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martes, 29 de noviembre de 2011

L ´HORT DE LA TORRE




El yacimiento ibérico del Huerto de la Torre que ahora presentamos, se conoce como consecuencia de los trabajos arqueológicos que comenzaron en enero de 2007, después que el año anterior se detectaron vestigios arqueológicos en los trabajos de urbanización de unos terrenos propiedad del Ayuntamiento de Villalonga.
Una vez excavada la zona de las silos y estructuras de época romana y medieval, nos centramos en el edificio ibérico.

El Huerto de la Torre se encuentra en el término municipal de Vilallonga, muy cerca de la antigua población de Buixerques, en la partida del mismo nombre y frente al recinto amurallado antes mencionado. Se trata de una zona de terrazas situadas unos 15 metros sobre el río Serpis, junto al Gorg de la Torre, y muy aptas para el cultivo. En la actualidad es una zona de naranjos que ha pasado a ser urbanizable para la ampliación del núcleo urbano.

EL EDIFICIO

El edificio consiste en una sencilla estructura, de tendencia rectangular, de aproximadamente 7,5 m por 4,3 m, con un acceso en el muro occidental y sin compartimentación interior. Los paramentos oeste y sur se encuentran afectados por una canalización de época medieval y dos silos. Asimismo, los otros paramentos, mejor conservados, también se encuentran afectados por varias reembolsadas tardorromana y por el camino de acceso a la torre. El límite occidental del edificio coincide con el de la zona excavada. De esta manera, durante la intervención arqueológica no se podía asegurar si el edificio era aislado o formaba parte de uno mayor, así como no podemos saber si en la zona no excavada existen más edificios de esta época.
La estructura en cuestión está formada por muros, de los cuales sólo conservamos la cimentación o zócalo, ya que sería visible en la parte interior, pero no en el exterior.
Esta se compone de bloques de piedra irregulares, trabados con arcilla, que forman un solo paramento en el interior rebajado. Por las características del hundimiento, con abundancia de piedras, podemos suponer que el zócalo debía tener una altura mayor, y que el alzado sería de tierra pisada, pero no de adobes. También existe la posibilidad de que el alzado de las estructuras fuera todo de mampostería, como se observa en yacimientos contestanos del Puig y la Serreta de Alcoy, y el Pic Negre de Cocentaina .
Respecto de los adobes, son de color verde y rojo intenso, endurecidos por la acción del fuego. Ninguno de ellos nos ha dado una forma completa y se reconocieron por su textura y coloración distinta a la del resto de tierras. Se han encontrado fragmentos de adobes junto a cenizas en el ángulo suroeste, precisamente la zona más arrasada, que parecen tener una función específica, tal vez un hogar u horno. La tierra de todo el estrato de hundimiento es arcillosa, muy plástica, de color rojo intenso y sin casi intrusiones, por lo que consideramos que el alzado de los muros podría ser de tapia o quizá de "manteado", sin revestimiento de cal.

Dentro del derribo del edificio también encontramos partes de un gran molino y algunos elementos realizados con hierro.
El molino es rotatorio, está realizado con piedra caliza fosilífera, de color blanco con vetas rojizas e intrusiones de cuarzo rojo, y consta de dos partes: el elemento pasivo que corresponde a la parte inferior y es de aproximadamente 34 cm de diámetro conservado y 18 cm de altura, con un agujero central reforzado con plomo, y un elemento activo o muela que representa la parte superior y tiene unos 60 cm de diámetro y 14 cm de altura, con asas perforadas, de las cuales se conserva una que tiene 6 cm de diámetro y 8 cm de altura. no se ha encontrado ningún fragmento in situ, ni apoyo donde supuestamente debía estar fijo, tal como se observa para este tipo de molino en el Puntal dels Llops, en Olocau.

El molino rotatorio, atendiendo a su tamaño, necesitaba dos personas para su funcionamiento, y representa una acción de transformación agrícola que sobrepasa las necesidades de una familia. También se han encontrado fíbulas de hierro y algunas llaves.

