Si alguien está  más interesado en este tema envieme un email a:
 If anyone is interested in a subject more on this subject send me an email to:

mediterrano@gmx.us

viernes, 11 de noviembre de 2011

Poblamiento, Sociedad y Urbanismo


El poblamiento

Paralelamente, el número de yacimientos protohistóricos y orientalizantes en el País Valenciano también ha ido en aumento, comprobándose que se sitúan indistintamente en el interior o en la costa pero siempre vertebrados en torno a los ejes fluviales más importantes; este panorama desmiente las primeras tesis que señalaban un poblnmiento esporádico y distribuido de manera irregular. Opiniones más recientes aducen cambios en la estrategia de ocupación del territorio al iniciarse la época ibérica antigua pero si es cierto que algunos poblados protohistóricos se abandonan en torno a mediados del s. VI aC y surgen es nooilo una parte de los ibéricos, muchos mantienen una ocupación continuada, de lo que se deduce un poblamiei-ito más estable de lo que imaginamos. La intensidad y distribución de enclaves que va conociéndose para la fase ibérica antigua refleja un modelo bastante similar al del período anterioi-; quizá factores más circunstanciales que de orden cultural expliquen algún día los abandonos de algunos enclaves y el traslado de la generación posterior ya ibérica a otro lugar.
Con un simple examen del mapa de distribución se entrevé lo que se manifiesta como un rasgo significativo: el reducido poblamiento. No podemos negar que el número de yacimientos se vea ampliado a medida que avance la investigación, pero no creemos que llegue a alcanzar el total de yacimientos de época plena, que es cuando se produce un crecimiento de población realmente manifiesto. Por otro lado, si nos detenernos en la situación concreta en relación con el medio físico observaremos que los enclaves contestanos se encuentran en la línea costera y junto a la desembocadura de un río. La ubicación de La Alcudia no nos debe llevar a engaño porque
si en el mapa actiial parece relativamente alejada de la costa, en la antigüedad se  encontraba en el límite de la zona lagunar navegable en la que se fundían los ríos Segura y Vinalopó en su salida al mar, luego a todos los efectos situada en la antigua línea costera. El poblamiento antiguo contestano no se diferencia en este sentido de
lo que se observa en otras regiones: un poblamiento escaso. reducido a pocos enclaves junto a ejes fluviales de importancia o preferentemente en sus desembocaduras si se trata de áreas litorales'.
Parece deducirse de estas palabras que el interior estuvo despoblado, pero no es así en absoluto. Recientes prospecciones en los valles de la montaña alicantina documentan una serie de hallazgos superficiales de cerámica fenicia e ibérica antigua que indican la existencia de un poblamiento de estas fechas cuyas características esperamos conocer pronto (MARTÍ y MATA, 1992). Por otro lado, los materiales fenicios descubiertos en El Monastil (Elda) (POVEDA, 1995) confirman la continuación del hábitat desde la Edad del Bronce hasta enlazar con el poblado ibérico, cuya fase antigua ya se conocía, y se añade así otro punto más en el interior, el valle medio del Vinalopó. No es válida la idea de un poblamiento reducido a la costa. pero sí parece perfilarse una cierta diferencia: en los valles del Alcoi-Comtat. la mayoría de los puntos de hallazgos registran cefiímica fenicia junto con ibérica antigua, y en
buena parte de ellos incluso cerámica a mano prehistórica, de lo que parece deducirse casi como norma la continuidad en los hábitats, evidente en el caso de El Monastil en la costa, por el contrario, es donde se dan las fundaciones  de poblados ibéricos' coincidiendo con enclaves que no se ven interrumpidos (La Alcudia, Saladares). Parece que si hay algún movimiento de población entre el filial del período protohistórico y el inicio del inundo ibérico, éste tiene lugar en los territorios. costeros. Habría que calibrar hasta que punto no es éste un rasgo propio de la Contestania, porque en las costas del norte de Valencia y Castellón los poblados costeros con niveles ibéricos antiguos conocidos hasta ahora suelen presentar un hábitat continuo desde fines del s. V II  a C.

