LA CONTESTANIA
- CARACTERISTICAS ORIENTALIZANTES -
.
Hasta hace apenas dos décadas nadie podía
imaginar la existencia de un estadio antiguo en la evolución de la Cultura
Ibérica. La imagen del mundo ibérico como
manifestación bastante tardía, a lo sumo contemporánea en sus inicios de
la cerámica griega,
había nacido plenamente aceptada y fue pareja a los avances
de la propia investigación. No podía ser de otro modo ya que las excavaciones
de principios de siglo en el Sureste sacaban a la luz una vistosa cerámica
figurada, cuya importancia manifiesta y su relación con vasos romanos de terra
sigillata relegaban al olvido aquellos otros con decoración
geométrica que desde fines del siglo XIX estaban
apareciendo en el valle del Guadalquivir y tenían visos de ser bastante
antiguos:
en el otro extremo, las excavaciones en Ampurias
mostrando a la investigación que en las capas más profundas de la sucesión
estratigráfica la cerámica ibérica geométrica se encontraba junto con vasos
áticos de barniz negro y de figuras rojas.
Esta idea, extendida como principio general a
todos los territorios ibéricos, hizo en el caso de la Contestania que en las
obras de S. Nordstron (1973) o E. Llobregat
(1972) se propusiera la segunda mitad del s. V a .C como fecha más alta
para los orígenes ibéricos.
Afortunadamente, en aquellas fechas empezaba a descubrirse un contexto cultural
protohistórico que finalmente ha permitido ubicar la Cultura Ibérica en la
continuidad histórica de la Península. En efecto, las excavaciones en los
asentamientos coloniales instalados en el litoral peninsular demostraban la
existencia de tina cerámica a torno muy antigua -más incluso que las primeras
ibéricas-, que formaba parte del 21ajuar de unas viviendas de planta rectangular
construidas técnicamente como las de los poblados ibéricos. Así es como la
investigación ha podido rellenar el «vacío» entre el final de la Edad del
Bronce y la Cultura Ibérica clásica con un período en el que convergen las
innovaciones traídas por los pueblos rnediterráneos y su asimilación por parte
de los pueblos indígenas. Hoy nadie duda que en ello reside el origen de la
Cultura Ibérica.
En la región contestana, se ha podido analizar
este proceso gracias a los trabajos en dos yacimientos protohistóricos claves:
en Los Saladares (Orihuela) primero, y en Peña Negra (Crevillente) después a
principios de los 80, los clescubrimientos en estos poblados sumados a otros
del País Valenciano (Los Villares, Vinarragell, Puig de la Nau, Puig de la
Misericordia) indicaban el carácter generalizado del proceso en todo el
Levante.
En el territorio que nos interesa, la Vega Baja
clel río Segiira. quedaba resuelta la presencia de comerciantes fenicios en
Peña Negra' y con ellos las condiciones que darían origen al mundo ibérico;
pero este enclave se abandonaba a mediados del s. VI a C Saladares parecía
continuar hasta época ibérica plena aunque de una manera confusa, y los
poblados ibéricos ya conocidos en la comarca no se fechaban antes allá de fines
del s. V a C: seguía existiendo, por tanto, un período de más de un siglo
inexplicablemente vacío. Por suerte, en aquellos momentos se iniciaban las
excavaciones con un poblado ibérico situado en la misma comarca, El Oral, cuya
fundación se podía establecer en los postreros años del s. VI a C y su final en
torno a la mitad de s. V a C; con esta cronología constituía el enlace entre el
poblamiento orientalizante y los poblados ibéricos clásicos de la zona.
Teníamos ya la fase ibérica antigua peifilada y
los elementos materiales para analizarla. En el resto del País Valenciano
también se estaban produciendo descubrimientos en esta misma línea: se detectan
niveles ibéricos antiguos en el Abric de Les Cinc (Almenara, Castellón)
(JUNYENT et ulii, 1982-83); se inician excavaciones sistemáticas en los
poblados del Puig de la Misericordia (Vinaroz) y Puig de la Nau (Benicarló)
(GUSI y OLIVER, 1987); y se reanudan en Los Villares (Caudete de las Fuentes,
Valencia) (MATA, 1991). Poco a poco se va dando contenido a
un poblamiento del que hasta entonces sólo se conocían sus
aspectos funerarios a través de necrópolis como La Solivella (Alcalá de
Chivert, Castellón) y El Molar (Guardamar,
Alicante) principalmente. En la región contestana, el escaso número de
yacimientos ibéricos antiguos conocidos y la fragmentaria informacióii que se
tenía de ellos había impedido construir una idea de conjunto. Hoy contamos con
cuatro yacimientos cuya información disponible puede sernos de utilidad en un
estudio como el que nos proponemos.
