, en circunstancias afortunadas, los
datos arqueológicos necesarios para identificar a los jóvenes. Pero
junto a los imprescindibles datos científicos de clasificación de los
restos, debemos considerar el tratamiento funerario no sólo como fruto
de una normativa mecánica, sino como expresión de los sentimientos
individuales y colectivos. La sociedad responde a la pérdida de sus
miembros en función de su propio sistema de valores, diseñando un ritual
en el que el nivel económico y tecnológico puede desempeñar un papel
importante. Enfermedad y muerte son una amenaza constante para la vida
social, que no siempre respeta el orden que consideramos «natural», en
el que fallecen los individuos cuando alcanzan la ancianidad. Por el
contrario, los niños son eslabones débiles de esta cadena, especialmente
en sus primeros meses de vida.
Sin embargo, una vez traspasada la fase infantil, la esperanza de vida
aumenta, y se considera que son otros factores más episódicos, como los
reproductivos, los accidentes y la violencia, tanto como las
enfermedades, los que pueden truncar la vida de jóvenes y adultos. De
todo este grupo, la muerte de los jóvenes es quizá la más difícil de
asumir, puesto que se quedan a las puertas de un momento pleno de
integración social, cuando comienzan su periodo reproductivo y su mayor
responsabilidad en el seno del grupo.
- 68 Chapa, 2003 a, p. 119.
La tumba 70 y el monumento fúnebre de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia)
71La
ya citada necrópolis del Poblado, perteneciente al asentamiento de
Coimbra del Barranco Ancho, proporcionó una sorpresa en la campaña
de 1981, al detectarse varios de los componentes arquitectónicos de un monumento tipo «pilar-estela». Diversos argumentos hacen pensar a García Cano que la edificación estuvo originalmente sobre la tumba 70, al contrario de la opinión esgrimida por Ana María Muñoz (1987), que la atribuyó al gran empedrado correspondiente a la tumba 22. Lo que interesa aquí es, en todo caso, su asociación a un espacio fúnebre en el que este túmulo, de más de 6 metros de lado, marca un ámbito esencialmente masculino en el siglo iv a.C., momento al que corresponde el pilar-estela. En la esquina suroeste del empedrado se construyó otro algo más reducido, la ya aludida sepultura 70, que perteneció a un individuo juvenil con un ajuar extraordinariamente rico, en el que las armas estaban ausentes. Algunas, pero escasas, sepulturas femeninas se sitúan en el entorno de las dos estructuras principales.
de 1981, al detectarse varios de los componentes arquitectónicos de un monumento tipo «pilar-estela». Diversos argumentos hacen pensar a García Cano que la edificación estuvo originalmente sobre la tumba 70, al contrario de la opinión esgrimida por Ana María Muñoz (1987), que la atribuyó al gran empedrado correspondiente a la tumba 22. Lo que interesa aquí es, en todo caso, su asociación a un espacio fúnebre en el que este túmulo, de más de 6 metros de lado, marca un ámbito esencialmente masculino en el siglo iv a.C., momento al que corresponde el pilar-estela. En la esquina suroeste del empedrado se construyó otro algo más reducido, la ya aludida sepultura 70, que perteneció a un individuo juvenil con un ajuar extraordinariamente rico, en el que las armas estaban ausentes. Algunas, pero escasas, sepulturas femeninas se sitúan en el entorno de las dos estructuras principales.
- 69 García Cano, 1999, pp. 264-265.
- 70 Ver una valoración en Olmos, 1996, pp. 96-97 y Chapa, 2003 b.
72El cipo cúbico
introduce la iconografía del joven varón como elemento protagonista
(fig. 22). Un niño o joven, vestido con túnica corta y portando lo que
puede ser un cuchillo, es recibido por un personaje solemne, sentado
sobre un taburete forrado y con sus pies descansando sobre un escabel.
El tamaño del varón sedente resalta su importancia frente a los
restantes personajes de la composición, dividida en cuatro planos. Su
condición quizás es divina o heroica, y su actitud protectora, asentando
su mano sobre la cabeza del joven.
Fig. 22. — Varón y niño, Cipo de la necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho, Murcia, Museo de Jumilla
Foto: cortesía del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
73Los
tres paneles restantes están ocupados por jinetes en procesión,
ricamente ataviados y mostrando distintas actitudes. Uno porta un
báculo, otro sujeta la crin o la oreja del caballo y el tercero, muy
perdido, parece llevarse la mano a la cabeza en signo de lamentación.
Bajo las patas de los équidos, dos pequeños animales, ave y posible
conejo, pudieran hacer alusión a las mascotas del joven difunto, que
también deben ser sacrificadas. Una cabecita humana algo deforme en la
misma posición parece representar a la propia muerte o, quizás, a los
antepasados.
- 71 García Cano, 1999, p. 264.
74Sobre
el cipo, y tras un paréntesis constituido por un elemento decorado con
temas vegetales entre los que se cuenta una granada, se sitúa una nacela
de gola. Sobre sus cuatro caras hay cuatro personajes en postura
echada, de los que sólo dos conservan algunos rasgos representativos. Su
posición es extraña, pues «yacen» por encima del nivel del espectador.
Llevan una túnica corta ceñida por un ancho cinturón, y las piernas se
flexionan estirando los pies, lo que refuerza el efecto de su posición
tumbada. García Cano no descarta que estas figuras representen a
guerreros muertos,
pero en cualquier caso pudiera tratarse de una escenificación alusiva
de carácter funerario por parte del grupo de edad del difunto. Un gran
toro remataría el monumento, símbolo de la divinidad y a la vez
asociación metafórica de la fuerza y del poder fecundante de la vida.
