Las tierras que conforman lo que hoy denominamos La Cala de Finestrat, han actuado durante la época antigua, esto es, desde el afianzamiento en estas tierras de la cultura ibérica, hasta la culminación del proceso romanizador, un modelo de lo que en arqueología se ha venido a denominar como “dualidad cultural”; la pervivencia de un modelo cultural, a la vez que se paulatinamente se va produciendo un proceso de aculturación como resultado de la llegada de agentes exógenos, procedentes, en este caso, de Roma. En este sentido, desde al menos el siglo IV aC se tiene constancia de la existencia de uno de los asentamientos ibéricos más importantes de la provincia de Alicante, el Tossal de la Cala.
La plataforma superior, donde hay un aparcamiento donde podemos dejar el vehículo, era parte del poblado que en su día fue destruido por la urbanización de esta zona. Desde aquí las vistas son fabulosas siendo uno de los mejores miradores de Benidorm. A nuestros pies se extienden las extensas playas acabadas en el Parque Natural de Sierra Helada. Como telón de fondo el imponente Puig Campana y la Sierra de Bernia.
La ubicación del poblado nos habla de una importancia fundamental de la pesca y el comercio en la economía de los habitantes del poblado. La cala de Finestrat era en la Antigüedad un entrante mucho más pronunciado de lo que es hoy en día, como consecuencia del rellenado por aluvión de la rambla o barranco de la Cala, lo que la convertiría en un buen refugio para los barcos que desde hacía siglos recorrían y comerciaban por toda la costa de Alicante. Desde el poblado del Tossal se controlaba perfectamente este fondeadero natural.

Hoy milagrosamente podemos contemplar lo que se ha salvado del cemento y nos debe de servir de enseñanza sobre lo que no se debe hacer con nuestro patrimonio.
1.- Este yacimiento, estaría relacionado directamente con el oppidum1 del Tossal de Les Bastides, que por sus características representa el centro de control y organización del territorio de primer nivel, en relación a otros documentados en el ámbito de la Contestania2. No obstante, el Tossal de la Cala representa, por su situación, un yacimiento orientado casi exclusivamente a la gestión de los productos que tenían su yacimiento de gran extensión de época ibérica, generalmente amurallada, que actúa como centro del control del territorio.

siglos IV y III a C, periodo donde el Tossal de la Cala, estaba en pleno apogeo, y desde luego, pensamos, directamente relacionado con el vial excavado y con las posibles funciones de fondeadero de La Cala.


La excavación permitió descubrir un conjunto de estructuras, de las que a penas se conserva la cimentación, pero que nos han permitido conocer, o al menos intuir, la existencia de una zona industrial o artesanal, relacionada con la fabricación de cerámica dada la existencia de al menos un horno alfarero.
A priori, y siempre según se desprende del estudio de los materiales arqueológicos recuperados, podemos decir que el asentamiento sólo tiene una fase de ocupación temporal que vendría a datarse en torno al siglo I a. C., con fragmentos cerámicos característicos de este momento, como ánforas del tipo Dressel 1 o cerámicas campanienses. Sin embargo, sí parece que se constata una reestructuración del espacio ocupado, habiéndose documentado varias fases constructivas que describimos a continuación:

a reforzar la hipótesis del posible patio, ya que este tipo de estructuras solían estar al aire libre para que pudiera circular libremente el humo.
2. - Esta fase es la menos clara, ya que tan sólo se sostendría por la construcción del muro que no parece relacionarse con ninguna estructura conservada o al menos detectada por nosotros, no obstante estratigráficamente, es posterior al horno, ya que corta parte de su boca de acceso y resulta anterior a la estancia 1, ya que se encuentra cortado por ésta en su extremo meridional.
3.- Al tercer momento pertenece la construcción de lo que hemos denominado estancia 1, formada por cuatro muros rectilíneos que conforman un espacio cuadrangular, que podríamos interpretar como un posible almacén. Esta habitación tendría un acceso por su ángulo E y no conserva pavimento alguno. A ella se le adosan una serie de muros conservados parcialmente que nos impiden realizar una valoración Por la zona occidental de la estancia se le asocia un pavimento de opus caementicium.