La necrópolis de El Molar (Guardamar) es la
primera necrópolis de esta cronología que se conoce en el País Valenciano. Su
excavación tuvo lugar en 1928 y 1930 en sendas campañas dirigidas
respectivamente por J. Lafuente y J. Senent, al que se debe la Memoria final de
las excavaciones (SENENT, 1930). Nordstroni realizó el primer estudio del
yacimiento, determinando su cronología entre el 450 y el 350 a C pese a la
existencia de fragmentos áticos que ella misma fecha en el s. VI y en torno al
500 a C ; reconoce la antigüedad del yacimiento junto a La Alcudia y La Escuera
frente a los restantes yacimientos de la provincia de Alicante que atribuye de
rnanera genérica al s. IV aC , por su parte, no modificó esta datación. En
el estudio más reciente de M. Monraval (
1 992, 126) se establecen correctamente los márgenes
cronológicos que proporcionan los materiales de importación si bien, a nuestro
juicio, no se acaba de realizar una valoración justa de esta necrópolis. Hoy
queda claro que se trata de la necrópolis del poblado de El Oral.
El nivel ibérico antiguo de La Alcudia (Elche)
sólo se ha detectado en al, "unos puntos cuando se han acometido trabajos
de excavación en vertical. La información es escasa -se conocen únicamente y de
manera aislada algunos vasos cerámicos y otros objetos domésticos-, pero hasta
el descubrimiento de El Oral constituía la única muestra de un hábitat ibérico
antiguo.
La necrópolis de Altea la Vella (Altea) se
conocía por unas breves notas de Almarche y F. Martínez sobre el hallazgo de
algunos objetos que calificaban el yacimiento como antiguo (LLOBREGAT, 1972,
109). Por desgracia, los materiales rnás significativos se descubrieron en una
excavación clandestina de unos coleccionistas,
si bien la información pudo recuperarse
parcialmente (MOROTE, 1981). En 198 1 , con motivo de unas obras en una
vivienda del caserío actual de Altea la Vella, se descubrió lo que sus
excavadores interpretaron como restos de un vertedero de carácter doméstico,
con lo que queda claro que el hábitat se localiza justo debajo del núcleo de
población moderno.
El poblado de El Oral (San Fulgencio), situado
en la misma desembocadura del río Segura, es un yacimiento que había
permanecido intacto y desconocido para la investigación. Su estratégica
ubicación y el hallazgo en superficie de materiales con claras analogías con el
contexto material de Peña Negra motivó el inicio de su excavación con una
primera fase de cinco campañas; los trabajos de campo continúan en la
actualidad dentro de una segunda fase de excavaciones que están ofreciendo una
interesante información complementaria de lo ya publicado.
En la actualidad el número de yacimientos del
País Valenciano pertenecientes a la fase antigua ha ido creciendo con la
práctica de prospecciones sistemáticas, por un lado, y el progresivo conocimiento
del contexto material, por otro .Con todo, no dejan de ser puntos mudos en un
mapa de distribuciónal tratarse en la mayoría de los casos de hallazgos
cerámicos superficiales. En estas
condiciones resulta prematuro emprender estudios espaciales del
territorio porque faltan elementos de juicio mensurables, incluso para una zona
con mayor información como son las comarcas meridionales alicantinas. No
obstante, contamos con la ventaja de que El Oral ofrece un contexto material
amplio y fiable de este período y, por tanto, si se contrasta con otros
yacimientos permitirá recuperar los datos hasta ahora inconexos o sin
fiabilidad alguna. Estamos pues en condiciones de poder presentar algunos de
los rasgos de la fase ibérica antigua contestana que exponemos seguidamente con
breves comentarios en espera de una autentica normalización.
Escribir
sobre la cultura ibérica en Albacete es sin duda uno de los temas más
interesantes que se pueden proponer, ya que es aquíen donde se dan diversas
muestras del arte ibérico que no tienen comparación con otros lugares de la
Península Ibérica. No toda la provincia de Albcete estaría integrada en la
Cintestanía pero, esta vez vamos a hacer u estudio de los poblados íberos de
esta provincia como si de la Contestanía se tratase, para comprener mejor la
cultura de estas gentes para entender bien a las poblaciones anteriores al fenómeno
ibérico. Aquí pretendemos ofrecer los datos básicos y las diversas influencias
externas que motivaron el desarrollo de tan alta cultura, que nos ha legado muy
importantes muestras de su repertorio material, organización política, orden
social y artes mayores, y así poder desarrollar un estudio verdaderamente
adecuado. Recordemos por ejemplo el monumento funerario de Pozo Moro o las
diversas muestras de escultura entre las que destacan el toro de Balazote, la
esfinge de Bogarra, la cierva de Caudete o el caballo de la Losa. Ahora bien,
todas estas manifestaciones están aquí por un serie de razones fundamentadas en
el tiempo, existen en el territorio albacetense no por generación espontánea,
sino porque en este lugar se dieron una serie de factores que motivaron el
desarrollo de esta cultura al igual que sucedió en otras zonas, de tal manera
que Albacete queda inmersa en un proceso cultural del que no se conocía nada,
debido a la falta de un proceso de investigación centrado en estos momentos.
