El poblamiento
Paralelamente, el número de yacimientos
protohistóricos y orientalizantes en el País Valenciano también ha ido en
aumento, comprobándose que se sitúan indistintamente en el interior o en la
costa pero siempre vertebrados en torno a los ejes fluviales más importantes;
este panorama desmiente las primeras tesis que señalaban un poblnmiento
esporádico y distribuido de manera irregular. Opiniones más recientes aducen
cambios en la estrategia de ocupación del territorio al iniciarse la época
ibérica antigua pero si es cierto que algunos poblados protohistóricos se
abandonan en torno a mediados del s. VI aC y surgen es
nooilo una parte de los ibéricos, muchos mantienen una
ocupación continuada, de lo que se deduce un poblamiei-ito más estable de lo
que imaginamos. La intensidad y distribución de enclaves que va conociéndose
para la fase ibérica antigua refleja un modelo bastante similar al del período
anterioi-; quizá factores más circunstanciales que de orden cultural expliquen
algún día los abandonos de algunos enclaves y el traslado de la generación
posterior ya ibérica a otro lugar.
Con un simple examen del mapa de distribución se
entrevé lo que se manifiesta como un rasgo significativo: el reducido poblamiento.
No podemos negar que el número de yacimientos se vea ampliado a medida que
avance la investigación, pero no creemos que llegue a alcanzar el total de
yacimientos de época plena, que es cuando se produce un crecimiento de
población realmente manifiesto. Por otro lado, si nos detenernos en la
situación concreta en relación con el medio físico observaremos que los
enclaves contestanos se encuentran en la línea costera y junto a la
desembocadura de un río. La ubicación de La Alcudia no nos debe llevar a engaño
porque
si en el mapa actiial parece relativamente
alejada de la costa, en la antigüedad se
encontraba en el límite de la zona lagunar navegable en la que se
fundían los ríos Segura y Vinalopó en su salida al mar, luego a
todos los efectos situada en la antigua línea costera. El
poblamiento antiguo contestano no se diferencia en este sentido de
lo que se observa en otras regiones: un
poblamiento escaso. reducido a pocos enclaves junto a ejes fluviales de
importancia o preferentemente en sus desembocaduras si se trata de áreas
litorales'.
Parece deducirse de estas palabras que el
interior estuvo despoblado, pero no es así en absoluto. Recientes prospecciones
en los valles de la montaña alicantina documentan una serie de hallazgos
superficiales de cerámica fenicia e ibérica antigua que indican la existencia
de un poblamiento de estas fechas cuyas características esperamos conocer
pronto (MARTÍ y MATA, 1992). Por otro lado, los materiales fenicios
descubiertos en El Monastil (Elda) (POVEDA, 1995) confirman la continuación del
hábitat desde la Edad del Bronce hasta enlazar con el poblado ibérico, cuya
fase antigua ya se conocía, y se añade así otro punto más en el interior, el
valle medio del Vinalopó. No es válida la idea de un poblamiento reducido a la
costa. pero sí parece perfilarse una cierta diferencia: en los valles del
Alcoi-Comtat. la mayoría de los puntos de hallazgos registran cefiímica fenicia
junto con ibérica antigua, y en
buena parte de ellos incluso cerámica a mano
prehistórica, de lo que parece deducirse casi como norma la continuidad en los
hábitats, evidente en el caso de El Monastil en la costa, por el contrario, es
donde se dan las fundaciones de poblados ibéricos'
coincidiendo con enclaves que no se ven interrumpidos (La Alcudia, Saladares).
Parece que si hay algún movimiento de población entre el filial del período
protohistórico y el inicio del inundo ibérico, éste tiene lugar en los
territorios. costeros. Habría que calibrar hasta que punto no
es éste un rasgo propio de la Contestania, porque en las costas del norte de
Valencia y Castellón los poblados
costeros con niveles ibéricos antiguos conocidos hasta ahora suelen presentar
un hábitat continuo desde fines del s. V II
a C.
