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miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL COMTAT Y L´ALCOIA


El área alcoyana, entendiendo por tal principalmente las comarcas actuales de L’Alcoia y El Comtat, ocupaba una posición central en la Contestania ibérica. Es una gran unidad morfoestructural formada por cordilleras del dominio Bético pertenecientes en su mayoría al Prebético Meridional. Entre las cordilleras, de orientación mayoritaria Suroeste-Noreste, se abren estrechos y alargados valles, cuyas aguas vierten en el río Serpis. Las numerosas sierras de la región influyen en el hecho de que las típicas temperaturas suaves del clima mediterráneo presenten en este caso una mayor amplitud térmica si comparamos la estación invernal y la estival. Las lluvias son muy irregulares, con acusados máximos en otoño y primavera y una fuerte sequía en los meses del verano. Las tierras más aptas para el cultivo se localizan en una estrecha franja formada por el río Serpis y algunos valles tributarios. Junto a los cereales, el olivo y la vid, se darían en los mejores suelos algunos cultivos de regadío, como los frutales y las hortalizas. Tendrían también un importante peso económico el pastoreo y el aprovechamiento forestal en los abundantes montes de la región.

Durante el período orientalizante y el Ibérico Antiguo se detecta en el área alcoyana un doble patrón de asentamiento (Grau, 1998, 313). Por un lado estaban los tradicionales poblados ubicados en lo alto de los cerros, con gran visibilidad del entorno y buenas defensas naturales. Además de este tipo de poblados había pequeños núcleos establecidos en el llano o las laderas suaves, con una clara vocación agrícola. Ya para estos momentos hay indicios de ocupación y actividad en los yacimientos elevados del Cabeçó de Mariola, La Covalta, La Serreta y El Puig. Desde fines del siglo V a.C. se aprecia en el área alcoyana, al igual que en otros territorios contestanos, un significativo incremento demográfico que se traduce en el desarrollo de asentamientos encargados de controlar y explotar las diferentes unidades morfoestructurales de la región (Grau, 1998, 314). Entre ellos estaba el Cabeçó de Mariola, núcleo de larga pervivencia que controlaba el acceso a la valleta de Agres. Al Noreste del poblado del Cabeçó de Mariola y no muy lejos del mismo se erguía, sobre una amplia y elevada meseta, el núcleo de La Covalta, el cual mantenía un excelente control visual sobre el sector oriental de la valleta de Agres y el acceso al valle de Albaida. El pequeño poblado de Errecorals, situado entre los dos núcleos anteriores, conectaba visualmente con ambos, asegurando así el férreo control de la entrada a la Hoya de Alcoy por el Noroeste.

Siguiendo hacia el Este, al Norte de la sierra de Almudaina y controlando el valle de Gallinera, zona de tránsito hacia la costa, está el poblado del Xarpolar, ubicado en una alta meseta de difícil acceso y con un buen control visual del entorno. Cerca de la vall de Ceta encontramos el yacimiento del Pitxocol, emplazado en la cumbre y la ladera meridional de la sierra de Almudaina. Su necrópolis pudo estar en el Collado del Zurdo, lugar que ha proporcionado fragmentos de esculturas funerarias. En Benimassot, localidad de la vall de Ceta, aparecieron también restos escultóricos, pertenecientes en concreto a una dama y un toro. En la Foia del Comtat existió un importante poblado ibérico en el cerro sobre el que se alza el castillo medieval de Cocentaina. Su control visual sobre las tierras septentrionales se aseguraba a través del pequeño enclave del Pic Negre. Otros asentamientos cercanos emplazados en el llano, como el Terratge y la Torre, explotaban tierras fértiles próximas al río Serpis. El poblado de Penàguila, ubicado en una ladera desde la que dominaba el río homónimo, vigilaba un acceso meridional al área alcoyana y enlazaba con una ruta fluvial que conduce a la costa. Los principales poblados analizados se insertan en un modelo equilibrado de “oppida” normalmente equidistantes y con otros núcleos menores subordinados (Olcina, Grau, Sala, Moltó, Reig y Segura, 1998, 42). Son casi siempre pequeños “oppida” de entre 2 y 3 hectáreas, fortificados y situados en cerros. Cumplen una doble función de control y explotación del territorio.