Hacia el siglo VIII antes de Cristo la Península Ibérica se encontraba inmersa
en un proceso histórico polarizado por dos grandes sistemas culturales, por una
parte los Campos de Urnas del Noreste, centrados fundamentalmente en Cataluña,
así como por la presencia de ciertos elementos del Valle del Ebro y por otra la
cultura tartésica, cuyo foco principal se encontraba en la zona de Huelva y
Cádiz. A ello hay que añadir la presencia de un elemento capital para fijar el
factor principal de desarrollo de la cultura ibérica, se trata de la presencia
fenicia a través de una serie de factorías enclavadas desde las costas
gaditanas hasta la desembocadura del río Segura. Sus fechas de origen y
fundación varían desde finales del siglo IX a. de C. hasta el siglo VII a. de
C. Su cometido principal era seguramente el comercio con el fin de conseguir
metales como la plata y el estaño, intercambiándolos por productos cerámicos y
manufacturas de hierro. Estos dos elementos, es decir, la cerámica a
torno y el hierro, van a suponer un cambio revolucionario en la
concepción económica de las poblaciones indígenas ya que se va a iniciar una
transformación en los modos de producción, pasando de una economía basada en
las cerámicas realizadas a mano y la metalurgia del bronce a otra apoyada en la
cerámica a torno y el hierro. Ahora bien, ni unas ni otras se abandonan, sino
que conviven durante largo tiempo con aquellas, en un momento temporal y
cultural que se ha convenido en llamar orientalizante.
Dentro de toda esta dinámica tan intensa de cambios, relaciones económicas y de innovación material que debemos considerar como el embrión de la cultura ibérica, la provincia de Albacete juega un papel con dos características principales, organizadas en función del tiempo y del espacio. En un primer momento y en zonas como la Sierra de Nerpio y sus alrededores, la presencia de materiales fenicios en El Macalón equipara este territorio con otros como los de Granada o Jaén que determina un gran ámbito cultural englobado en lo que hoy es la Alta Andalucía. Desde un punto de vista poblacional es una zona mal conocida en la que solo tenemos constancia de un gran asentamiento como es el Macalón, si bien deben existir otros tantos de carácter secundario, organizados en torno a este gran poblado, como asentamientos centrales equiparables al Macalón. Aquí tenemos documentadas cerámicas de barniz rojo, una de las producciones emblemáticas de las factorías fenicias, que vienen seguramente a través de intermediarios indígenas, y fíbulas del entorno tartésico como las del grupo Alcores-Bencarrón-Acebuchal. Todo ello en un ambiente en el que lo indígena aún mantiene una gran preeminencia, caracterizado gracias a las cerámicas a mano. La fecha de impacto de este modelo cultural parece situarse a finales del siglo VIII o inicios del siglo VII a. de C. En otro lugar de la provincia de Albacete, en la desembocadura del río Mundo, y por lo tanto en la zona de interés de la vega el Segura medio, se ha localizado un pequeño pero interesante poblado en la zona de Camarillas, que conocemos como Camarillas-2. En él se han localizado diversas cerámicas que nos hablan de un mundo inmerso en la Primera Edad del Hierro, difícilmente distinguible del momento terminal del final de la Edad del Bronce, con una cultura material que es similar a otros yacimientos como El Ramonete de Mazarrón, en Murcia, o con elementos de otros poblados, en los que ya aparece la cerámica a torno si bien con fechas muy antiguas entorno al final del siglo VIII y toda la primera mitad del siglo VII a. de C. En este asentamiento no está presente la cerámica a torno, por lo que es el precedente inmediato de otro enclave, de gran importancia y muy interesante, que conocemos como Los Almadenes.
Dentro de toda esta dinámica tan intensa de cambios, relaciones económicas y de innovación material que debemos considerar como el embrión de la cultura ibérica, la provincia de Albacete juega un papel con dos características principales, organizadas en función del tiempo y del espacio. En un primer momento y en zonas como la Sierra de Nerpio y sus alrededores, la presencia de materiales fenicios en El Macalón equipara este territorio con otros como los de Granada o Jaén que determina un gran ámbito cultural englobado en lo que hoy es la Alta Andalucía. Desde un punto de vista poblacional es una zona mal conocida en la que solo tenemos constancia de un gran asentamiento como es el Macalón, si bien deben existir otros tantos de carácter secundario, organizados en torno a este gran poblado, como asentamientos centrales equiparables al Macalón. Aquí tenemos documentadas cerámicas de barniz rojo, una de las producciones emblemáticas de las factorías fenicias, que vienen seguramente a través de intermediarios indígenas, y fíbulas del entorno tartésico como las del grupo Alcores-Bencarrón-Acebuchal. Todo ello en un ambiente en el que lo indígena aún mantiene una gran preeminencia, caracterizado gracias a las cerámicas a mano. La fecha de impacto de este modelo cultural parece situarse a finales del siglo VIII o inicios del siglo VII a. de C. En otro lugar de la provincia de Albacete, en la desembocadura del río Mundo, y por lo tanto en la zona de interés de la vega el Segura medio, se ha localizado un pequeño pero interesante poblado en la zona de Camarillas, que conocemos como Camarillas-2. En él se han localizado diversas cerámicas que nos hablan de un mundo inmerso en la Primera Edad del Hierro, difícilmente distinguible del momento terminal del final de la Edad del Bronce, con una cultura material que es similar a otros yacimientos como El Ramonete de Mazarrón, en Murcia, o con elementos de otros poblados, en los que ya aparece la cerámica a torno si bien con fechas muy antiguas entorno al final del siglo VIII y toda la primera mitad del siglo VII a. de C. En este asentamiento no está presente la cerámica a torno, por lo que es el precedente inmediato de otro enclave, de gran importancia y muy interesante, que conocemos como Los Almadenes.