SOCIEDAD Y ESTRUCTURA URBANA EN
EL MUNDO IBÉRICO
Todo consistió, en principio, en una
reestructuración territorial afecta
fundamental e inicialmente a la baja Andalucía,
con la aparición de asentamientos caracterizados por la obediencia a una
estrategia territorial típicamente urbana, basada en la potenciación o creación
de núcleos básicos de gran vocación viaria por la importancia de un factor
ahora determinante: la comunicación y el comercio y la apertura a un horizonte
geográfico muy vasto y ambicioso, ajustado, de forma verdaderamente
revolucionaria, a la ‘economía mundo’. Era, en términos antropológicos y
culturales, un salto cualitativo en la historia de la humanidad, protagonizada
por una especie humana verdaderamente nueva, la que puede definirse como propia
del zoon politikón aristotélico, la era del urbanita.
En este episodio fundamental, centrado
geográficamente en el Mediterráneo y
alentado principalmente por las creativas civilizaciones de su ámbito oriental,
tuvieron un temprano papel, con precocidad que asombró entonces y ahora, las
tierras occidentales, lo que visto en la lejanía desde Oriente produjo en la
Antigüedad el punto de extrañeza y de mitificación que señala al nombre y la
idea de Tartessos.
Circunstancias de todos conocidas, como la posesión y el
comercio de metales entonces imprescindibles, singularmente el estaño, y las
disponibilidad de magníficas tierras para la agricultura y la ganadería,
hicieron de la baja Andalucía un foco de precoz arraigo de la vida urbana.
Arqueológicamente constatamos la aparición de
importantes centros de ocupación, que perduran en las ciudades históricas bien
documentadas después en las fuentes, y serán las que se consolidan en los
centros urbanos que, en su papel estructurador del territorio, alcanzan hasta
nuestros días.
Es
el caso de ciudades como La Fonteta (Guardamar), en la costa, que ha
mantenido durante toda su historia su privilegiado papel de puerto de mar y
punto de salida para el comercio de los productos de su hinterland, y
destacadamente los arrancados a los ricos campos de toda la Vega del Segura; o Illice
(Elche- Alicante), un gran enclave estratégico en el sur de la Contestanía,
de principal importancia para la navegación y el comercio en el ámbito
principal de la desembocadura del Vinalopó, cuyo pueto era Portus Illicitanus (
Santa Pola –Alicante).
Bien se sabe, que la consolidación de la
estructura urbana ibérica, en todos los sentidos, tendrá su episodio definitivo
como fruto de la colonización, fundamentalmente fenicia, también extendida a
estas tierras del occidente mediterráneo con una notable y afamada precocidad.
Es otro fruto de la investigación reciente la constatación de una acción
colonial decisiva, apoyada en la creación de importantes centros coloniales
costeros, con Gadir (Cádiz) a la cabeza, y su rosario de centros menores
repartidos por toda la costa, en una red litoral que los progresos
arqueológicos permiten
comprobar muy extendida hasta la costa atlántica
portuguesa, y bien al norte, e igualmente avanzada por el litoral mediterráneo,
donde la presencia colonial fenicia se funde con la griega hasta,
prácticamente, las aguas mediterráneas endulzadas ya por el Ebro. Pero es tanto
o más importante, en cuanto a la irradiación colonial, la comprobación de una
fuerte penetración fenicia en el
interior, en lo que podríamos llamar el corazón
del territorio contestano, imprescindible para entender el robustecimiento
definitivo de la estructura urbana apoyada en el poblado Fenicio de La Fonteta.
Tanto la Contestanía como el levante
peninsulares se convertirán en escenario de un rápido desarrollo urbano,
alentado por influencias tartésicas y coloniales, en una fase posterior a la
propia de la inicial en la baja Andalucía, aunque no muy lejana temporalmente.