 

En cuanto a la cronología que podemos obtener además de las cerámicas, observamos que las fíbulas de La Tène I aparecen en los poblados contestanos a partir de finales del siglo III a C, y sustituyen a las fíbulas anulares hispánicas, y es muy frecuente en contextos de inicios del siglo II a C.
A la hora de interpretar la estructura, lo primero que debemos de observar es la técnica constructiva, donde faltan los paramentos sólidos, el pavimento y una compartimentación interna.
Esto nos hace suponer que el hábitat no debió ser permanente, ya que las construcciones ibéricas son más consistentes en los poblados excavados. Esta estacionalidad también se refleja en los objetos de su interior, dado su carácter heterogéneo, ya que encontramos material tanto de uso doméstico, como de almacenamiento, industrial y de transporte y, por tanto, no puede tratarse de un edificio industrial ni tampoco de una simple residencia.
Tanto por la fragilidad de la estructura, como por la diversidad de materiales, suponemos que nos encontramos ante una construcción de uso temporal, lo que suele llamarse una cabaña.
Esta cabaña debió alojar un grupo familiar durante la temporada en que se realizan tareas agrícolas, como la siega, la molienda y, incluso, la distribución de excedentes.
Toda la cerámica documentada en la capa de derribo de el edificio que presentamos es de técnica ibérica. las únicas importaciones, de origen itálico, se encuentran en los niveles superficiales, aunque seguramente vinculados al único nivel ibérico, y son escasos los fragmentos de ánfora y de cerámica campaniana A. 
El conjunto recuperado entre el derribo del edificio presenta unas características bastante homogéneas: excepto algunas veces, se trata de pastas similares, de tonalidades anaranjadas con intrusiones pequeñas y algunos puntos de cuarzo y de cal, que suelen provocar vacuolas. El material aparece muy fragmentado y la tierra del yacimiento, por sus características y las constantes acumulaciones de agua, ha disminuido la calidad de la pátina y la decoración, que es siempre de color rojo vinoso y casi no se distingue. Sólo una pieza presenta características claramente distintas a las citadas: un pequeño calado, de pasta totalmente diferente, y que conserva casi toda la decoración. Respecto a las cerámicas de cocina (Grupo B), los fragmentos recuperados son todos parecidos, alisado en el exterior, con una pasta con abundante desengrasante blanco, y con un repertorio limitado a ollas y tapa 

Cerámica de transporte  y almacenamiento

ANFORAS

Las ánforas ibéricas pueden utilizarse tanto para el almacenamiento
como para el transporte tratándose  de un recipiente multifuncional.
Los individuos identificados, tres de ellos presentan características técnicas y morfológicas similares.
Son de pasta anaranjada y es difícil saber si se trata del tipo I-6 de Ribera (1982), característico del área edetana.
Se trata de ejemplares de cuerpo de tendencia cilíndrica, con líneas incisas, por la presión de cuerdas, a la altura del hombro, que es redondeado, donde se colocan las asas.
El labio tiene un engrosamiento achatado en el interior, un poco elevado en el exterior, y un diámetro de boca que oscila entre los 15 y los 18 cm. De esta forma encontramos abundantes paralelos, aunque parecen ser una producción local.
Aquí podemos encontrar tinajas, tinajillas, lebes, olpes, calathos, vajillas de mesa, platos que pueden relacionarse con la cerámica campaniense, orzas, bols, una botellita, una copita. Cabe destacar la ausencia de oinochoes.
La cerámica del edificio ibérico nos aporta una cronología cercana al último tercio del siglo II a C. Debido a la ausencia de importaciones, nos tenemos que basar en las imitaciones de las cerámicas itálicas y en los calados, que son considerados un fósil director. El resto de cerámicas ibéricas nos remiten producciones características del final del Ibérico Pleno, tanto del área edetana como contestana.
Respecto a la vajilla que imita las producciones itálicas, tenemos varios ejemplares que nos ofrecen una datación genérica de la segunda mitad del siglo II a C, con algunas puntualizaciones. También tenemos imitaciones de cerámica campaniense, que ofrece una datación un poco posterior, a partir de la mitad del siglo II a C.
Y finalmente, los cubiletes que encontramos son producciones de técnica ibérica influidas por las primeras cerámicas de "paredes finas" romanas que llegan a la península junto con la vajilla de barniz negro y las ánforas, que podemos datar también a partir de la segunda mitad del siglo II a C.
La mayoría de los tipos documentados son tradiciones del Ibérico Pleno, y los encontramos en los yacimientos de esta fase que desaparecen a principios del siglo II a C, pero también destaca la ausencia de algunas formas muy utilizadas en yacimientos del siglo III a C, como son las tinajas y tinajillas con hombro, los jarrones de boca trilobulada o los platos de labio colgante recto que imitan la forma Lamb. 23. 
Sólo algunas piezas nos ofrecen una datación más concreta, como es el caso del Olpe núm. 1, que aparece en los niveles de destrucción de la Seña (c. 150 aC), del poblado.