Dicho poblado, fundado posiblemente hacia
el último tercio del siglo VII a. de C., nos explica, al menos en parte, el
proceso de iberización del Campo de Hellín y los llanos circundantes de la zona
central de Albacete. En él una reciente excavación nos ha permitido conocer la
estructura de un edificio de unos 150 metros cuadrados de superficie, con cinco
estancias separadas por tabiques, con un patio de acceso y un almacén de
cerámicas, en el que han recogido más de treinta piezas completas aunque
aplastadas por el derrumbe de la cubierta, derrumbe producto del incendio que
al parecer destruyó por completo este edificio.
Desde un punto de vista urbanístico se
trata de un asentamiento planificado previamente, en el que destacan su muralla
defensiva con un basamento ensanchado en la parte baja que actúa a modo de
refuerzo, sus calles rectas organizadas longitudinalmente las mayores o
principales y unos espacios abiertos que llaman poderosamente la atención al
tratarse posiblemente de plazas entre diversos edificios.
Todo ello nos está hablando de la
existencia de un poder más o menos organizado que determina una estructura
jerarquizada que impone una serie de criterios de organización del trabajo para
construir ordenadamente este asentamiento.
Si su arquitectura es importante no lo es
menos su cultura material, ya que ésta nos habla claramente de un momento
orientalizante, enlazado con otros enclaves costeros como los que existen en la
zona de la desembocadura del río Segura, debajo de una rábita hispanomusulmana,
que es seguramente un factoría de distribución comercial o las que deban
existir en la zona de Mazarrón, en donde se ha encontrado un barco hundido de
época fenicia cerca de la Punta de los Gavilanes, sitio en el que se ha
excavado un enclave con materiales orientalizantes y fenicios. Ahora bien, lo
que sí está claro es que existen otros enclaves que podemos considerar como
intermedios entre la zona costera y el territorio de Albacete, enclaves como el
del Castellar de Librilla en Murcia, la Peña Negra en Crevillente o Los
Saladares de Orihuela, los dos en Alicante, a los que debemos añadir el
asentamiento de Bolbax en Cieza que debió tener una gran importancia en la
Primera Edad del Hierro. Estos asentamientos deben jugar un papel preponderante
como intermediarios comerciales, papel que va a ser fundamentalmente en el
proceso de iberización.
Los materiales de Las Almadenes, fechados en el momento de destrucción, que nosotros consideramos que debe estar en torno al 550 antes de Cristo, se caracterizan por situarse a caballo entre un momento orientalizante y lo que es propiamente ibérico inicial. De ellos destacan principalmente las ánforas, de tipo conocido como Rachgoun, con labios triangulares o bien rectos, de carena de hombro y asas verticales macizas. Las pastas cerámicas nos han permitido distinguir dos grandes grupos dentro de las ánforas, pastas que no tienen similitudes con otros lugares por lo que llevamos visto de otros yacimientos de Alicante y Valencia, si bien es posible que encontremos parecidos conforme profundicemos más en la investigación.
Los materiales de Las Almadenes, fechados en el momento de destrucción, que nosotros consideramos que debe estar en torno al 550 antes de Cristo, se caracterizan por situarse a caballo entre un momento orientalizante y lo que es propiamente ibérico inicial. De ellos destacan principalmente las ánforas, de tipo conocido como Rachgoun, con labios triangulares o bien rectos, de carena de hombro y asas verticales macizas. Las pastas cerámicas nos han permitido distinguir dos grandes grupos dentro de las ánforas, pastas que no tienen similitudes con otros lugares por lo que llevamos visto de otros yacimientos de Alicante y Valencia, si bien es posible que encontremos parecidos conforme profundicemos más en la investigación.
