Se ha erigido un aparatoso decorado en el lugar donde fue hallada el 4 de agosto de 1897 la Dama de Elche, en el Yacimiento de L'Alcudia. Es éste un yacimiento humilde pero con bastantes posibilidades.
Sólo
hay que dar un paseo por el Museo con el que cuenta el propio
yacimiento (independiente del Museo Arqueológico de Elche o del MARQ) y
uno cae enseguida en la labor realizada hasta ahora y en las sorpresas
que puede deparar el futuro en un lugar en el que se han hallado restos
prehistóricos, íberos, romanos, visigóticos y medievales de cierta
importancia.
Sin
lugar a dudas, el reclamo del yacimiento es el hallazgo de la famosa
Dama de Elche que realizó fortuitamente un agricultor adolescente
cuando finalizaba el siglo XIX. Existen versiones que tratan de hacer
ver que la Dama de Elche no es más que una muy cuidada imitación que
realizaría un artesano de la zona aprovechando la estancia en Elche de
Pierre Paris, arqueólogo frances que negoció su compra para el Louvre.
En la actualidad se la considera un busto íbero realizado, posiblemente,entre los siglos III al V a.C.
El análisis de la pigmentación que aún cubre alguna parte junto con el
análisis comparativo de alguna de las joyas y fíbulas que decoran a la
Dama (que difícilmente podrían reproducir tan exactamente los artesanos
estafadores de moda en aquella época) son algunas de las más evidentes
pruebas a su favor. Es muy posible que la Dama de Elche
sirviera como reservorio donde ubicar las cenizas de algún difunto,
alguna reliquia o un objeto sagrado (dado el agujero practicado en su
espalda).
A
pesar de lo estrambótico del templete de homenaje, en la visita a
L'Alcudia uno no puede más que sentirse emocionado ante el significado
que representa el área arqueológica: nos encontramos ante una de las
más importantes ciudades íberas de la Contestanía, antecesora de la ciudad romana Illici Augusta Colonia Julia, la futura Elche que se construiría un poquito más al norte heredaría su nombre.
El
yacimiento cuenta con un foro, algunas domus, un aljibe, unas termas y
otras estructuras entre las que destacan los restos de una basílica
paleocristiana (construida sobre un templo íbero reconstruido al lado).
Pero algunas de las cosas más sorprendentes se ubican en el Museo cercano al yacimiento. Una de ellas, la reproducción de un Calamón (Porphyrio porphyrio)
entre la decoración de uno de los mosaicos romanos de los que dispone
el Museo. Se trata de un mosaico de los habitualmente dedicados a
motivos acuáticos y de fauna.
En
una esquina se sitúa un ave, muy posiblemente un calamón, que de
acuerdo con las últimas teorías quizá fuese domesticada en época
romana. Ello hace más sorprendente la situación de peligro de extinción
que esta especie vivió en los años 60-70, situación que afortunadamente
parece haber superado.
El Museo cuenta con una buena colección de piezas neolíticas, ibéricas y romanas. Entre las ibéricas están piezas muy conocidas como el torso del guerrero con el peto en forma de cabeza de lobo.
Pero son quizá las cerámicas decoradas en estilo elche-archena las que más nos entusiasmaron.
Contestania es el nombre que dan los autores antiguos (Estrabón, Plinio en su Historia Natural,
Ptolomeo) a la región sureste de la península ibérica (equivalente al
Alicante actual) donde vivía la tribu ibera contestana, cuya cultura
está muy influida por la cercanía a la costa y la facilidad que ello
suponía para el comercio con fenicios y griegos.
Entre las manifestaciones artísiticas más sobresalientes de los contestanos, además de la Dama de Elche, se encuentran los motivos decorativos de sus cerámicas que han dado nombre incluso a un estilo, el de Elche-Archena (antes llamado de Archena a secas) que incluye abarrotadas
escenas, especialmente zoomorfas, que apabullan al observador
entretejiendo las figuras con motivos geométricos y vegetales. Es asimismo habitual la presencia de figuras humanas en estas cerámicas (al lado, una figura femenina monta a pelo sobre un caballo). En el Museo de L'Alcudia hay una buena representación de todo ello.