Entre otras cosas, en fechas ya del siglo IV
a.C., se reconoce la
definición de una zona ‘palacial’, sede de la cúspide aristocrática que
lideraba la comunidad residente en el oppidum, que ocupaba casas
complejas y bien ordenadas en calles de trazado regular (Ruiz y Molinos 2007).
Es una buena muestra de la paulatina aparición de grandes oppida que
irán articulando el territorio ibérico con una precocidad para el mundo ibérico
bien atestiguada en la alta Andalucía por su vinculación geográfica y cultural
con el área nuclear de Tartessos y la comunicación con la costa mediterránea
por diferentes pasos, entre ellos la continuidad de la gran arteria de la Vía
Heraclea o Augusta.
Por su parte, en el sudeste y la franja
levantina, donde se hallan algunos de los territorios clásicos o nucleares de
la cultura ibérica, como la Contestania y la Edetania, la estructuración urbana
ibérica, su modalidad y su cierta precocidad han adquirido un nuevo semblante
por el descubrimiento reciente de una directa presencia colonial fenicia en
plena costa contestana, en el asentamiento de la Fonteta, en las dunas de
Guardamar del Segura (Alicante).
Su envergadura y su amurallamiento lo sitúan en
la misma línea de apoyo a un ambicioso proyecto de control territorial que
acredita, para el caso de la colonia principal de Gadir, su proyección
costera en el importante núcleo amurallado del Castillo de Doña Blanca.
Los nuevos datos vienen a confirmar, como en
tantas ocasiones, antiguas noticias contenidas en las fuentes literarias, sobre
todo la proporcionada por un pasaje de la conocida Ora Maritima de
Avieno, según el cual fueron los fenicios los primeros habitantes de la región
del Segura o de la costa levantina de forma más general: Ista Phoenices
prius loca incolebant (O.M. 459-460). Es
quizá una referencia a que ellos debieron de ser los primeros habitantes
“extranjeros” de la zona, anteriores a los griegos que también se harían
presentes en estas costas, como se ha subrayado recientemente (Villalba 1994,
125-128).
La
investigación arqueológica, como decía, acumula datos sobre la presencia o la
influencia fenicia en la región (González Prats 1991), en el marco de una
considerable incidencia en toda la costa mediterránea de la Península, un
fenómeno también largamente barruntado, pero que adquiere en nuestros días una
incuestionable relevancia (Bendala 2003a).
Porque, en efecto, sólo gracias a la
evidencia que representa la directa presencia colonial fenicia en la costa
contestana puede explicarse el temprano y específico desarrollo urbano y
urbanístico de los numerosos lugares de esta zona que la investigación
arqueológica ha ido poniendo a la luz o en valor en los últimos años.
El
hecho es que en el mundo cultural ibérico se constata una etapa de formación
urbana que remite a la época tartésica y colonial, seguida de otra de
consolidación, con fuerte proyección urbanística y arquitectónica, que, grosso
modo, se desarrolla a partir de momentos avanzados del siglo VI
a.C. y llega hasta lo que
suele entenderse por fase del ibérico pleno, entre los siglos V
y III a.C.;
a todo lo cual siguen cambios importantes en la baja época, desde el siglo III
hasta la integración en el Imperio romano, una fase
final determinada por el fuerte impacto púnico
derivado de la conquista de los Barca, la guerra púnico-romana y el propio
triunfo de la imparable Roma.
La arquitectura y
el urbanismo
Si la aplicación de nuevos instrumentos de
análisis en la arqueología ibérica ha permitido erradicar el viejo concepto de
los asentamientos instalados en puntos altos y sin
ningún tipo de organización. una de las principales contribuciones de El Oral
ha sido la de mostrar que existe un urbanismo regular y planificado desde la
misma fase inicial de la Cultura Ibérica.
