LA
PESCA Y LAS INDUSTRIAS DE SALAZÓN
En la Antigüedad Clásica el pescado formará parte de las
mesas más exigentes, si bien, tiempo atrás, se consideraba un alimento
secundario, al que se veían abocados los pobres y necesitados (Homero, Odisea;
iv, 368), pues el prestigio y las excelencias de las mesas preclásicas se
fundamentaba en el cosumo de carnes (Lafaye, 1969, 489). Sin embargo, las
enormes posibilidades de explotación económica que ofrecían determinadas zonas
geográficas del Mediterráneo potenciarán el consumo de pescado y, lógicamente,
su captura y procesamiento, que adquiere, en cuanto al sistema de producción,
características industriales.
Por lo tanto, la existencia de grandes
excedentes impulsa toda una organización social articulada en torno a la
producción y comercialización del pescado y sus derivados, modificando el grano
de complejidad en las relaciones de producción existentes.
LOS
SISTEMAS DE PESCA Y LOS APAREJOS
Son fundamentalmente cuatro los sistemas de captura del
pescado en la Antigüedad. Lógicamente cada uno de ellos se podía emplear para
un tipo de pesca en concreto, según las necesidades propias y según los
condicionantes que impone la configuración de la costa y fondo, naturaleza de
las aguas y el peso de las piezas a capturar. Una completa descripción de estos
sistemas y sus variantes nos la ofrecen obras como las de Eliano (xiii, 43) y
Opiano. Este último, especialmente importante, comenta:
"Cuatro métodos de captura en el mar han ideado los pescadores.
Algunos se deleitan con los anzuelos, y de este grupo unos pescan con largas
cañas a las que se han atado un sedal de crin de caballo bien tranzado, otros
simplemente arrojan un torzal de lino sujeto a sus manos; y otros se recrean
con linos emplomados, o con linos de los que penden muchos anzuelos.
Otros prefieren disponer redes y de éstas hay
las llamadas redes arrojadizas, y las llamadas de arrastre: rastras, y redondas
redes de bolsa, y redes barrenderas; a otras las llaman redes de cubierta, y
con las redes barrederas hay las llamadas redes de suelo, y redes
Durante la Época Clásica el empleo de redes es
general en todo el Mediterráneo. Su conocimiento nos llega a través de
representaciones figuradas, pintura, mosaico (Ponsich, 1988, 33) etc.. así como
a través del instrumental utilizado para su fabricación o uso.
Los pescadores griegos conocían numerosas variantes de redes
para pescar, que utilizaban según las necesidades del lugar o del número de
pescadores disponibles (Sánchez, Blasco y Guardiola, 1989, 427). En general,
todas estas variantes, descritas por Opiano, serán utilizadas también en época
romana, pues, la pesca mediterránea no difería de manera importante de unas
zonas a otras.
Además de los sistemas de pesca aquí descritos existen otras
numerosas formas, tanto directas como indirectas, de practicar la pesca, que
varían según usos, costumbres y regiones. Es interesante realizar un breve
comentario de estas técnicas cuyo empleo raya lo anecdótico, pues sólo tenemos
referencias literarias sobre su uso.
En algunos lugares se empleaban sustancias venenosas o
estupefacientes extraídas de determinadas plantas. El producto obtenido de
ellas, o la misma planta machacada, se extendía sobre la superficie del agua,
causando la muerte o la incapacidad de los peces de los alrededores que,
ascienden a la superficie y son fácilmente capturados. Una planta famosa en la
Antigüedad por
sus propiedades estupefacientes y empleada para la pesca es
la llamada cyclamen, así como otras variantes, mencionadas por diversas
fuentes (Teophrasto, ix, 10; Philostrato; Imag., 13; Aristóteles, viii,
20). Su empleo concreto se decribe así:
"Hay otro método de pesca practicado por los pescadores
que usan veneno, los cuales elaboran un pernicioso veneno para los peces, y
acarrea rápida muerte a las razas nadadoras. Primero, con fuertes disparos de
proyectiles, y golpes de palos y azotes de los remos, conducen a las infelices
hileras de criaturas del mar a un lugar curvo, a alguna bahía rota con
numerosos escondrijos; allí los peces se delizan bajo las cóncavas rocas y los
pescadores colocan por todas partes bien entramadas redes de lino (...)
Entonces un hombre toma abundante arcilla blanca junto con la raíz que los
médicos llaman cyclamen, mezclándolas con sus manos amasa dos tortas y
salta sobre las redes dentro el mar (...) En seguida el nocivo y desagradable
olor llega hasta lo peces en sus moradas y sus ojos se nublan, les pesan la
cabeza y los miembros y no pueden permanecer en sus escondrijos, sino que salen
de las rocas aterrados (...) Pesados como borrachos, embriagados por el
mortífero olor, dan vueltas por todas partes sin encontrar un sitio libre de la
plaga y se precipitan violentamente dentro de las redes, ansionsos de
escapar..."
Un interesante sistema de captura que no
implica la necesidad de aventurarse al mar es el de los "corrales de
pesca" estudiados para las costas peninsulares (Moreno y Abad, 1971, 213 y
ss.).