Acompañando a esas ánforas tenemos
cerámicas grises, pintadas de gran tamaño, de amplia boca, conocidas como
“pithos” y otras de pequeño porte a modo de urnas y como elementos más
destacados un fragmento de ampolla fenicia, muy comunes en Ibiza, siendo el
primer ejemplar conocido en Albacete y un fragmento de pared de una vasija
realizada a mano con superficie grafitada, es decir con la cara exterior bañada
en este producto, cuyo elemento principal es el carbono. Esta pieza pone en
relación nuestro yacimiento con otros como Los Villares, en Caudete de las
Fuentes, Valencia, o el más importante e influyente para la zona albacetense
como es Cástulo en Linares, Jaén, lugares en los que las cerámicas grafitadas
tienen una representación importante y señalada.
Pero existe un yacimiento arqueológico que mantiene unos fuertes paralelismos con el nuestro, se trata del Alt de Benimaquía en Denia, Alicante. Es un poblado costero, con una sólida muralla, del que se han excavado diversos edificios adosados al interior del paramento defensivo. Destaca por la localización de una serie de lagares y espacios para prensar vino, por lo que es un yacimiento único. Dicha elaboración del vino parece que es importante dentro de las sociedades orientalizantes e ibéricas antiguas por cuanto tiene un significado especial el consumo de este líquido ya que se utiliza en banquetes y en ritos funerarios.
Pero existe un yacimiento arqueológico que mantiene unos fuertes paralelismos con el nuestro, se trata del Alt de Benimaquía en Denia, Alicante. Es un poblado costero, con una sólida muralla, del que se han excavado diversos edificios adosados al interior del paramento defensivo. Destaca por la localización de una serie de lagares y espacios para prensar vino, por lo que es un yacimiento único. Dicha elaboración del vino parece que es importante dentro de las sociedades orientalizantes e ibéricas antiguas por cuanto tiene un significado especial el consumo de este líquido ya que se utiliza en banquetes y en ritos funerarios.
También son de destacar las cerámicas a
mano que mantienes el aire tipológico de sus más inmediatos precedentes, tales
como los que hemos encontrado en Camarillas, yacimiento citado más arriba.
Dichas cerámicas entroncan con la tradición local, de lo que se desprende la
unión entre lo indígena y lo foráneo, mezcla que va a ser una de las
características determinantes a lo largo del tiempo de la Cultura Ibérica en
Albacete.
Posiblemente coetáneo al asentamiento de
Los Almadenes existe en el Altiplano de Jumilla, Murcia, un gran conjunto del
Bronce Final y la Primera edad del Hierro, conocido como Coimbra-El Maestre,
del que se tiene conocimiento de su necrópolis, conocida como Collado y Pinar.
En este lugar se han documentado encachados de piedra, a la manera de los
túmulos, de planta rectangular y circular, con cerámicas a mano y fíbulas de
doble resorte, así como un fragmento de vaso alabastrón, pieza con un evidente
sentido funerario y cultural. El modelo fúnebre de enterramiento que es la
incineración, es el precedente más inmediato de todo el complejo funerario
ibérico que se verifica en Albacete, y en la zona interior de Murcia. Las
fíbulas de doble resorte y el alabastrón nos indican la existencia de
relaciones con el mundo orientalizante, del que existe un claro ejemplo en la
necrópolis de Les Moreres, cementerio del poblado de Peña Negra en Crevillente,
Alicante.
En otro orden de cosas el enclave de Meca, en Ayora, Valencia, muy cercano a la frontera con Albacete, y que domina un amplio territorio en el que se engloban Alpera y Almansa, ejerce un enorme poder de atracción económica y social, que para los momentos que nos ocupan se reflejan en la existencia de una seria de materiales de clara filiación orientalizante, posiblemente fenicios, como son ánforas y cuencos trípodes.
En otro orden de cosas el enclave de Meca, en Ayora, Valencia, muy cercano a la frontera con Albacete, y que domina un amplio territorio en el que se engloban Alpera y Almansa, ejerce un enorme poder de atracción económica y social, que para los momentos que nos ocupan se reflejan en la existencia de una seria de materiales de clara filiación orientalizante, posiblemente fenicios, como son ánforas y cuencos trípodes.
Si queremos
conocer el mundo indígena en su ámbito funerario, hemos de irnos a la
necrópolis de Hoya de Santa Ana, núcleo que tiene su origen hacia el siglo VII
a. de C. a juzgar por algunos materiales que aparecen. Se trata de la fíbula de
pivote, un interesante ejemplar con bolas perforadas a modo de remates. También
son de destacar las fíbulas de doble resorte que acompañan a urnas funerarias
realizadas a mano, claro exponente de la síntesis entre lo que es propiamente
local y aquello que proviene del exterior. Las cerámicas ofrecen perfiles de
fuerte tradición local y otros que imitan formas nuevas, imitaciones que nos
hablan del reducido poder adquisitivo tanto de la persona enterrada y de su
entorno, a la vez que se indica el mantenimiento de tradiciones anteriores,
tradiciones expresadas en la técnica de realización de estas vasijas.