Pese al ejemplo tan claro no podemos afirmar que este
urbanismo esté generalizado, ni siquiera en las comarcas meridionales de la
Contestania, sencillamente porque es el único poblado de este momento excavado
en extensión. Imaginamos que su implantación o no se vería supeditada sobre
todo a las condiciones topográficas y, en
ese sentido, es bastante probable que en el futuro podamos contemplar un
urbanismo regular en La Alcudia, o que Altea la VeIla presente un urbanismo en
ladera, a juzgar por la topografía del cerro donde se levantan ambos poblados;
Los Villares (Caudete de las Fuentes, Valencia), otro poblado del País
Valenciano con un nivel antiguo bastante conocido. presenta un urbanismo de
calles cruzadas en ángulo recto, pero se data en el s. 1V a C del urbanismo del
Puig de la Nnu, en el norte de Castellón, también se dice que es de tipo
regular (OLIVER y GUSI, 1995, 191 )
pese a quc el espacio exhumado es todavía reducido. En
cualquier caso, la idea que debe prevalecer es que desde los mismos orígenes de
lo ibérico existe una elección del espacio habitable y
la capacidad de organizarlo de manera racional según las
necesidades de la comunidad que se fuera a instalar: los elementos de
infraestructura comunitaria descubiertos en El Oral, como por ejemplo los
canales de desagüe previstos ya antes de la construcción de la muralla o los
espacios públicos, son una prueba de la madurez
alcanzada en esta función.
Los poblados contestanos. como casi todos los
ibéricos, quedan definidos ante todo en cuanto a su
condición de asentamientos por la presencia de un recinto
defensivo que además, es el delimitador del espacio urbano frente al
extraurbano.
El
simposio sobre fortificaciones celebrado en Manresa en 1990 sirvió para poner
de manifiesto la complejidad que pueden alcanzar
los sistemas defensivos ibéricos de época
clásica, quc en este aspecto siguen en alguna medida la evolución de la
poliorcética nlediteri-línea dictada desde el inundo griego y
púnico. No obstante, llegados a este punto es cuando se nota
la falta de
El estudio evolutivo de las fortificaciones que es
necesario emprender ante los indicios de ciertas diferencias entre la fase
antigua y la plena. son
los vasos de almacenaje como urnas, pithoi y lebetes,
la vajilla de mesa compuesta por platos, caliciformes o
cubiletes, y las ollas de cocina hechas a tomo con pastas de calidad muy
grosera. Lo que nos interesa son, no obstante, los vasos que
sólo se encuentran en estos contextos antiguos:
son precisamente los que reflejan la herencia del período orientalizante de la
zona y del mediodía peninsular sin perder su identidad ibérica.
Las ánforas, por ejemplo, son el resultado final
del proceso de transformación que experimentan las producciones anfóricas
protohistóricas desde las primeras imitaciones
de las R1 fenicias: han abandonado ya el hombro
carenado, son un poco mayores de tamaño, pero siguen manteniendo la forma
general de saco y los bordes bastante destacados del cuerpo.
Pese a
que se documentan distintos perfiles en los bordes (ABAD y SALA, 1993,206-207),
en realidad sólo existe el tipo de envase que acabamos de describir, un envase
único como en época protohistórica. A fines del s. V, con el inicio del ibérico
clásico, el repertorio cerámico cambia notablemente y en el caso de las ánforas
empieza la diversificación de formas, hecho que interpretamos como consecuencia
de la diferenciación comercial de los contenidos
Entre la cerámica pintada tenemos un ejemplo muy
significativo con las jarras tipo Toya. Este vaso, cuyo antecedente se halla en
las urnas Cruz del Negro, aparece en la necrópolis de Toya como uno de los
vasos cinerarios más utilizado y allí se fechó a fines
del s. VI y principios del s. V a C (PEREIRA, 1979, 326). Recientemente
se ha propuesto una nueva datación del
yacimiento en la primera mitad del s. IV aC basándose en la cerámica ática
(SÁNCHEZ, 1992), no obstante, su aparición en El Oral con la misma cronología
que la primera propuesta confirma que es un vaso propio de los contextos
ibéricos antiguos. Así adquieren sentido los ejemplares de las necrópolis
antiguas de El Molar y La Solivella (Castellón) donde también se utilizan como contenedores funerarios. Presentan
además distintas variantes, desde las que siguen fielmente el modelo, como las
de Toya, las que copian los elementos
formales pero no la proporción, como las de El Oral, hasta las que interpretan
libremente la forma, como los ejemplares de las necrópolis citada, lo que
indica la asimilación total de los vasos en el repertorio de la alfarería
ibérica antigua.