SOCIEDAD Y ESTRUCTURA URBANA EN EL MUNDO IBÉRICO


Todo consistió, en principio, en una reestructuración territorial afecta
fundamental e inicialmente a la baja Andalucía, con la aparición de asentamientos caracterizados por la obediencia a una estrategia territorial típicamente urbana, basada en la potenciación o creación de núcleos básicos de gran vocación viaria por la importancia de un factor ahora determinante: la comunicación y el comercio y la apertura a un horizonte geográfico muy vasto y ambicioso, ajustado, de forma verdaderamente revolucionaria, a la ‘economía mundo’. Era, en términos antropológicos y culturales, un salto cualitativo en la historia de la humanidad, protagonizada por una especie humana verdaderamente nueva, la que puede definirse como propia del zoon politikón aristotélico, la era del urbanita.
En este episodio fundamental, centrado geográficamente en el Mediterráneo y alentado principalmente por las creativas civilizaciones de su ámbito oriental, tuvieron un temprano papel, con precocidad que asombró entonces y ahora, las tierras occidentales, lo que visto en la lejanía desde Oriente produjo en la Antigüedad el punto de extrañeza y de mitificación que señala al nombre y la idea de Tartessos.
   Circunstancias de todos conocidas, como la posesión y el comercio de metales entonces imprescindibles, singularmente el estaño, y las disponibilidad de magníficas tierras para la agricultura y la ganadería, hicieron de la baja Andalucía un foco de precoz arraigo de la vida urbana.
Arqueológicamente constatamos la aparición de importantes centros de ocupación, que perduran en las ciudades históricas bien documentadas después en las fuentes, y serán las que se consolidan en los centros urbanos que, en su papel estructurador del territorio, alcanzan hasta nuestros días.
     Es el caso de ciudades como La Fonteta (Guardamar), en la costa, que ha mantenido durante toda su historia su privilegiado papel de puerto de mar y punto de salida para el comercio de los productos de su hinterland, y destacadamente los arrancados a los ricos campos de toda la Vega del Segura; o Illice (Elche- Alicante), un gran enclave estratégico en el sur de la Contestanía, de principal importancia para la navegación y el comercio en el ámbito principal de la desembocadura del Vinalopó, cuyo pueto era Portus Illicitanus ( Santa Pola –Alicante).

Bien se sabe, que la consolidación de la estructura urbana ibérica, en todos los sentidos, tendrá su episodio definitivo como fruto de la colonización, fundamentalmente fenicia, también extendida a estas tierras del occidente mediterráneo con una notable y afamada precocidad. Es otro fruto de la investigación reciente la constatación de una acción colonial decisiva, apoyada en la creación de importantes centros coloniales costeros, con Gadir (Cádiz) a la cabeza, y su rosario de centros menores repartidos por toda la costa, en una red litoral que los progresos arqueológicos permiten
comprobar muy extendida hasta la costa atlántica portuguesa, y bien al norte, e igualmente avanzada por el litoral mediterráneo, donde la presencia colonial fenicia se funde con la griega hasta, prácticamente, las aguas mediterráneas endulzadas ya por el Ebro. Pero es tanto o más importante, en cuanto a la irradiación colonial, la comprobación de una fuerte penetración fenicia en el
interior, en lo que podríamos llamar el corazón del territorio contestano, imprescindible para entender el robustecimiento definitivo de la estructura urbana apoyada en el poblado Fenicio de La Fonteta.

Tanto la Contestanía como el levante peninsulares se convertirán en escenario de un rápido desarrollo urbano, alentado por influencias tartésicas y coloniales, en una fase posterior a la propia de la inicial en la baja Andalucía, aunque no muy lejana temporalmente.
Entre otras cosas, en fechas ya del siglo IV a.C., se reconoce la definición de una zona ‘palacial’, sede de la cúspide aristocrática que lideraba la comunidad residente en el oppidum, que ocupaba casas complejas y bien ordenadas en calles de trazado regular (Ruiz y Molinos 2007). Es una buena muestra de la paulatina aparición de grandes oppida que irán articulando el territorio ibérico con una precocidad para el mundo ibérico bien atestiguada en la alta Andalucía por su vinculación geográfica y cultural con el área nuclear de Tartessos y la comunicación con la costa mediterránea por diferentes pasos, entre ellos la continuidad de la gran arteria de la Vía Heraclea o Augusta.
Por su parte, en el sudeste y la franja levantina, donde se hallan algunos de los territorios clásicos o nucleares de la cultura ibérica, como la Contestania y la Edetania, la estructuración urbana ibérica, su modalidad y su cierta precocidad han adquirido un nuevo semblante por el descubrimiento reciente de una directa presencia colonial fenicia en plena costa contestana, en el asentamiento de la Fonteta, en las dunas de Guardamar del Segura (Alicante).
Su envergadura y su amurallamiento lo sitúan en la misma línea de apoyo a un ambicioso proyecto de control territorial que acredita, para el caso de la colonia principal de Gadir, su proyección costera en el importante núcleo amurallado del Castillo de Doña Blanca.
Los nuevos datos vienen a confirmar, como en tantas ocasiones, antiguas noticias contenidas en las fuentes literarias, sobre todo la proporcionada por un pasaje de la conocida Ora Maritima de Avieno, según el cual fueron los fenicios los primeros habitantes de la región del Segura o de la costa levantina de forma más general: Ista Phoenices prius loca incolebant (O.M. 459-460). Es quizá una referencia a que ellos debieron de ser los primeros habitantes “extranjeros” de la zona, anteriores a los griegos que también se harían presentes en estas costas, como se ha subrayado recientemente (Villalba 1994, 125-128).
      La investigación arqueológica, como decía, acumula datos sobre la presencia o la influencia fenicia en la región (González Prats 1991), en el marco de una considerable incidencia en toda la costa mediterránea de la Península, un fenómeno también largamente barruntado, pero que adquiere en nuestros días una incuestionable relevancia (Bendala 2003a).
       Porque, en efecto, sólo gracias a la evidencia que representa la directa presencia colonial fenicia en la costa contestana puede explicarse el temprano y específico desarrollo urbano y urbanístico de los numerosos lugares de esta zona que la investigación arqueológica ha ido poniendo a la luz o en valor en los últimos años.
    El hecho es que en el mundo cultural ibérico se constata una etapa de formación urbana que remite a la época tartésica y colonial, seguida de otra de consolidación, con fuerte proyección urbanística y arquitectónica, que, grosso modo, se desarrolla a partir de momentos avanzados del siglo VI a.C. y llega hasta lo que suele entenderse por fase del ibérico pleno, entre los siglos V y III a.C.; a todo lo cual siguen cambios importantes en la baja época, desde el siglo III hasta la integración en el Imperio romano, una fase
final determinada por el fuerte impacto púnico derivado de la conquista de los Barca, la guerra púnico-romana y el propio triunfo de la imparable Roma.