Después del estudio, tanto de las estructuras como los materiales de su interior, podemos afirmar que este yacimiento es un edificio aislado, datado en el último tercio del siglo II aC, y con una función claramente agrícola y estacional, ya que no dispone de estructuras excesivamente sólidas ni compartimentación para distintos ámbitos domésticos, y se encuentra en una zona poco protegida y alejada de los núcleos principales de población.
Se trataría de una forma de explotación de los recursos, tal como hasta nuestros días han existido las casetas de campo, de modo que las tareas agrícolas se combinarían con la residencia para proteger la producción y para evitar el desplazamiento diario al poblado de origen. De este modo,  su interpretación hay que hacerla con relación al poblamiento comarcal con el que se vincula necesariamente.
La excavación de este fondo de cabaña en terreno llano, adscrito al Ibérico Final, implica un mejor conocimiento a la hora de valorar el sistema de poblamiento del mundo ibérico en las tierras del sur de la actual provincia de Valencia, en la comarca de la Safor. Esta zona se sitúa en la parte norte de la Contestania, con abundantes puntos en común respecto a la zona central en cuanto a cultura material (Grado, 2002). En un reciente estado de la cuestión del poblamiento ibérico en la Safor (Grado, 2000), sólo se documentan dos yacimientos situados en el plan y de cronología similar: Ador y el Camino del Plan de Oliva.
Del yacimiento de Ador no se dispone de mucha información, pero
la proximidad en el Huerto de la Torre lo hace interesante en cuanto a que también es un yacimiento ibérico en plano y con una categoría de "caserío" y misma datación, del Camino del Plan, consideramos que no se puede conocer la extensión, que el autor supone mayor que un caserío, y respecto a la cronología, su registro cerámico es muy similar al del Huerto de la Torre, lo que refleja su contemporaneidad.
A la hora de valorar la categoría del asiento dentro la organización territorial observada en la Contestania, primero debemos considerar la funcionalidad y su carácter temporal, así como su extensión, menor de media hectárea, lo que supondría lo Grado llama "Caserío".
Este es un tipo de instalación que depende de un núcleo mayor de población, tanto para la defensa y administración, como para la vivienda durante el resto del año.
El Huerto de la Torre, también depende, directa o indirectamente, de un oppidum, que no estamos en condiciones de reconocer. Algunos de los yacimientos ibéricos más sugerentes para ejercer esta categoría por proximidad son el Rabat (Rafelcofer), el Castillo de Palma (Palma de Gandía) y el Castillo de Villalonga. De estos dos últimos yacimientos no se ha realizado ningún estudio ni intervención, y la del Rabat está muy centrada en el momento Sertoes, aunque también se identificó una fase de finales del siglo III a inicios del II a C (Aparicio y el, 1983).
La única finalidad del asentamiento del Huerto de la Torre está relacionada con la explotación agrícola de su entorno.
La presencia del molino rotatorio confirma la importancia de una agricultura cerealística, para el consumo propio del grupo familiar familiar que la explotaría, pero también para la distribución de excedentes, ya que se trata de un molino con capacidad para transformar mucho más grano de lo que cualquier familia necesita, y más si atendemos las reducidas dimensiones del edificio. dentro de esta vinculación del edificio con el cereal, aparte del molino, el podal también implica una función relacionada con las tareas agrícolas. Finalmente, también nos informa de la funcionalidad agrícola su emplazamiento
El tipo de suelo donde se ubica el yacimiento es de capacidad elevada y se encuentra en escasos 50 metros de otros suelos de una capacidad muy superior para la presencia de las generosas aportaciones del río Serpis.
Por otra parte, el comercio no representa una actividad importante en el yacimiento, fuera de la producción de los excedentes destinados al asentamiento de origen que se debía encargar de su redistribución. Tampoco hay evidencias de ninguna otra actividad económica, dado el carácter específico del edificiodentro de la economía ibérica.