El horizonte de
importaciones
La presencia de abundantes cerámicas importadas
entre el ajuar funerario, ya sean áticas, campanienses o de algunos de los
talleres esparcidos por el Mediterráneo Occidental y que operaron entre los s.
III y II antes de nuestra era. Éste es sin duda el criterio más fidedigno y ha
permitido a distintos especialistas datar las sepulturas más antiguas
en el segundo cuarto del s. IV a. C. Si bien existe algún objeto de importación
algo más antiguo, su asociación a cerámicas áticas, ya sean de figuras rojas o
vajilla de mesa de barniz negro, de inicios o mediados del s. IV, hacen que se
le aplique a todo el conjunto, como fecha de deposición, la más reciente.
Otra de las contribuciones de El Oral ha sido la
de haber podido caracterizar un conjunto de importaciones que hasta ahora se conocía
por hallazgos submarinos casuales, o procedentes de excavaciones pero
igualmente carentes de contexto .
En El Oral se han documentado ánforas griegas
-massaliotas, corintias B, quiotas- junto con etruscas y fenicio-púnicas de la
zona de Cádiz -las Tagomago o tipo Mañá-Pascua1 A4-, todo ello asociado a una
vajilla de lujo compuesta únicamente por cerámica ática de barniz negro y
posiblemente figuras negras tardías.
Este horizonte se va confirmando y completando a
medida que aparecen nuevas memorias de excavaciones, por ejemplo, en el
recientemente publicado poblado del Puig de la Nau (Benicarló, Castellón),
además de 4 ánforas massaliotas
sus excavadores hablan de una imitación indígena de ánfora massaliota, que
podría tratarse más bien de un ejemplar «jonio-massaliota».
Si a los hallazgos de El Oral sumamos los de su
necrópolis, El Molar, tenemos un conjunto que se aproxima al horizonte de
importaciones que a lo largo del s. A C presentan lugares tan significativos
como Ampurias, Málaga, Huelva y la zona de Cádiz. La cantidad total de
importaciones en El Oral y su necrópolis son lógicamente más reducidas -como
era de esperar en un centro de menor importancia-, sin embargo, al comparar
porcentajes relativos con los yacimientos citados no se aprecia la recesión
económica atribuida al final del período orientalizante, ni siquiera la pérdida
de valor de algún producto sobre el resto: la vajilla de lujo es sólo ática y
llega en escaso número continuando así el comportamiento comercial que se
anunciaba a principios del s. VI a C ; las ánforas griegas son asimismo pocas,
hecho que va en consonancia con el uso elitista que se atribuye al producto que
contenían, vino o aceite.
Aunque habría que profundizar en este tema, el
papel que estas importaciones griegas representan en la sociedad ibérica
antigua parece estar próximo todavía al concepto de bienes de prestigio que
regía en el sistema de reciprocidad del comercio de los siglos VIII-VII aC en
la Península Ibérica.
Estos productos venían acompañados de
manufacturas de carácter suntuario, muchas de las cuales se han perdido. Las
que nos han dejado constancia son principalmente objetos de bronce, por
ejemplo, olpes de origen etrusco del tipo de El Oral, figurillas o apliques
figurados como el sátiro del LLano de la Consolación (Albacete), el Centauro de
Royos (Murcia) o el asa del enterramiento de Pozo Moro (Albacete), que gracias
al pecio francés de la Pointe Lequin 1A de fines del s. VI a C (sabemos que se
importaban en su estado fragmentado.
El cargamento completo de este pecio, con
ánforas y vajilla de lujo griegas, en su condición de «hallazgo cerrado»
verifica la autenticidad del horizonte de importaciones que se está empezando a
conocer en El Oral y en otros poblados ibéricos antiguos.
Un contexto cualitativamente similar al que
aparece en el s. VI aC y primera mitad del
s. V en centros etruscos y en ciudades griegas
e indígenas de la Magna Grecia y de las islas centromediterranéas (SALA, 1995).
Un contexto de importaciones, en suma, que muestra más el final del ambiente
comercial tardoarcaico que una situación de ruptura con la tradición anterior y
la formación de un orden económico y social nuevo.