La arquitectura y el urbanismo

Si la aplicación de nuevos instrumentos de análisis en la arqueología ibérica ha permitido erradicar el viejo concepto de los asentamientos instalados en puntos altos y sin ningún tipo de organización. una de las principales contribuciones de El Oral ha sido la de mostrar que existe un urbanismo regular y planificado desde la misma fase inicial de la Cultura Ibérica. Pese al ejemplo tan claro no podemos afirmar que este urbanismo esté generalizado, ni siquiera en las comarcas meridionales de la Contestania, sencillamente porque es el único poblado de este momento excavado en extensión. Imaginamos que su implantación o no se vería supeditada sobre todo a las condiciones topográficas y, en ese sentido, es bastante probable que en el futuro podamos contemplar un urbanismo regular en La Alcudia, o que Altea la VeIla presente un urbanismo en ladera, a juzgar por la topografía del cerro donde se levantan ambos poblados; Los Villares (Caudete de las Fuentes, Valencia), otro poblado del País Valenciano con un nivel antiguo bastante conocido. presenta un urbanismo de calles cruzadas en ángulo recto, pero se data en el s. 1V a C del urbanismo del Puig de la Nnu, en el norte de Castellón, también se dice que es de tipo regular (OLIVER y GUSI, 1995, 191 ) pese a quc el espacio exhumado es todavía reducido. En cualquier caso, la idea que debe prevalecer es que desde los mismos orígenes de lo ibérico existe una elección del espacio habitable y la capacidad de organizarlo de manera racional según las necesidades de la comunidad que se fuera a instalar: los elementos de infraestructura comunitaria descubiertos en El Oral, como por ejemplo los canales de desagüe previstos ya antes de la construcción de la muralla o los espacios públicos, son una prueba de la madurez alcanzada en esta función.
Los poblados contestanos. como casi todos los ibéricos, quedan definidos ante todo en cuanto a su condición de asentamientos por la presencia de un recinto defensivo que además, es el delimitador del espacio urbano frente al extraurbano.
     El simposio sobre fortificaciones celebrado en Manresa en 1990 sirvió para poner de manifiesto la complejidad que pueden alcanzar
los sistemas defensivos ibéricos de época clásica, quc en este aspecto siguen en alguna medida la evolución de la poliorcética nlediteri-línea dictada desde el inundo griego y púnico. No obstante, llegados a este punto es cuando se nota la falta de
El estudio  evolutivo de las fortificaciones que es necesario emprender ante los indicios de ciertas diferencias entre la fase antigua y la plena.  son los vasos de almacenaje como urnas, pithoi y lebetes, la vajilla de mesa compuesta por platos, caliciformes o cubiletes, y las ollas de cocina hechas a tomo con pastas de calidad muy grosera. Lo que nos interesa son, no obstante, los vasos que
sólo se encuentran en estos contextos antiguos: son precisamente los que reflejan la herencia del período orientalizante de la zona y del mediodía peninsular sin perder su identidad ibérica.
Las ánforas, por ejemplo, son el resultado final del proceso de transformación que experimentan las producciones anfóricas protohistóricas desde las primeras imitaciones
de las R1 fenicias: han abandonado ya el hombro carenado, son un poco mayores de tamaño, pero siguen manteniendo la forma general de saco y los bordes bastante destacados del cuerpo.
 Pese a que se documentan distintos perfiles en los bordes (ABAD y SALA, 1993,206-207), en realidad sólo existe el tipo de envase que acabamos de describir, un envase único como en época protohistórica. A fines del s. V, con el inicio del ibérico clásico, el repertorio cerámico cambia notablemente y en el caso de las ánforas empieza la diversificación de formas, hecho que interpretamos como consecuencia de la diferenciación comercial de los contenidos
Entre la cerámica pintada tenemos un ejemplo muy significativo con las jarras tipo Toya. Este vaso, cuyo antecedente se halla en las urnas Cruz del Negro, aparece en la necrópolis de Toya como uno de los vasos cinerarios más utilizado y allí se fechó a fines del s. VI y principios del s. V a C (PEREIRA, 1979, 326). Recientemente
