El yacimiento arqueológico de El Oral, cuya
época corresponde al orientalizante, ibérico antiguo (finales del siglo VI al
IV adC.), está situado en el término municipal de San Fulgencio (Provincia de Alicante, España), en un
saliente de la Sierra del Molar, a 40 m sobre el nivel del mar.
La geografía del lugar en la actualidad debe ser
bastante diferente a lo que fue en la antigüedad, y es más que probable que el
Molar fuera una isla rodeada de marismas. Hasta el s. XVIII existía una
albufera que debía ser navegable. El poblado fue abandonado de forma pacífica
en la época del ibérico pleno, lo que explicaría lo escaso de los materiales
encontrados. Es posible que la población se trasladara al cercano poblado de la Escuera.
Este yacimiento es, con seguridad, el mejor estudiado de la Contestania gracias a la meticulosa
excavación dirigida por Lorenzo Abad y Feliciana Selles, con una detallada
publicación de los resultados. El poblado ibérico de El Oral ocupa poco más de
1 hectárea, fue fundado ex novo a fines del siglo VI a. C. y estuvo habitado
hasta las últimas décadas del siglo V a. C. Culturalmente se inscribe en la
fase antigua de la Cultura Ibérica contestana. Situado junto a la desembocadura
del río Segura, el yacimiento ocupa un pequeño espolón de la Sierra del Molar,
a unos 40 metros de altura sobre el nivel del mar. A los pies del yacimiento se
extendería en su época una gran área inundada de naturaleza pantanosa y
navegable, alimentada por los aportes hídricos de los ríos Segura y Vinalopó.
Presenta una muralla cuyo trazado contornea el borde del espolón y aparece
reforzado en su lienzo septentrional por dos torreones macizos de planta cuadrangular;
la puerta del recinto defensivo se abre hacia el oeste protegida por el torreón
occidental. El núcleo interior está organizado por medio de una trama viaria de
calles más o menos perpendiculares que delimitan una serie de manzanas y
configuran un urbanismo regular, lo que indica una planificación consciente y
previa a la construcción de los edificios.
El número de casas excavadas por el
momento, un total de 21, permite afirmar la existencia de un modelo básico
constituido por dos habitaciones: una más grande casi siempre con hogar donde
se desarrollaría la vida diaria, y otra más pequeña al fondo como almacén que,
eventualmente, podría servir de área de reposo. A partir de este modelo también
se construyen viviendas complejas, con un mayor número de habitaciones para
funciones diversificadas dentro del conjunto de actividades domésticas. De
entre éstas destaca la casa IVH por su organización en torno a un patio central
descubierto, al estilo de la casa «mediterránea» antigua, y por su excelente
acondicionamiento interior, rasgos que permiten calificarla como una residencia
privilegiada perteneciente a un grupo familiar aristocrático.
Todas las casas
sin excepción están provistas de un equipamiento doméstico -hogares, bancos de
trabajo, vasares, umbrales decorados, etc.- de enorme interés por su variedad y
excelente conservación. Tampoco se observa distinción alguna en los ajuares
domésticos: tanto en las casas sencillas como en las complejas aparecen vasos
contenedores -ánforas, pithoi y lebetes-, vasos para el servicio de mesa
-platos, cubiletes, caliciformes pintados y de cerámica gris- y vasos para la
manipulación y cocción de alimentos -ollas, platos, fuentes-. El poblado
viviría fundamentalmente del comercio mediterráneo del que son un buen exponente
el conjunto de ánforas púnicas, griegas y etruscas, contenedoras de salazones
de pescado y vino, así como la vajilla fina ática de barniz negro y figuras
negras y las manufacturas de bronce etrusco.


Se pueden identificar restos de
habitación, calles, muros, y un horno de pan. Estaba delimitado por una muralla
de la que se conservan algunas hiladas inferiores. En el ángulo noroeste es
posible observar restos de un torreón. Las casas son de planta rectangular. La
más grande tiene al menos cinco estancias. Hacia el este, con habitaciones de
muros construidos con mampostería, y restos de una construcción circular de
unos 50 cm, arrasada tras su excavación por una acción vandálica. Estas
estructuras han sido interpretadas por L Abad como bancos de trabajo. En la
zona central del poblado se han identificado umbrales de adobe y decorados con
conchas. Una de las plantas de mayor tamaño, de unos 25 m2 ha sido identificada
como un posible santuario, con una pequeña habitación aneja, posiblemente un
almacén. En el centro de la estancia apareció un motivo con forma de lingote
chipriota (keftiu).
El yacimiento es un excelente ejemplo de
planificación de poblado de época ibérica antigua (s VI a.C), con claras
influencias semíticas, posiblemente relacionadas con asentamientos anteriores
del Bronce Final y de época Orientalizante como Peña Negra, y, especialmente,
La Fonteta. Su abandono se produciría a principios del s. IV a.C, por lo que
aporta importante información sobre el periodo de formación de la Contestania.

En el mes de septiembre de 1981, durante la
primera campaña de excavación del yacimiento ibérico, se encontró un jarro de bronce
de asa sobreelevada, de un tipo poco común, que parecía de origen etrusco.

Apareció en el poblado ibérico antiguo, cuya vida se
desarrolló principalmente a lo largo del siglo V y durante el primer tercio del
siglo IV a.c. (1); este poblado muestra un urbanismo bastante
desarrollado. con grandes casas, plazas y calles. En una de estas casas
apareció el jarro, cuidadosamente oculto - d e lado y cubierto por un trozo de
ánfora- en el banco de adobes de una habitación que proporcionó abundante
material cerámica: cuencos y platos grises y pintados, ánforas, urnas de orejetas
pintadas, etc.; el banco se encontraba bastante destruido, pero aún podían apreciarse
las huellas de la ocultación.