Otros ejemplos como la frontalera de
caballo para su enjaezamiento, procedente de El Lobo, en Lezuza, que señalan la
existencia de una élite ecuestre en momentos tempranos de la Cultura Ibérica, o
tal vez antes, habla de la extensión del proceso de transformación y cambio de
sociedades primitivas a otras más evolucionadas y complejas, en la que la
jerarquización está empezando a manifestarse.
Pero es a partir de la segunda mitad del siglo VI a. de C.
cuando el cambio adquiere tal envergadura que podemos empezar a hablar de la
Cultura Ibérica propiamente dicha. Es el momento en que poblados como los
Almadenes se desocupan en un proceso oscuro y nada conocido, mientras que otros
yacimientos como posiblemente El Tolmo de Minateda, Hellín, y el Cerro
Fortaleza en Fuente Álamo, adquieren una gran preeminencia y extienden su
influencia por su entorno, adquiriendo la categoría de poblados centrales y decisivos
en las relaciones económicas de intermediación y producción. Si los poblados
son escasamente conocidos, las necrópolis no lo son tanto, ya que conocemos un
mayor número de elementos ibéricos antiguos a través de la prospección y los
hallazgos fortuitos.Dichos elementos, de gran categoría, se estructuran en dos
grupos principales. Por una parte los que podemos considerar arquitectónicos, y
por otra aquellos que se engloban en el campo de la escultura. Entre los
primeros cabe destacar monumentos como la torre de Pozo Moro en Chinchilla, que
no es la única, sino que existen otras como en Haches en Bogarra y en El
Salobral, Albacete t. m. En una categoría inferior, si bien pertenecientes
también a las clases más elevadas de la sociedad ibérica, están los pilares
estela de los que conocemos un mayor número, ya que aparecen en el Bancal de
Capuchinos, en Caudete, en la Hoya de Santa Ana en Chinchilla o en el Cercado
Galera, Liétor. Son estos edificios los que nos hablan de la estratificación
social ibérica, que en un primer momento parece tener un sistema político
basado en la monarquía sacra de carácter divino para después pasar a una
monarquía basada en rasgos heroicos representados a través de edificios de tipo
“heroa” como el que apareció en Porcuna, Jaén y que aquí en Albacete no tenemos
aún constatados pero que sí podemos rastrear gracias a ciertos elementos
escultóricos como los aparecidos en Casa Quemada, Albacete t. m., La Losa en
Casas de Juan Núñez o el Llano de la Consolación en Montealegre del Castillo. Este arte funerario ibérico sólo se
comprende si se ha establecido una estructura social jerarquizada de tipo
piramidal cuyo objetivo es el control económico de las materias primas propias
del territorio, de las importaciones que se llevan a cabo desde el exterior y
de los circuitos de intermediación comercial locales y comarcales. Sólo así se
comprende el que vengan maestros escultores que tallen los relieves de Pozo
Moro, con un ciclo mitológico referente a Melkart/Herakles, y otros maestros que
por ejemplo esculpen el caballo de La Losa, verdadero exponente de la calidad
escultórica de la época ibérica antigua. Es el momento cronológico en que la
influencia orientalizante va diluyéndose poco a poco a favor de una mayor
presencia de tipo griego, que se va viendo en la mayor abundancia de elementos
exportados por comerciantes helénicos bien con base en Ampurias, Gerona, bien
con localización en la costa alicantina, ya que debemos traer a colación las
colonias de Hemeroskopeion y Arka Leuke, ambas de localización imprecisa,
aunque citadas en las fuentes antiguas. Estos elementos de tipo griego son la
cerámica de figuras negras que aparece en la tumba de Pozo Moro y el asa de
jarro de bronce del mismo enterramiento. A ello debemos sumar la presencia de
pequeñas esculturas como el sátiro itifálico del Llano de la Consolación o
ciertos rasgos grequizantes de la escultura ibérica que se expresan en el
caballo de La Losa y en la escultura de Casa Quemada fundamentalmente.
A nuestro juicio la presencia griega
viene dada por el interés creciente que van teniendo los comerciantes griegos y
del entorno griego por territorios interiores, explotados anteriormente por
sociedades orientalizantes. Es una manera de introducirse en un mercado de gran
potencial con una serie de productos que interesan más al gran público. Aún así
en este momento de transición centrado a lo largo de la segunda mitad del siglo
VI a. de C., los productos orientalizantes siguen estando presentes en
Albacete, con un ejemplo muy significativo, ya que en la Quéjola, en Casas de
Lázaro, se ha localizado una figurilla en bronce, procedente de un taller
gaditano, representando a una joven sacerdotisa de la diosa de Astarté.