se ha propuesto una nueva datación del yacimiento en la primera mitad del s. IV aC basándose en la cerámica ática (SÁNCHEZ, 1992), no obstante, su aparición en El Oral con la misma cronología que la primera propuesta confirma que es un vaso propio de los contextos ibéricos antiguos. Así adquieren sentido los ejemplares de las necrópolis antiguas de El Molar y La Solivella (Castellón)  donde también se utilizan como contenedores funerarios. Presentan además distintas variantes, desde las que siguen fielmente el modelo, como las de Toya, las  que copian los elementos formales pero no la proporción, como las de El Oral, hasta las que interpretan libremente la forma, como los ejemplares de las necrópolis citada, lo que indica la asimilación total de los vasos en el repertorio de la alfarería ibérica antigua.
Un argumento similar podría esgrimirse para las urnas de orejetas, el vaso característico por excelencia del ibérico antiguo. Aunque se acepte que la urna de orejetas es una interpretación indígena del concepto de cierre hermético de la alfarería mediterránea oriental, los ejemplares ibéricos contestanos más antiguos (El Molar, El Oral, Altea la Vella, La Alcudia) toman su modelo de los ejemplares hallados en poblados orientalizantes del Sureste, en la cercana Peña Negra o en Los Almadenes, en la  provincia de Albacete (SALA y LÓPEZ, 1995), siendo éstos los únicos paralelos conocidos de estas fechas. En época plena todavía se utilizará como urna cineraria, aunque ya en contadas ocasiones, y con una forma general bastante menos estilizada.
Precisamente en la decoración de estos vasos, la jarra tipo Toya y una de orejetas,
se plasman como motivos una serie de triángulos rellenos con un enrejado y una  doble línea quebrada rellena de pequeños trazos perpendiculares respectivamente,cuyos paralelos exactos se encuentran en la cerámica a mano pintada de El Carambolo (ABAD y SALA, 1993,225).
Otros vasos significativos son las fuentes de asas de espuerta y de asas horizontales, exclusivas asimismo del ajuar ibérico antiguo.Los paralelos de ésta última no están claros, pero en el caso de la primera sí tienen su modelo claro en las fuentes con asas de espuerta que ya aparecen en Setefilla hechas a torno lento y que después se encuentran elaboradas a tomo en factorías fenicias y poblados protohistóricos de la Alta Andalucía y Sureste (ABAD y SALA, 1993, 220). El ejemplar encontrado en El Oral tiene su paralelo más próximo en las fuentes de Peña Negra fechadas en la primera mitad del s. VI a C, pero también aparece en el poblado de Altea la Vella y en el témenos del Parque de Elche, lo que parece indicar que es un vaso particular del área contestana pese a no ser muy abundante. Hacia el norte, los ejemplares de forma más aproximada proceden del nivel del s. III a C de Los Villares (Valencia) y están fabricados en cerámica de cocina .
Podríamos comentar otros datos, como los perfiles de los platos con paralelos en los de ala de barniz rojo meridionales, pero pierden relevancia por ser un recipiente muy extendido. Sin embargo, en el ajuar de El Oral hay un grupo cerámico, la cerámica gris, que muestra claramente la herencia del poblamiento  orientalizante de la zona, ya que tanto las formas como las calidades de fabricación o su porcentaje dentro del conjunto están calcadas del repertorio de Peña Negra. Otro ejemplo tan lejano como la necrópolis de Medellín (Badajoz), donde la cerámica gris constituye el conjunto cerámico más numeroso y la variedad de su repertorio es asimismo notable, confirma la adecuación de esta producción en los períodos orientalizante e ibérico antiguo.
En contra de la opinión generalizada, el auge de este tipo de cerámica se da en la fase antigua y no en la plena: en los poblados contestanos de época clásica los vasos grises prácticamente han desaparecido, y los pocos ejemplares que se encuentran se limitan a copias de formas áticas de barniz negro. La falta de información contrastable de otras zonas impide calificarlo como un comportamiento propio de la Contestania, pero sí queda claro que los habitantes de El Oral estaban perpetuando el uso de cerámica reductora que recibieron de sus antecesores protohistóricos.