4.- Por último, en el ángulo E de la estancia 1 se construyó una estructura, que modificaría parte del acceso del recinto. Resulta dudosa su interpretación, aunque podría relacionarse con una posible zona de almacenamiento.
A pesar de las diferentes fases constructivas del asentamiento, podemos interpretar que la zona excavada actuó como zona industrial o artesanal relacionada como un centro de producción alfarera, aunque la presencia de un solo horno nos impide conocer si su existencia era la única o formaba parte de un complejo más amplio, con otras estructuras similares. No obstante, según se desprende del tamaño del horno, posiblemente debieron existir más estructuras para que se permitieran varias hornadas al mismo tiempo.
El emplazamiento resultaría el adecuado para la instalación de un taller alfarero, tanto por la proximidad de un puerto o fondeadero así como la proximidad de agua dulce, teniendo en cuenta la cercanía de un barranco que desemboca en la Cala. Otro aspecto determinante es la existencia de una zona próxima para la obtención de arcillas.
En cuanto al recinto industrial, en general, debía constar de varias dependencias, como sala de hornos, almacenes de arcilla, zonas de depuración, modulación y secado y almacenes de cerámicas crudas y acabadas9 . Sin embargo, dada la limitación del área excavada, resulta muy aventurado el querer ver esta distribución en el solar. Lo que parece claro es que tenemos un horno, muy arrasado del que a penas se conserva la cámara de fuego, sin que se haya constatado la boca de alimentación que fue cortada por la fosa de cimentación del muro. La forma del horno recuerda a otros conocidos como por ejemplo el de Los Vicarios, Alcalá del Júcar o el horno 3 de La Illeta dels Banyets.
En teoría los hornos debían de constar de dos partes fundamentalmente, la cámara de combustión y la cámara de cocción o laboratorio, unido a un tiro único. Ambas cámaras estarían separadas por el piso del laboratorio conocido como parrilla y que estaría perforado para permitir el paso del calor desde la cámara inferior a la superior13. Cabe destacar la doble función de la cámara de combustión, por una parte para la distribución y control del calor y por otra por albergar el sistema de apoyo de todo el nivel superior14.
El horno excavado por nosotros se construyó excavando en la tierra una oquedad, de tendencia elíptica revestida con adobes colocados en vertical. Tiene un tabique central de piedra y adobe que divide la cámara de fuego en dos partes y que actuaría como sujeción de la parrilla desaparecida. El piso de la cámara estaba enlucido con barro, que presentaba un color entre amarillento y gris por efecto de los gases de combustión.
La cocción en el horno debió realizarse mediante combustión de ramas, cuyas cenizas podríamos relacionar con el sedimento interior de una serie de fosas excavadas en la arena, próximas a la estructura.
Desconocemos la producción propia de este horno, ya que no hemos constatado la zona de vertido de piezas defectuosas, aunque por su tamaño quizá estuviese preparado para la fabricación de cerámicas comunes. Así mismo, no podemos asegurar si su abandono fue motivado por una amortización natural, aunque es significativa la ausencia de sedimento con carbones o cenizas en su interior.
Junto al horno se constató la presencia de una mancha de arcilla de tendencia circular de color anaranjado, que quizá sea el resultado de la acumulación de barro, y en el exterior del recinto donde se encontró el horno, adosado al extremo NW del muro 2018, se documentó una posible balsa de decantación de arcilla realizada con lajas hincadas en vertical y trabadas con barro, con una anchura máxima entorno a los 2 m y una profundidad de 0,65. Generalmente, este proceso se llevaba a cabo para conseguir el grado de pureza del barro antes de ser torneado, para lo cual debía dejarse en reposo durante un cierto tiempo.
