Es el
poblado ibero más importante del Alto Vinalopó a pesar de su pequeño tamaño y
de su corta ocupación que solo alcanza parte del siglo IV a. C. En sus
proximidades se encontró una de las necrópolis más importantes de la Comunidad
Valenciana.
Se encuentra a tres kilómetros de
Salinas en la Sierra del Rincón de Don Pedro. Saliendo desde la población en
dirección Monóvar, a los trescientos metros de pasar el Km. 7 hay a la derecha
de la carretera un cartel que indica “Casa Calpena”. Una decena de metros más
adelante de la señal sale también a la derecha una pista de tierra que acaba en
una finca abandonada conocida como Casa del Puntal. El vehículo se deja aquí.
Una veintena de metros antes de
llegar a la casa hay otra pista que cruza la que da acceso a la finca y que va
paralela a la carretera. Hay que seguirla en dirección Sur. Cincuenta metros
más adelante llegamos a otro cruce. Desechamos el ramal de la izquierda que
vuelve a la carretera. Nos interesa el que nace a la derecha, que en su
comienzo casi no se aprecia debido a la vegetación y que enseguida comienza a
ascender perpendicular a la pista principal. Ciento cincuenta metros más
adelante, acaba la cuesta y desde este pequeño alto, hacia el Sur, la parte más
cercana de la sierra se recorta en dos puntales. El situado más a la izquierda
es donde se ubica el yacimiento. Sólo queda seguir por la pista otro centenar
de metros para luego afrontar la subida campo traviesa hasta el pequeño collado
entre las dos alturas referidas, donde se puede iniciar la visita.

En esta
zona se sitúan las defensas más importantes del poblado. Se distingue un foso
defensivo de ocho metros de anchura que probablemente fue excavado por los
habitantes del poblado acentuando la defensa natural de la vaguada que separa
el espolón del resto de la sierra. Se produce un desnivel de cinco metros entre
el fondo del foso y el torreón principal. Este se encuentra en la parte más
alta del poblado y sus restos son lo primero que se ve según se entra en el
poblado. Tiene 9 x 13 metros, planta trapezoidal y era macizo, con relleno de
tierra y piedras de mediano tamaño. Su ubicación además de defensa procura una
excelente atalaya sobre el valle. En combinación con el foso estructuraba una
protección adecuada de la zona donde, según los investigadores, se encontraba
el acceso al poblado.
La abundancia de vegetación
perjudica la contemplación de los restos. A esto se añade la poca altura de los
paredes, debido seguramente al uso de materiales para los bancales próximos.
También ha habido algunos cazadores desaprensivos que han utilizado las piedras
de los muros iberos para levantar puestos de caza circulares en el mismo
poblado.
A pesar de estos inconvenientes se
pueden todavía apreciar restos de viviendas de planta cuadrangular en la ladera
amesetada donde se asienta el yacimiento. En la parte Norte, bajando desde el
torreón se distingue un buen tramo de la muralla que rodeaba el poblado. Tiene
mayor anchura que los muros de las casas, algunas de las cuales la utilizan
como pared. En la muralla se avanzaban varios torreones más, si bien apenas se
aprecian hoy.
En varias de las viviendas se
encontraron materiales que orientaban sobre las ocupaciones que se realizaron
en ellas. Así, en una habitación apareció junto a uno de los muros un conjunto
de pesas de telar, por lo que se supone su dedicación a la confección textil.
En otra aparecieron dos conjuntos de caracoles separados, unos perforados y
otros sin perforar. ¿Quizás un taller de collares de adorno?
El poblado fue excavado por Soler
en 1955 tras ser localizado gracias a la información de un pastor de la zona.
Entre los materiales cerámicos destacan la imitación ibera de una crátera de
columnas griega que es el único vaso de este tipo encontrado en la provincia de
Alicante. También destacable por su rareza es una cantimplora. Otro de los
hallazgos sobresalientes es uno de los más importantes conjuntos de ánforas de
la arqueología alicantina no sólo por su número sino por la conservación de
muchas de ellas que se encontraron completas.

Para imaginar como vivían estas gentes lo mejor es
contemplar el valle desde el torreón. Aprovecharon la fertilidad del valle para
sus cultivos. También se ve la gran mancha blanquecina que ocupa la hoy
desecada laguna que se extendía frente al poblado y proveía de caza, sal y
juntos y carrizos para confeccionar cestería o techados.