La cerámica ibérica,
según el arqueólogo Ruiz Molinos, pasa por seis fases en función de la
época en la que fue realizada. Muchas de las cerámicas del Museo de
L'Alcudia pertenecerían a la etapa Ibérico IV (350/300- 175/150 a.C.) o
Ibérico pleno-tardío, etapa en la que aparece el estilo Elche-Archena.
Entre las más sorprendentes, el impresionante kalathos llamado de "la tonta del bote",
nombre procede de los rostros que aparecen bajo las asas de este enorme
vaso ibérico y cuya imagen, después de un curioso juicio por sus
derechos, es en este momento el logotipo del Museo.
Este vaso presenta una riquísima decoración simbólica, por lo que pudo tener un uso cultural o ritual.
En
realidad, llaman la atención todas las vasijas y jarras ibéricas con
este tipo de decoración. Algunas de ellas son realmente fascinantes.
Por ejemplo, el vaso en el que aparece una figura humana envuelta en un manto con capucha sujetando las riendas de un caballo ensillado que camina detrás de él.
Según
la documentación, esta escena responde bien a un tema de la vida
cotidiana o bien una escena de tipo funerario, en el que un ibero
conduce el caballo de un difunto cuya alma, en forma de pájaro con las
alas extendidas, les sigue.
En cualquier caso, es una imagen
muy poderosa y muy relacionada con el resto de imágenes zoomorfas tan
abundantes en esta estética ibérica.
El ave con las alas extendidas es uno de esas imágenes y, además, una de las más extendidas. Posiblemente se trate de un ave rapaz (un águila, por ejemplo).
El que el pico no se corresponda con estas aves más bien se puede deber al simbolismo que busca el dibujo.
Además
de estas aves, en las cerámicas aparecen jabalíes, peces, conejos o
liebres, caballos, toros, cabras y un largo etc de fauna que,
acompañados por la decoración típicamente vegetal de zarcillos y hojas
de hiedra, representan la significación que los pueblos ibéricos le
concedían a la naturaleza que les rodeaba.
Pero son los lobos
los verdaderos protagonistas de estas cerámicas. El lobo representa un
verdadero icono religioso o social para los iberos. Aparecen lobos en
sus escudos, en algunas lápidas funerarias, en las grandes esculturas
tan representativas de la época... y por supuesto, en la decoración de
las cerámicas de Elche-Archena.
Aquí el lobo, interepretado como el "carnicero", aparece siempre en actitud fiera y desafiante, con las fauces abiertas,
como figura completa o en protomo, siendo "domado" o cazado por el
hombre o manifestando su poder y gran presencia apareciendo como figura
que ocupa mayor espacio en muchas de las cerámicas del Museo de L'Alcudia.
Estos carniceros, al igual que las aves con alas extendidas, son muy representativos del estilo Elche-Archena y fueron pintados utilizando pigmentos basados en óxidos de hierro, manganeso y aluminio.
Una
de las cosas más curiosas que se pueden observar en los amplios fondos
del museo es, precisamente, la evolución de esta cerámica ibérica. Tras
la conquista por parte de Roma y la consiguiente romanización de los
pueblos indígenas de la península, la decoración ibérica va
desapareciendo poco a poco.
Aún
se pueden hallar vasos y platos del siglo I a.C con alguna decoración
que recuerda a la ibérica pero que paulatinamente se irá basando en
figuras geométricas y vegetales no quedando rastro siquiera de
carniceros, aves o jabalíes.
Al final de época romana no hay huella de los estilos iniciales de época íbérica, ni de su abarrotado y barroco imaginario.