En cuanto a la otra construcción significativa, la estancia 1, resulta más difícil de interpretar, ya que si bien en su primera fase constructiva lo podríamos relacionar con un simple almacén – debido a la gran cantidad de material cerámico documentado en el estrato de relleno y a la inexistencia de pavimento- lo complicado viene con la anexión de otra. El resultado final es una habitación que queda inutilizada ya que no hay comunicación desde la anterior estructura a no ser que se realizara desde una parte más elevada, lo que constituiría una complicación excesiva. Tampoco parece clara su función que por el tamaño que deja libre no permite el almacenamiento de muchas piezas ni la permanencia en su interior de personas, a no ser que actuara como un posible banco y las piezas se colocaran sobre él. Por tanto, desconocemos la función de este edificio, que quizá podría relacionarse o explicarse con la ampliación de la excavación para tener una perspectiva mayor para conocer ante qué tipo de asentamiento nos encontramos.
LOS GUERREROS DEL TOSSAL DE LA CALA
Este fragmento fue hallado por el padre Belda en las excavaciones realizadas en los años 40 en el Tossal de la Cala en Benidorm. Se publica una imagen de la pieza, por primera vez, en la Memoria de los Museos Arqueológicos Provinciales (1950-51) en un artículo que él dedica a los nuevos ingresos de materiales del entonces Museo Provincial de Alicante. En ese capítulo hace especial mención a los objetos localizados en el yacimiento de Benidorm pocos años antes, los cuales no contextualiza dentro del mismo sino que simplemente enumera adscribiéndolos a distintos momentos históricos. No conservamos croquis ni planos de sus excavaciones pero Belda asegura que llegó a sacar a la luz un total de veintisiete estancias. Por otro lado, Tarradell (1985, 114) indica que excavó 350 m2 en los años 60. De todo ese espacio, hoy en día solo podemos apreciar doce estancias que fueron excavadas por Francisco García Hernández en los años 80. Esto se debe a que el Tossal de la Cala se encuentra casi completamente urbanizado, dejando libre de la vorágine de la construcción los pocos metros cuadrados de yacimiento que podemos disfrutar actualmente, lo que supone una pequeña parte de lo que pudo ser originalmente.
Se trata de un fragmento de cerámica ibérica pintada que mide unos 9 cm de altura por 17 de anchura. Su pasta es fina y depurada con tres franjas de color: ocre, anaranjado y ocre. La superficie tanto externa como interna se encuentra alisada y también es ocre. Presenta una decoración de estilo narrativo, o de SE II según Tortosa (2006, 103), pintada en rojo oscuro. Podemos ver representados a tres guerreros en procesión armados con escudos circulares (caetra) y lanzas. Por debajo de los escudos se pueden apreciar sus piernas de perfil. En los espacios libres se han dibujado temas vegetales, rombos reticulados y una especie de cabeza de ave con una pequeña cresta. Estas dos últimas figuras aparecen entre las piernas de dos de los tres guerreros. Es una representación pictórica muy cuidada, con unas piernas muy bien torneadas y unos escudos con una meticulosa decoración.
Como estos vasos eran encargados por la élite, no es ilógico pensar que aparezcan, en la iconografía ibérica, hombres ataviados con la indumentaria guerrera en hilera a modo de desfile. Como bien dice Aranegui (1997, 60-61), la identificación del guerrero en relación con el héroe y el buen ciudadano, es constante en la sociedad antigua. No hay más que recordar el vaso de los guerreros de Micenas cuya datación gira en torno al 1200-1150 a.n.e. muy lejos de la que nos aporta nuestra pieza que se englobaría entre finales del siglo II y la primera mitad del siglo I a.n.e., como indica Trinidad Tortosa.