Un argumento similar podría esgrimirse para las
urnas de orejetas, el vaso característico por excelencia del ibérico antiguo.
Aunque se acepte que la urna de orejetas es una interpretación indígena del
concepto de cierre hermético de la alfarería mediterránea oriental, los
ejemplares ibéricos contestanos más antiguos (El Molar, El Oral, Altea la
Vella, La Alcudia) toman su modelo de los ejemplares hallados en poblados
orientalizantes del Sureste, en la cercana Peña Negra o en Los Almadenes, en
la provincia de Albacete (SALA y LÓPEZ,
1995), siendo éstos los únicos paralelos conocidos de estas fechas. En época
plena todavía se utilizará como urna cineraria, aunque ya en contadas
ocasiones, y con una forma general bastante menos estilizada.
Precisamente en la decoración de estos vasos, la
jarra tipo Toya y una de orejetas,
se plasman como motivos una serie de triángulos
rellenos con un enrejado y una doble
línea quebrada rellena de pequeños trazos perpendiculares respectivamente,cuyos
paralelos exactos se encuentran en la cerámica a mano pintada de El Carambolo
(ABAD y SALA, 1993,225).
Otros vasos significativos son las fuentes de
asas de espuerta y de asas horizontales, exclusivas asimismo del ajuar ibérico
antiguo.Los paralelos de ésta última no están claros, pero en el caso de la
primera sí tienen su modelo claro en las fuentes con asas de espuerta que ya
aparecen en Setefilla hechas a torno lento y que después se encuentran
elaboradas a tomo en factorías fenicias y poblados protohistóricos de la Alta
Andalucía y Sureste (ABAD y SALA, 1993, 220). El ejemplar encontrado en El Oral
tiene su paralelo más próximo en las fuentes de Peña Negra fechadas en la
primera mitad del s. VI a C, pero también aparece en el poblado de Altea la
Vella y en el témenos del Parque de Elche,
lo que parece indicar que es un vaso particular del área contestana pese a no
ser muy abundante. Hacia el norte, los ejemplares de forma más aproximada
proceden del nivel del s. III a C de Los Villares (Valencia) y están fabricados
en cerámica de cocina .
Podríamos comentar otros datos, como los
perfiles de los platos con paralelos en los de ala de barniz rojo meridionales,
pero pierden relevancia por ser un recipiente
muy extendido. Sin embargo, en el ajuar de El Oral hay un grupo cerámico, la
cerámica gris, que muestra claramente la herencia del poblamiento orientalizante de la zona, ya que tanto las
formas como las calidades de fabricación o su porcentaje dentro del conjunto
están calcadas del repertorio de Peña Negra. Otro ejemplo tan lejano como la
necrópolis de Medellín (Badajoz), donde la cerámica gris constituye el conjunto
cerámico más numeroso y la variedad de su repertorio es asimismo notable,
confirma la adecuación de esta producción en los períodos orientalizante e
ibérico antiguo.
En contra de la opinión generalizada, el auge de
este tipo de cerámica se da en la fase antigua y no en la plena: en los
poblados contestanos de época clásica los vasos grises prácticamente han
desaparecido, y los pocos ejemplares que se encuentran se limitan a copias de
formas áticas de barniz negro. La falta de información contrastable de otras
zonas impide calificarlo como un comportamiento propio de la Contestania, pero
sí queda claro que los habitantes de El Oral estaban perpetuando el uso de
cerámica reductora que recibieron de sus antecesores protohistóricos.