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viernes, 18 de noviembre de 2011

EL ORAL




El yacimiento arqueológico de El Oral, cuya época corresponde al orientalizante, ibérico antiguo (finales del siglo VI al IV adC.), está situado en el término municipal de San Fulgencio (Provincia de Alicante, España), en un saliente de la Sierra del Molar, a 40 m sobre el nivel del mar.
La geografía del lugar en la actualidad debe ser bastante diferente a lo que fue en la antigüedad, y es más que probable que el Molar fuera una isla rodeada de marismas. Hasta el s. XVIII existía una albufera que debía ser navegable. El poblado fue abandonado de forma pacífica en la época del ibérico pleno, lo que explicaría lo escaso de los materiales encontrados. Es posible que la población se trasladara al cercano poblado de la Escuera.
Este yacimiento es, con seguridad, el mejor estudiado de la Contestania gracias a la meticulosa excavación dirigida por Lorenzo Abad y Feliciana Selles, con una detallada publicación de los resultados. El poblado ibérico de El Oral ocupa poco más de 1 hectárea, fue fundado ex novo a fines del siglo VI a. C. y estuvo habitado hasta las últimas décadas del siglo V a. C. Culturalmente se inscribe en la fase antigua de la Cultura Ibérica contestana. Situado junto a la desembocadura del río Segura, el yacimiento ocupa un pequeño espolón de la Sierra del Molar, a unos 40 metros de altura sobre el nivel del mar. A los pies del yacimiento se extendería en su época una gran área inundada de naturaleza pantanosa y navegable, alimentada por los aportes hídricos de los ríos Segura y Vinalopó. Presenta una muralla cuyo trazado contornea el borde del espolón y aparece reforzado en su lienzo septentrional por dos torreones macizos de planta cuadrangular; la puerta del recinto defensivo se abre hacia el oeste protegida por el torreón occidental. El núcleo interior está organizado por medio de una trama viaria de calles más o menos perpendiculares que delimitan una serie de manzanas y configuran un urbanismo regular, lo que indica una planificación consciente y previa a la construcción de los edificios. El número de casas excavadas por el momento, un total de 21, permite afirmar la existencia de un modelo básico constituido por dos habitaciones: una más grande casi siempre con hogar donde se desarrollaría la vida diaria, y otra más pequeña al fondo como almacén que, eventualmente, podría servir de área de reposo. A partir de este modelo también se construyen viviendas complejas, con un mayor número de habitaciones para funciones diversificadas dentro del conjunto de actividades domésticas. De entre éstas destaca la casa IVH por su organización en torno a un patio central descubierto, al estilo de la casa «mediterránea» antigua, y por su excelente acondicionamiento interior, rasgos que permiten calificarla como una residencia privilegiada perteneciente a un grupo familiar aristocrático. Todas las casas sin excepción están provistas de un equipamiento doméstico -hogares, bancos de trabajo, vasares, umbrales decorados, etc.- de enorme interés por su variedad y excelente conservación. Tampoco se observa distinción alguna en los ajuares domésticos: tanto en las casas sencillas como en las complejas aparecen vasos contenedores -ánforas, pithoi y lebetes-, vasos para el servicio de mesa -platos, cubiletes, caliciformes pintados y de cerámica gris- y vasos para la manipulación y cocción de alimentos -ollas, platos, fuentes-. El poblado viviría fundamentalmente del comercio mediterráneo del que son un buen exponente el conjunto de ánforas púnicas, griegas y etruscas, contenedoras de salazones de pescado y vino, así como la vajilla fina ática de barniz negro y figuras negras y las manufacturas de bronce etrusco.
Se pueden identificar restos de habitación, calles, muros, y un horno de pan. Estaba delimitado por una muralla de la que se conservan algunas hiladas inferiores. En el ángulo noroeste es posible observar restos de un torreón. Las casas son de planta rectangular. La más grande tiene al menos cinco estancias. Hacia el este, con habitaciones de muros construidos con mampostería, y restos de una construcción circular de unos 50 cm, arrasada tras su excavación por una acción vandálica. Estas estructuras han sido interpretadas por L Abad como bancos de trabajo. En la zona central del poblado se han identificado umbrales de adobe y decorados con conchas. Una de las plantas de mayor tamaño, de unos 25 m2 ha sido identificada como un posible santuario, con una pequeña habitación aneja, posiblemente un almacén. En el centro de la estancia apareció un motivo con forma de lingote chipriota (keftiu).
El yacimiento es un excelente ejemplo de planificación de poblado de época ibérica antigua (s VI a.C), con claras influencias semíticas, posiblemente relacionadas con asentamientos anteriores del Bronce Final y de época Orientalizante como Peña Negra, y, especialmente, La Fonteta. Su abandono se produciría a principios del s. IV a.C, por lo que aporta importante información sobre el periodo de formación de la Contestania.
Entre las actividades económicas del poblado estarían la producción agrícola, la explotación de pastos, la caza, la recolección de huevos, la pesca, la explotación de las salinas, la preparación de salmueras y, posiblemente, la explotación minera. Se trataría de un modelo económico autosuficiente, enriquecido con transacciones comerciales como parece demostrar la presencia de ánforas locales e importadas así como algunos productos exóticos. Recientemente se han identificado materiales procedentes del Oral en las excavaciones del Grau Vell (Arse-Sagunto), que confirma el comercio entre ambos asentamientos.
En el mes de septiembre de 1981, durante la primera campaña de excavación del yacimiento ibérico, se encontró un jarro de bronce de asa sobreelevada, de un tipo poco común, que parecía de origen etrusco.
Algún tiempo después hemos tenido ocasión de estudiar otros jarros similares, entre ellos uno casi idéntico, y aún inédito, aparecido hace años en la tumba número 255 del Cabecico del Tesoro de Verdolay (Murcia). Es nuestra intención presentar en este trabajo un avance de su estudio, como homenaje.

Apareció en el poblado ibérico antiguo, cuya vida se desarrolló principalmente a lo largo del siglo V y durante el primer tercio del siglo IV a.c. (1); este poblado muestra un urbanismo bastante desarrollado. con grandes casas, plazas y calles. En una de estas casas apareció el jarro, cuidadosamente oculto - d e lado y cubierto por un trozo de ánfora- en el banco de adobes de una habitación que proporcionó abundante material cerámica: cuencos y platos grises y pintados, ánforas, urnas de orejetas pintadas, etc.; el banco se encontraba bastante destruido, pero aún podían apreciarse las huellas de la ocultación.