Dominando la Hoya de Alcoy se encuentran los dos grandes poblados de El Puig y La Serreta. A pesar de su proximidad parece que tuvieron inicialmente durante el Ibérico Pleno áreas diferentes de captación de recursos que no entraron en competencia directa (Grau, 1998, 315). El Puig alcanzó su mayor auge durante la primera mitad del siglo IV a.C., abandonándose hacia fines de dicho siglo. Debió alcanzar una extensión aproximada de 3 hectáreas. Su pujanza viene atestiguada por su sólido sistema defensivo y sus lujosas importaciones, como la vajilla ática. El acceso al poblado estaba defendido por un robusto torreón y una doble hilada de murallas. Controlaba la entrada por el Sur a la Hoya de Alcoy. Durante el siglo IV a.C. el poblado de La Serreta ocuparía la parte superior del cerro en que se ubicaba. A esta fase corresponden la mayoría de los enterramientos hasta ahora documentados en su necrópolis de incineración. Tanto en El Puig y La Serreta como en los otros “oppida” del área alcoyana se establecerían las elites rectoras encargadas de la redistribución de la producción agropecuaria y de los objetos llegados a la región a través del comercio. Estas aristocracias impondrían un control estricto sobre las vías de comunicación y organizarían la defensa articulada del territorio. La expansión urbana de estos “oppida” se vería limitada por su ubicación en cerros que unían a su carácter estratégico una topografía ingrata. Su control del territorio se completaba con pequeñas atalayas, como Errecorals y el Pic Negre, y con pequeños centros productivos, próximos a los cursos de agua. Quedaban bien protegidos tanto los accesos desde la costa a la comarca como las entradas desde otras regiones interiores, como el valle alto y medio del Vinalopó o los llanos septentrionales, adscritos a Saiti.

Desde fines del siglo IV a.C. se observa una evolución en el modelo de poblamiento del área aloyana con un considerable avance hacia una organización del territorio más jerarquizada (Olcina, 1996, 130). El patrón de asentamiento basado en los pequeños “oppida” se modifica, abandonándose algunos de ellos, como La Covalta y El Puig. Lo más llamativo de este momento es la remodelación e ingente expansión urbana de La Serreta, que se configuraría así como el gran centro rector del área alcoyana. Bajo su dominio estarían los pequeños “oppida” que lograron subsistir, así como los nuevos núcleos defensivos (Castell de Perputxent, Costurera, Solana de Tollos, Cabeçó de Serrelles y El Castellar) y los nuevos poblados en llano de carácter agrícola (El Sompo, La Condomina, Caseta Catalá y Les Puntes). Todo indica que La Serreta, de extensión superior a las 5 hectáreas, pasaría a ejercer la “capitalidad” de un extenso territorio dentro de un proceso de concentración de la autoridad política y administrativa de carácter en cierta medida protoestatal. Su santuario adquiriría alcance comarcal y sería un instrumento favorecedor de la cohesión política de todos los enclaves dependientes. La relación, casi con toda seguridad jerárquica, que se daba entre La Serreta y los pequeños “oppida” del entorno viene confirmada por el hecho de que en algunos de estos últimos están presentes elementos característicos de la cultura material capitalina, como los plomos escritos y la cerámica decorada de estilo figurado. En este sentido, un gran alfar que pudo abastecer de cerámica corriente y con decoración figurada a muchos poblados del ámbito alcoyano fue L’Alcavonet, en Cocentaina (Grau, 1998-1999, 75).
El territorio dependiente de La Serreta, uno de los más densamente poblados de la Contestania y que está bien definido por la propia orografía accidentada, se insertaría como una cuña entre las áreas territoriales subordinadas a Saiti e Ilici. Incluso la ruta que comunicaba más directamente estos dos últimos centros rectores pasaba por territorio alcoyano, si bien otros caminos más largos y más frecuentados evitaban sus escarpadas sierras. La prosperidad económica alcanzada por La Serreta en el siglo III a.C. se debería tanto a sus propios recursos como al control de diversas rutas comerciales que conducían desde emporios costeros, como el Tossal de Manises o la Illeta dels Banyets, hasta las comarcas interiores. A fines del siglo III a.C. o inicios del siguiente la administración romana, recientemente implantada, eliminó del ordenamiento territorial el enclave de La Serreta, cuyo entorno montañoso podía alentar la resistencia hacia el nuevo poder político. Otros “oppida” o centros agrarios menores perduraron, pero en general el área alcoyana pasó a ser bastante marginal en favor de los núcleos progresivamente romanizados de Ilici, Lucentum, Dianium y Saiti. El área alcoyana se ruralizó y pasó a acoger diversas villas agrarias, como El Quint, La Torre Redona y L’Horta Mayor, yacimiento este último que ha proporcionado restos escultóricos de problemática adscripción cronológica (Olcina, Grau, Sala, Moltó, Reig y Segura, 1998, 43).