Se trata de construcciones artificiales, circulares o de
media luna, realizadas con sillares de piedra o excavadas en la misma roca del
lugar, cuya utilidad básica es la captura de peces mediante el juego de las
mareas. Su ubicación en la zona de estero les permite aprovechar el ascenso y
descenso alternativo de las mareas: cuando se produce la marea alta el agua los
cubre por completo, permitiendo la
entrada de todo tipo de peces y crustáceos; cuando la marea baja, los animales
quedan atrapados en estos corrales, ya que su tamaño no les permite escapar. El
agua recogida se filtra a través de los intersticios de las rocas, dejando un
lecho fangoso o seco donde se puede obtener una rentable captura sin gran
esfuerzo, lo cual le convierte en una actividad complementaria idónea para el
suministro, aunque sea a pequeña escala, de los centros de salazón.
Conviene analizar el principal sistema de captura para
atunes y otras especies migradoras: la almadraba, que desde la más remota
antigüedad permite obtener importantes cantidades de peces que abastecen la
dinámica industria del procesamiento del pescado.
La almadraba es un ingenio utilizado para la pesca del atún
principalmente (Rosa, 1989, passini), aunque también podía utilizarse
para la captura de especímenes de menor talla.
Consiste en un
conjunto de redes, y lo que parece olvidarse, embarcaciones de apoyo que
colocadas convenientemente al paso del atún y otras especies migradoras
masivas, permite organizar su
captura .
Abundante y prodigiosos botín obtienen los pescadores cuando
la hueste de los atunes avanza en primavera. Lo primero de todo, los pescadores
marcan un sitio en el mar, no demasiado angosto al pie de riberas abruptas, ni
demasiado expuesto a los vientos, sino que tengan la debida proporción de cielo
abierto y de abrigados escondrijos.
Entonces primero sube a una alta y escarpada colina un vigía
de atunes, el cual hace conjeturas acerca de los variados cardúmenes que se
aproximan y de su clase y de su número, e informa a sus compañeros.
Inmediatamente despliegan todas las redes a modo de ciudad entre las olas, pues
la red tiene sus poneros y en su interior puertas y más recónditos recintos.
La captura de grandes cantidades de peces, que precisa el
proceso de producción desarrollado en las industrias de salazón, se fundamenta
en artes que posibiliten un elevado número de capturas
con una, comparativamente, escasa inversión de tiempo y trabajo.
El empleo de estas artes se vincula, principalmente a la pesca del atún,
especie de costumbres muy bien conocidas por los pescadores y cuya explotación
implica un elevado rendimiento industrial. Sin embargo, su empleo no es
exclusivo para este animal, pues se utiliza para atrapar todas aquellas
especies que realizan desplazamientos en grandes cardúmenes, como es el caso de
bonitos, sardinas, chuelas, etc..
Los estudios en la factoría de Sta. Pola permiten
identificar algunos taxones principales como sardina, boga, boquerón o chuela
(Roselló, 1989b, Tabla 1 y 2). El análisis de restos similares en el interior
de recipientes anfóricos de cronología tardía, permite teorizar sobre su
captura conjunta en el seno de grandes cardúmenes, pues las características de
restos óseos indican que la mayoría de individuos nacieron en una misma época
del año.
En este sentido, es difícil determinar cuál
fue el sistema de captura empleado, aunque al tratarse de especies gregarias y,
teniendo en cuenta la finura de las mallas empleadas en época romana, es
bastante probable admitir el empleo de redes.
Respecto a la riqueza pesquera, conviene señalar que la
heterogénea captura de especies y el rendimento económico de las industrias de
salazón debe ponerse en relación con los importantes
recursos que aporta el litoral hispano. Esta potencialidad
se acentúa principalmente en la zona del Estrecho de Gibraltar, cuyas
características físicas (masas de agua y naturaleza de distintas corrientes) y,
sobre todo, geográficas (estrechamiento del paso) condicionan la naturaleza del
flujo de especies migradoras, principalemente atún, tamizado a través del
denominado "efecto
embudo" .Esta riqueza pesquera constante permite el
establecimiento de una actividad económica continuada, aunque no sin ciertas
fluctuaciones estacionales.
Por otra parte, numerosos trabajos demuestran el florecimeto
de industrias salarias en diversas zonas atlánticas de Hispania,
posiblemente vinculadas al procesamiento de especies locales de menor talla y
fácil captura litoral.
La caza del ciervo
Los
jinetes cazadores solían ir montados a caballo y de dos en dos o en
grupo, pero nunca lo hacían solos.
La caza de
animales silvestres, en especial el ciervo, jabalí o cabra montés, era un
complemento de la dieta, así como la pesca o la recolección de frutos
silvestres.
Tenían una
agricultura basada en el cultivo de
En medio de ellos, el asa triple ayuda a separar grado o
status. Ambos llevan túnica corta y las cintas cruzadas sobre el cuello, que
denotan su actividad festiva, ritual. Pero su atuendo y atributos no son
idénticos. El segundo jinete va ceñido por cinturón, sobre el que se emula el
dibujo o damasquinado, en aspa, del broche. Su condición ha de ser diferente
pues se acompaña de un escudo redondo o caetra, con umbo señalado, y su
calzado lleva el estímulo de las espuelas o aguijón: está familiarizado con la
montura y gobierno del caballo.
