El Castellar era un poblado ibérico que ocupaba la cumbre y
la ladera oriental del cerro. Toda la parte oriental que mira al marjal
Pego-Oliva estaba ocupada por el poblado íbero.
Se encontraron varios objetos consistentes en varias urnas
esferoidales, de la cultura céltica del Centro de la Península, pero pintadas
con zonas de líneas horizontales de tono encarnado, llenas de cenizas y de algunos
objetos de ofrenda : una falcata, puntas de lanza y regatones,
un soliferreum de hierro; de bronce, fíbulas
anulares y de arco, del final del primer período de La Tene.
Además, algunos objetos de adorno, como perlas de collar de vidrio esmaltado en
azul y verde, y una piedra de sortija, grabada con una doble cara
barbuda, de arte bastante basto.
Al sur (le Oliva se extiende una gran llanura, fértil y bien
cultivada,
.que muere en las vertientes de la sierra del Castellar, que
separa las provincias de Valencia y Alicante.
La cima del monte El Castellar está coronada por
las ruinas de un antiguo castillo, sobresaliendo de sus cimientos restos de
viejas paredes, vestigios del poblado a que correspondía esta necrópolis.
En toda la vertiente del cerro se recogen fragmentos de
cerámica ibérica hecha a torno, del mismo tipo de las urnas de la necrópolis.
Los sepulcros ocupaban los hoyos y grietas de
las rocas, no teniendo otras piedras de protección que las que les ofrecía la
naturaleza de las rocas donde estaba emplazada.
La parte central del camino se hallaba cortada en la roca
misma, pero en las márgenes restaba un pequeño espacio virgen, donde salieron
seis sepulcros, a corta distancia uno de otro.
Dentro de una grieta, un vaso esferoidal, con tapadera
cónica de influencia posthallstáttica, llena de cenizas y pequeños
fragmentos.
-Es el que salió más entero y conservando la tapadera
también decorada.
Se trata de un gran vaso en forma de tinaja, con borde recto
y cuello estrecho. Tiene dos asas compuestas por un trenzado
cerrado por dos bordes lisos, que le dan cierta elegancia.
La tapadera es cónica y abierta de la parte superior; está hecha a torno, de color
amarillento y decorada con pintura roja.
La decoración ocupa una sola zona en la parte superior del
vaso, limitada por grupos de cintas; casi es floral en su totalidad, habiéndole
sido intercalados dos caballos y un guerrero, que no constituyen ninguna escena, ni
parecen tener relación entre sí, pero su conservación no permite más que
situarlos, por los escasos restos que tenemos.
El decorado floral está integrado por hojas de hiedra, de
contorneadas palmetas espirales, capullos trilobulados, todos de estilo muy
abarrocado, pero de correcto dibujo, que lo colocan como los del mejor estilo
del sudeste.
En la tapadera se repite el mismo dibujo del vaso; la parte
superior
está ornada por un grupo de círculos concéntricos, y la
inferior por cinco cintas desiguales, que cierran el motivo principal, formado
por dos abiertas hojas de contornos perfilados, que abrigan cuatro capullos
trilobulados, cuyos extremos terminan en rizos, cubriendo el espacio libre dos
rosetas multipétalas.
Tinaja de forma y medidas idéntica a la
anterior; le falta por completo la parte alta, conservando la inferior hasta el
final del dibujo.
La composición está compuesta por un grupo de guerreros que,
parapetados dentro de una torre o muralla dividida en dos niveles, se defienden
de unas patrullas de infantes y caballeros que los atacan por ambos lados.
Por la derecha son atacados por cuatro guerreros (dos de los
cuales ya yacen heridos en el suelo), armados de jabalinas y escudos, y por la
izquierda, por tres jinetes y dos peones; los sitiados se defienden con lanzas y
dardos, cubriéndose el cuerpo con grandes escudos.
Y está compuesta por seis defensores de la fortaleza,
que visten jubón con largas mangas, unos rayados y otros
cuadriculados; altas
botas, y tocado ondulado, con la cabeza descubierta; cubren
su cuerpo con grandes escudos oblongos, de extremos redondeados, y todos en
actitud de arrojar la jabalina, de acusadas aletas.
La lucha en cuestión tal vez representa un episodio de
defensa de un poblado, donde los invasores sufren una derrota, pues ninguno de
los defensores está representado herido, sino sano y luchando ardidamente.
Los espacios no ocupados por la batalla se hallan decorados
con capullos, rizos y otros motivos florales, como la parte inferior del vaso
por una zona de semicírculos concéntricos.
Los demás vasos con decoración pintada de animales y
vegetales tienen sus paralelos con los hallados en las estaciones ricas del
sudeste, Serreta de Alcoy, Liria, Archena, etc., y las urnas sin pintar o con
dibujo rudimentario y pobre de pequeñas dimensiones, son del tipo común a la
mayoría de necrópolis célticas del centro de España. Junto con estos vasos,
pueden agruparse los hierros y bronces; lanzas, falcatas, soliferrim, fíbulas
anulares y de arco, como también las perlas de collar de vidrio.
Todos estos hallazgos, junto con el fragmento de vaso
helenístico encontrado dentro de una de las tinajas pintadas, nos sitúan la
necrópolis a finales del siglo IV ó comienzo
del III antes de J. C.
Se encuentran varias urnas decoradas con escenas de caza, de
guerra que nos relatan claramente la actividad de estos pobladores.
Otras vasijas, además de los elementos florales,
están pintadas con decoración geométrica.