A la vez la cultura
ibérica adquiere en este período su carta de identidad y no podemos dejar de
sorprendernos por la manera en que lo hace, ya que se manifiesta de un modo tan
brillante que en poco tiene que envidiar a otras zonas culturales peninsulares
y mediterráneas. Se ha querido ver en ella el producto de las influencias
griegas sobre todo, pero creemos que en todo caso la deuda la tiene con el
mundo fenicio en un primer momento y con las sociedades orientalizantes
después, sociedades que giran en torno a los primeros. Son los indígenas los
que se van transformando paulatina pero continuamente, originando y creando una
estructura social compleja que va evolucionando en el tiempo.
Ahora bien, la cuestión básica se centra en determinar cuales son los recursos que tiene Albacete que hace que se fijen las poblaciones orientalizantes en este territorio tan variado. Desde luego en el primer momento, cuyo ejemplo lo tenemos en Los Almadenes, el desarrollo poblacional no es alto ni la evolución social es muy complejo. Pero a partir de la segunda mitad del siglo VI a. de C. si podemos rastrear diversos enclaves, algunos de ellos fechables hacia finales del mismo siglo que ofrecen un panorama más desarrollado y una población más densa. A nuestro juicio la riqueza y desarrollo ibéricos a partir del mediados del siglo VI a. de C. se apoya fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, mientras que la metalurgia del hierro y en menor medida la del bronce es un elemento secundario. Ello se ve si analizamos el panorama minero de la provincia de Albacete, en la que los filones metalíferos de estos elementos son escasos y difícilmente explotables. Otro tanto ocurre con la plata y el oro de los que se conocen escasísimos ejemplos. Ellos no es obstáculo para que la actividad metalúrgica se lleve a cabo pero en un grado que no debe pasar más allá de la cobertura de ciertas necesidades básicas de la población ibérica de Albacete, mientras que las grandes piezas que debieron ser adquiridas por las clases dirigentes tuvieron que ser importadas de otros lugares de España. Y esta riqueza y concentración de los medios productivos debe apoyarse en el auge de un centro económico como Cástulo, en Linares, Jaén, a partir de la segunda mitad del siglo VI a. de C. Auge que se amplifica por la posible decadencia de otro lugar como es el núcleo tartésico de Huelva-Cádiz, que se deba posiblemente al agotamiento de los filones de plata de estos lugares. Ello implica el que Cástulo tomase el protagonismo de la explotación de un metal fundamental en la economía protohistórica y que por tanto lugares periféricos como el territorio de Albacete se desarrollen al compás de las necesidades de productos básicos para surtir a este centro de explotación económica. Así se desarrollan los enclaves ibéricos más señalados de Albacete y se crean otros nuevos como El Castellón, entre Hellín y Albatana, en donde un grupo de iberos funda un poblado en el lugar en donde estuvo enclavado un asentamiento del Bronce Final con una muralla ciclópea que en esos momentos aún debía se visible. Es un asentamiento que ofrece una trama urbana prácticamente inexistente, habiendo documentado cabañas de planta irregular con suelos de arcilla y una gran cantidad de material cerámico. Entre este destacan los dos fragmentos de copas griegas de barniz negro conocidas como tipo Cástulo y las ánforas, que se pueden agrupar en dos grandes categorías, las que ofrecen un hombre carenado, asa gruesa, cuello señalado y borde saliente engrosado, que son las que podemos considerar como indígenas o locales, con unas pastas de color rojizo, y aquellas que tienen unas pastas distintas y un borde triangular sin cuello se conocen como Tagomago y que proceden seguramente de la zona del Estrecho de Gibraltar.
Es evidente que estas ánforas son importaciones, conteniendo productos que no conocemos pero que interesan a nuestros indígenas. Su vía de llegada debe ser seguramente la que enlaza con la costa alicantina y murciana, ya que no podemos pensar que vengan por una vía interior que pasara por Cástulo (Linares, Jaén), debido fundamentalmente a las dificultades de su transporte. De ello se desprende que el mundo ibérico albacetense aún sigue manteniendo ciertos contactos con el mundo andaluz, que ahora se conoce como turdetano.