Podemos encontrar un fragmento cerámico con una iconografía similar en el Tossal de Manises. Se adscribió en un principio al yacimiento de Castillo del Río en Aspe, pero en el año 2003 el equipo del MARQ localizó otro fragmento, que pegaba con dicha pieza, dentro de los materiales pertenecientes al Tossal de Manises. Los escudos de ambas piezas presentan el mismo esquema decorativo con una especie de roseta central y una retícula circundando el borde. Como bien indica Quesada (1997, 521) la decoración recuerda los grandes tachones centrales como los aparecidos en Cabezo Lucero, si bien no podemos ponerlos en relación dado que ambas representaciones pictóricas se datan más allá de finales del s. III a.n.e. mientras que la pieza del Cabezo Lucero pertenecería al siglo V a.n.e.
Se trata de un fragmento de cerámica ibérica pintada que mide unos 9 cm de altura por 17 de anchura. Su pasta es fina y depurada con tres franjas de color: ocre, anaranjado y ocre. La superficie tanto externa como interna se encuentra alisada y también es ocre. Presenta una decoración de estilo narrativo, o de SE II según Tortosa (2006, 103), pintada en rojo oscuro. Podemos ver representados a tres guerreros en procesión armados con escudos circulares (caetra) y lanzas. Por debajo de los escudos se pueden apreciar sus piernas de perfil. En los espacios libres se han dibujado temas vegetales, rombos reticulados y una especie de cabeza de ave con una pequeña cresta. Estas dos últimas figuras aparecen entre las piernas de dos de los tres guerreros. Es una representación pictórica muy cuidada, con unas piernas muy bien torneadas y unos escudos con una meticulosa decoración.
Como estos vasos eran encargados por la élite, no es ilógico pensar que aparezcan, en la iconografía ibérica, hombres ataviados con la indumentaria guerrera en hilera a modo de desfile. Como bien dice Aranegui (1997, 60-61), la identificación del guerrero en relación con el héroe y el buen ciudadano, es constante en la sociedad antigua. No hay más que recordar el vaso de los guerreros de Micenas cuya datación gira en torno al 1200-1150 a.n.e. muy lejos de la que nos aporta nuestra pieza que se englobaría entre finales del siglo II y la primera mitad del siglo I a.n.e., como indica Trinidad Tortosa.
Podemos encontrar un fragmento cerámico con una iconografía similar en el Tossal de Manises. Se adscribió en un principio al yacimiento de Castillo del Río en Aspe, pero en el año 2003 el equipo del MARQ localizó otro fragmento, que pegaba con dicha pieza, dentro de los materiales pertenecientes al Tossal de Manises. Los escudos de ambas piezas presentan el mismo esquema decorativo con una especie de roseta central y una retícula circundando el borde. Como bien indica Quesada (1997, 521) la decoración recuerda los grandes tachones centrales como los aparecidos en Cabezo Lucero, si bien no podemos ponerlos en relación dado que ambas representaciones pictóricas se datan más allá de finales del s. III a.n.e. mientras que la pieza del Cabezo Lucero pertenecería al siglo V a.n.e.
El escudo conformaba una pieza de protección activa dentro del conjunto de armas que debía de llevar un guerrero. No sólo servía de protección sino también permitía empujar con él al oponente e incluso golpear con su borde o umbo. En el mundo ibérico se pueden distinguir escudos de forma circular (caetra) u ovalada (scutum). Como mencionamos, los escudos representados en la pieza del Tossal de la Cala son de tipo circular. La caetra en la Península Ibérica se caracterizaba por ser un escudo empuñado con una manilla central que le otorgaba una gran movilidad a su portador. El cuerpo o alma del escudo se componía de un material orgánico, probablemente una combinación de madera y cuero. Como sistema de agarre tendría la manilla que se uniría al cuerpo mediante tachones de hierro y llevaría incorporado un sistema de suspensión por correa para su transporte. En la parte central, para permitir un mejor agarre, se crearía una parte cóncava que se reforzaría con un umbo bien de madera o metal y madera. En cuanto a las dimensiones, se especula que podrían coexistir dos tamaños: unos que oscilaría entre 40 y 50 cm de diámetro, y otros mayores que se encontrarían entre los 60 y 100 cm de diámetro (Quesada, 1997, 483-532).