Ninguno de estos signos acompañan al compañero que le
precede, cuya túnica meramente se adorna con el esquemático signo floral del
supuesto brote doble –o “zapatero”– sobre el pecho. Tres rosetas, además,
acompañan sobre el campo a esta figura y su caballo: una tras la montura, otra
delante de su cabeza, la tercera junto al pie, como en el citado Vaso de los
Guerreros de Llíria, un posible rasgo denotativo y protector. Aunque la
parte superior de la cabeza apenas se conserva parece llevar sobre ella, a
diferencia de su compañero, un casco o piel, del que cuelgan los flecos de las
crines. Este rasgo de su cubrición lo reencontraremos más claramente en la
escena siguiente y es la clave de lectura que, desde el anterior episodio,
permite proponer la continuidad biográfica de quien ha de ser el mismo
personaje. Los caballos, como dijimos, responden a un esquema casi idéntico: el
prometopidion o frontalera asume el conocido esquema de una flor
abierta; de las mismas riendas, bajo el cuello, cuelga una campanilla o
tintinábulo, en cada animal diferente.
Los
dos jóvenes persiguen a un ciervo con jabalinas en la mano derecha, mientras
que la izquierda se ocupa del gobierno de las riendas, con gesto similar. El
cuadrúpedo huye pero, como el lobo, ha sido ya alcanzado por un venablo que le
atraviesa el cuerpo. La gran hoja acorazonada bajo el vientre del ciervo
prolonga y responde al impulso sesgado de la jabalina. Sobre el lomo se posan
las garras de un ave de presa, que toma dominio del animal herido, anunciando
su muerte. Es un motivo habitual en la iconografía ibérica, que adelanta y
sintetiza tiempos sucesivos dotando de pregnancia a las figuras: la persecución
y huída, la lanza en la mano de cada varón como atributo inexcusable, el arma que atraviesa ya el
cuerpo, el ave sobre el cadáver inminente.
Ni la cabeza del pequeño ciervo ni el cuerpo
de la magnificada ave se conservan pero sí los restos de las alas desplegadas,
muy similares a las del ave del citado cálato del mismo departamento, con el
pájaro picando la adormidera, guardándola, otro rasgo que confirma que es un
mismo pintor el que ha decorado, tal vez como encargo único, ambos vasos de
asas trenzadas. El ave, enfatizada, puede ser alusión a la diosa que otorga la
caza, al tiempo que
marca su posesión sobre ella por mediación de su alado
mensajero animal.
Pero queda una gran duda sobre la ambientación espacial que
define la muerte del ciervo para convertirla en sacrificio fecundante, pues
todavía no tenemos plena certeza de los precisos códigos formales del paisaje.
En el “Vaso Cazurro”, de Ampurias, la sangre del ciervo cae ritualmente sobre
el agua, representada inequívocamente por un friso de ondas.
El animal ha sido asaeteado por jóvenes
semidesnudos que lo persiguen a la carrera en el estilizado paisaje de un valle
o bosque. La persecución tiene lugar junto a una corriente o río, que pone un
límite a la huída del animal. La sangre vertida en aquélla la fecunda.
También en la gran tinaja de Llíria, conocida como Vaso
de la caza de los Ciervos, la señalización del espacio es notable: la
cierva aparece acorralada por dos jinetes en medio de un territorio accidentado
en el que se podría representar vegetación boscosa, montaña y agua. Un cerco de
pequeños trazos espirales delimita al animal sin escapatoria. Desciende sobre
él, veloz el ave anunciadora de la muerte.
Esta delimitación espacial es la que elabora nuestra escena,
pero de una manera más elegante y más tenue.
Las espirales-flor en secuencia vertical y horizontal, que
enmarcan por detrás y por delante al ciervo, pueden aludir al paisaje fecundo,
como antes este mismo esquema aludirían al territorio del lobo. Similar a
Llíria es la acumulación de pequeños trazos, que aquí caen verticalmente, solo
por detrás del cuarto trasero.
La secuencia se repite en la escena siguiente, entre las
piernas del guerrero herido. En este
caso la sucesión de trazos toca la tierra, en la figura del ciervo, no
podríamos pensar en ambos casos en vertimiento de sangre. Pero también puede
ser simple expresión de movimiento. El aleteo de las alas de la gran ave que
pica en la adormidera, en el “Sombrero de copa” deeste mismo pintor, se
acompaña de este mismo signo. Será aún preciso indagar más en las combinaciones
y sintaxis de este elemento.
En la iconografía ibérica la representación de la caza del
ciervo asume diversas variantes. Exige velocidad, suele aunar a dos varones,
generalmente jinetes, y tiene lugar en un espacio limítrofe, como la caza
mítica de Heracles y la cierva de Cerinea de la leyenda griega, acosada por el
héroe hasta los límites de un río, el Ladón, tras acogerse al Artemision o
bosque sagrado de Ártemis en búsqueda de
asilo o protección.