Ahora bien, la cuestión básica se centra en determinar cuales son los recursos que tiene Albacete que hace que se fijen las poblaciones orientalizantes en este territorio tan variado. Desde luego en el primer momento, cuyo ejemplo lo tenemos en Los Almadenes, el desarrollo poblacional no es alto ni la evolución social es muy complejo. Pero a partir de la segunda mitad del siglo VI a. de C. si podemos rastrear diversos enclaves, algunos de ellos fechables hacia finales del mismo siglo que ofrecen un panorama más desarrollado y una población más densa. A nuestro juicio la riqueza y desarrollo ibéricos a partir del mediados del siglo VI a. de C. se apoya fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, mientras que la metalurgia del hierro y en menor medida la del bronce es un elemento secundario. Ello se ve si analizamos el panorama minero de la provincia de Albacete, en la que los filones metalíferos de estos elementos son escasos y difícilmente explotables. Otro tanto ocurre con la plata y el oro de los que se conocen escasísimos ejemplos. Ellos no es obstáculo para que la actividad metalúrgica se lleve a cabo pero en un grado que no debe pasar más allá de la cobertura de ciertas necesidades básicas de la población ibérica de Albacete, mientras que las grandes piezas que debieron ser adquiridas por las clases dirigentes tuvieron que ser importadas de otros lugares de España. Y esta riqueza y concentración de los medios productivos debe apoyarse en el auge de un centro económico como Cástulo, en Linares, Jaén, a partir de la segunda mitad del siglo VI a. de C. Auge que se amplifica por la posible decadencia de otro lugar como es el núcleo tartésico de Huelva-Cádiz, que se deba posiblemente al agotamiento de los filones de plata de estos lugares. Ello implica el que Cástulo tomase el protagonismo de la explotación de un metal fundamental en la economía protohistórica y que por tanto lugares periféricos como el territorio de Albacete se desarrollen al compás de las necesidades de productos básicos para surtir a este centro de explotación económica. Así se desarrollan los enclaves ibéricos más señalados de Albacete y se crean otros nuevos como El Castellón, entre Hellín y Albatana, en donde un grupo de iberos funda un poblado en el lugar en donde estuvo enclavado un asentamiento del Bronce Final con una muralla ciclópea que en esos momentos aún debía se visible. Es un asentamiento que ofrece una trama urbana prácticamente inexistente, habiendo documentado cabañas de planta irregular con suelos de arcilla y una gran cantidad de material cerámico. Entre este destacan los dos fragmentos de copas griegas de barniz negro conocidas como tipo Cástulo y las ánforas, que se pueden agrupar en dos grandes categorías, las que ofrecen un hombre carenado, asa gruesa, cuello señalado y borde saliente engrosado, que son las que podemos considerar como indígenas o locales, con unas pastas de color rojizo, y aquellas que tienen unas pastas distintas y un borde triangular sin cuello se conocen como Tagomago y que proceden seguramente de la zona del Estrecho de Gibraltar.
Es evidente que estas ánforas son importaciones, conteniendo productos que no conocemos pero que interesan a nuestros indígenas. Su vía de llegada debe ser seguramente la que enlaza con la costa alicantina y murciana, ya que no podemos pensar que vengan por una vía interior que pasara por Cástulo (Linares, Jaén), debido fundamentalmente a las dificultades de su transporte. De ello se desprende que el mundo ibérico albacetense aún sigue manteniendo ciertos contactos con el mundo andaluz, que ahora se conoce como turdetano.
Otro poblado de similar fecha es el
asentamiento de la Quéjola, donde se han excavado diversos edificios de los que
uno de ellos se considera como un espacio singular con una funcionalidad
distinta y especial. En él las copas Cástulo y las ánforas locales son
elementos fundamentales por la presencia de las primeras y por la abundancia de
las segundas.
La destrucción del poblado
ibérico de El Castellón hacia la segunda mitad del siglo V a. de C. supone un
cambio en la ordenación territorial que tiene que ver seguramente con un cambio
de índoble política, económica y social. Cambio que parece rastrearse asimismo
en la destrucción de ciertos monumentos funerarios correspondientes al período
precedente, de lo que parece desprenderse un clima de cierta inestabilidad
política que conlleva asociada una introducción masiva de cerámicas griegas de
barniz negro. Dicha inestabilidad acaso se deba a un cambio de manos en el
poder político, que lleva aparejado un cambio en las relaciones comerciales,
relaciones que ahora se enfocan más hacia el ámbito de Ampurias, dejando a un
lado el territorio tartésico evolucionado que en esos momentos no parece tener
la suficiente fuerza como para mantener un mercado que le fue propio durante
mucho tiempo. A esto debemos unir el hecho de que Cástulo parece también
interesada o influenciada por los intereses comerciales griegos, por lo que el
cambio parece encontrarse maduro. Sería interesante saber qué papel juegan en
dicho cambio los grandes poblados ibéricos de Albacete, nosotros pensamos que
mantienen su vida y que sólo se verifica un reordenamiento de los espacios
fronterizos entre diversos poblados principales.
Es a partir de este momento cuando la Cultura Ibérica se consolida y entra en un período que podemos determinar como estable, en el que las élites sociales se entierran en túmulos escalonados tanto de adobe como de piedra y en encachados de piedra. Es el momento de la aparición de armas en las necrópolis y es el momento de auge de los grandes castros ibéricos como El Tolmo de Minateda y otros muchos de los que sólo conocemos algunos datos. Un momento que hemos convenido en denominar.
Es a partir de este momento cuando la Cultura Ibérica se consolida y entra en un período que podemos determinar como estable, en el que las élites sociales se entierran en túmulos escalonados tanto de adobe como de piedra y en encachados de piedra. Es el momento de la aparición de armas en las necrópolis y es el momento de auge de los grandes castros ibéricos como El Tolmo de Minateda y otros muchos de los que sólo conocemos algunos datos. Un momento que hemos convenido en denominar.