75A lo largo del siglo iv
a.C. debieron acentuarse las instituciones hereditarias marcadamente
patrilineales, y los jóvenes adquieren una mayor visibilidad social.
Esta construcción sintetiza el orden categórico del mundo masculino,
desde que los niños abandonan su condición para acceder a su
reconocimiento como próximos adultos. A su vez, éstos muestran sus
diferencias de rango y/o edad a través de sus vestimentas y de su
arreglo físico. El artista ha concebido un espacio y un tiempo diversos.
La escena del niño y el personaje sedente es imagen de aceptación,
reposo y serenidad. Los jinetes, por el contrario, implican movimiento,
pertenecen al mundo de los vivos y se separan con dolor del joven
difunto. Las figuras yacentes aluden también a los muertos, pero su
posición aérea es contradictoria y su comprensión queda abierta. El rico
ajuar de la tumba 70, asociado a un individuo juvenil, pudiera convenir
a una construcción de esta envergadura, pero sus elementos quedan sin
atribución segura, puesto que los análisis antropológicos no pueden
definir si se trata de un varón o de una mujer.
Las «damitas» de Mogente
76Muy similar en su concepción fue este segundo monumento, encontrado en peores circunstancias en la necrópolis del Corral de Saus.
El fuste del pilar-estela pudo ser aquí liso, pero se repite de nuevo
el elemento con decoración vegetal y un capitel de gola, decorado en
esta ocasión con cuatro muchachas jóvenes (fig. 23). Su posición es de
nuevo yacente. Una apoya los pies junto a la cabeza de la siguiente, y
mientras que sus brazos izquierdos se alinean con el cuerpo, los
derechos se levantan en ángulo recto, enlazando unas figuras con otras y
resaltando una composición que busca superar la compartimentación
impuesta por las facetas del sillar.
- 72 Almagro-Gorbea, 1987 e Izquierdo Peraile, 2000.
Fig. 23. — «Damitas» del monumento funerario del Corral de Saus, Valencia, Museu de Prehistòria i de les Cultures
Dibujo: F. Chiner.
77Las
jóvenes van ataviadas con túnica larga que se ciñe entre las piernas, y
con un cinturón. Sus cabezas sin velar, sus largas trenzas, terminadas
en un aro que actúa como pesa y adorno y la ausencia de manto, indican
su condición juvenil. Su actitud es, como en el caso de los guerreros de
Coimbra, pasiva, con las cabezas ligeramente inclinadas hacia abajo y
los pies estirados, sin posibilidad de que se trate de figuras estantes.
Simbolizan un proceso fúnebre, en el que quizás hubo representaciones
ritualizadas indicando la posición de la difunta, probablemente mujer
—casi una niña— en este caso.
- 73 Almagro-Gorbea, 1987, p. 203 e Izquierdo Peraile, 1997.
- 74 Simon, 1990, pp. 217-219, Lám. 41.
78En sus manos llevan delicadamente unos frutos que han sido identificados con granadas, aunque con ciertas reservas73.
La analogía con el relato mítico griego de Hades, Perséfone y su madre
Deméter, en el que desempeña una función esencial la granada, ofrenda y
alimento de los muertos, se apunta como un camino iluminador. Análoga
parecería también la simbología —funeraria y nupcial— de la presentación
femenina de frutos, que pone en relación íntima el mundo de los vivos y
de los muertos. Como en las escenas griegas de karpología,
ritual de recogida de frutos cuya escenificación conocemos en vasos de
cerámica ática y suritálica y en relieves de terracota de Locri,
la participación colectiva en la recolección y mostración del fruto
iniciático por grupos de muchachas jóvenes y solícitas en torno a la
compañera elegida, la difunta, parece centrar este complejo programa
esculpido en el Corral de Saus.
- 75 Izquierdo Peraile, 2000, p. 260.
- 76 García y Bellido, 1943 y León, 1999, pp. 97-98.
79La
edad casi infantil de las «damitas» puede ser apreciada de diversas
formas. Una posible lectura es la que plantea Izquierdo, según la cual
esta representación sería «la expresión monumental de una comunidad
jerárquica y organizada, cuya élite se representa a sí misma en la
imagen de una mujer explícitamente joven».
Sin embargo, esta construcción podría ser realmente el monumento
conmemorativo de una mujer al final de su infancia o en su primera
juventud, a la que correspondería, como en el caso de Coimbra, una
escenificación funeraria por parte de su grupo de edad. Las largas
trenzas son aquí, como en diversos exvotos de bronce o en la flautista
del propio monumento de Osuna, un rasgo caracterizador de la edad, estando ausente el velo que siempre llevan las mujeres ibéricas más mayores.
80Si
el monumento de Coimbra del Barranco Ancho resulta llamativo, más lo es
éste de las «damitas», puesto que cambia totalmente el sentido
masculino del primero para mostrarnos un mundo femenino entre la
infancia y la juventud. Parece que en la sociedad ibérica de estos
momentos avanzados del siglo iv a.C.,
las distintas familias y linajes tienen ya la suficiente autonomía como
para hacer construir monumentos dedicados a personas con las que se
tiene una relación más afectiva que de reconocimiento social. El grupo
se compartimenta y jerarquiza en líneas familiares, otorgando a sus
descendientes un valor crucial en la reproducción de las estructuras
aristocráticas. Niños y jóvenes adquieren por su contexto familiar un
puesto de relevancia social, y en su muerte se invierten cuantiosos
recursos. La juventud se hace más visible que nunca en un contexto
habitualmente poco explícito como es el del mundo ibérico.