La Serreta es el poblado ibero más
importante de la provincia. Mencionado con frecuencia en la bibliografía
especializada ha sido objeto de estudio y excavaciones desde su descubrimiento
en 1917 hasta hoy.
Prueba de su significación dentro de la arqueología peninsular
fue su declaración como Monumento Histórico Artístico en 1931.
Se encuentra a 3,5 Km. del Alcoy.
El camino de acceso empieza en una pista forestal que
arranca de la carretera CV-70 que lleva a Benilloba y Callosa d´Ensarriá.
A la salida de Alcoy por la N-340 en dirección a Alicante,
justo cuando se entra en el Barranco de la Batalla a la izquierda está el
desvío a Benilloba.
Un kilómetro y medio más adelante se llega a un cruce de donde
arranca, a la derecha la CV-70.
A los 900 metros, al final de una curva a la izquierda, sale a
la derecha una pista forestal que se interna en el pinar. A su entrada está
indicado, con carteles no muy visibles “La Serreta” y “Poblado”.
Entrando por esta pista a los veinte metros hay sitio para dejar
los vehículos. En el caso de que la cadena esté echada también se puede aparcar
en el arcén en el lado opuesto de la carretera.
El camino nos llevará en continuo
ascenso hasta el yacimiento. Al poco de iniciar la subida la pista se bifurca.
Hay que coger a la derecha y unos metros más delante también a
la derecha una senda que en menos de cinco minutos acaba en una ancha pista.
Se sigue unas decenas de metros a la izquierda y se llega a
un cruce de tres pistas forestales.
Hay que coger la que se encuentra
más a la derecha y ya sin pérdida llegaremos en media hora al yacimiento que se
encuentra en la zona cumbrera de la montaña.
La dureza del ascenso se lleva bien al discurrir la senda entre
pinares y carrascas y ofrecerse también una bella vista de Alcoi.
Típico oppidum, o poblado
fortificado en altura, no sólo ofrece líneas de murallas y restos de viviendas,
sino que también fue uno de los principales y más duraderos santuarios de la
protohistoria del sudeste peninsular.

Ocupa 5,5 hectáreas extendiéndose
a lo largo de 830 metros desde la puerta fortificada de la entrada hasta el
bastión oeste. Corresponde al Ibérico pleno, estando ocupado desde finales del
V hasta comienzos del II a.C.
Lo primero que nos encontramos son
los restos de una singular estructura defensiva que protegía la entrada al
poblado. Aunque las carrascas han crecido sobre los muros, todavía se puede
observar como conforma un estrecho corredor, de algo más de cinco metros de
longitud, que facilitaba el flanqueo y la defensa ante cualquier agresor que
intentara forzar el ingreso. También se ha conservado una canalización que
desaguaba al exterior de la muralla. Esta construcción defensiva se realizó en
un momento de crisis que marcó el fin del poblado que pudo estar relacionado
con las Guerras Púnicas o con el posterior control romano del territorio.

Junto al
bastión y a la izquierda del camino de entrada, en el exterior del poblado, se
hallaba la necrópolis. Se encontraron más de 80 sepulturas, pocas con urna
(solo 13), la mayoría en bolsadas de cenizas depositadas entre las oquedades de
la roca. De lo encontrado destaca la empuñadura de una de las falcatas
encontradas.
Siguiendo por el camino que ahora
se convierte en la calle principal del poblado, se empiezan a ver a ambos lados
los restos de las casas. Estas se adaptan a las curvas de nivel mediante
pequeños aterrazamientos. Las casas se componen de varias estancias de planta
cuadrangular. Muchas aprovechan los escarpes rocosos. El piso era de tierra
apisonada. Se conservan decenas de departamentos aunque su contemplación se ve
dificultada por la vegetación.

Aquí se
encontraron cientos de exvotos iberos de terracota. La figura más importante es
la representación de una diosa femenina, seguramente la Diosa Madre, garante de
la fecundidad, rodeada de fieles que la invocan con música. Puede ser la deidad
principal del santuario ibérico de la serreta, aunque no apareció en él, sino
en una capilla doméstica de una de las viviendas.
El santuario potenciaba aun más el
papel predominante de este oppidum en la región, dándole el papel, podríamos
decir, de capital ibera. Las cámaras que lo conformaban asemejan a un modelo
oriental, compuesto por vestíbulo, una sala rectangular y un santuario con el
piso a mayor altura. Los restos conservados probablemente son de época romana
pues la estructura estaba techada con tejas romanas. Seguramente se suplantó
una construcción ibera preexistente de la que no quedaría nada.
Las paredes del santuario que dan a la vertiente Norte de
la Sierra son parte de la muralla del poblado. Podemos seguirla hasta las
ruinas de lo que fue una caseta de observación construida en la Guerra Civil
para avisar de los bombardeos. Poco más adelante está el vértice geodésico, donde
se nos ofrece un amplio paisaje de sierras, valles y pueblos que deleita la
vista.
Todavía queda la visita del
bastión occidental. Siguiendo en dirección oeste, ya sin camino definido, a
algo más de doscientos metros del vértice geodésico, se llega a un punto donde
aparece ante nosotros un corte en la roca de unos tres metros de anchura que
dificulta la progresión por la cumbre. Los investigadores han identificado este
corte como un foso defensivo.
A
la derecha, protegiendo la vertiente Norte, vemos los restos de una muralla que
en algunos puntos todavía alcanza los dos metros de alzada y más de dos metros
de grosor. Algunas de las piedras que se han utilizado en su construcción
tienen más de un metro de largo. En gran parte esta muralla está abatida como
se ve en el canchal formado por el derrumbe, lo que da una idea de la potencia
defensiva que debió de tener este bastión formado por el muro y el foso.
Extraña tan fuerte defensa en una zona protegida naturalmente por lo abrupto de
los escarpes que la rodean.
El hallazgo más importante del
poblado fueron seis láminas de plomo escritas en lenguaje ibérico que fueron la
piedra angular para descifrar la escritura ibérica. Desgraciadamente aunque
sabemos leerla todavía no se ha conseguido su traducción. Muchos historiadores
y filólogos lo han intentado, pero sin resultados definitivos.
Estos plomos, así como buena parte
del material encontrado en el yacimiento se pueden contemplar en el Museo
Arqueológico de Alcoi.
El periodo más importante del
poblado se fecha en el siglo III a.C. En esta época, era la capital de un
extenso territorio que abarcaba los valles que hoy podemos contemplar desde la
cima de la sierra. Era un centro político y administrativo que dominaba las
rutas de comunicación. El santuario aumentaba la cohesión social y reafirmaba
el papel predominante de las elites.
Las fortificaciones además de tener un fin
defensivo aumentan el prestigio del grupo, ya que muestran la potencia
económica y la organización política que son necesarias para su construcción.

Quizás en un futuro no muy lejano
la traducción de los plomos desvele mas datos del grupo humano que habitó este
importante poblado ibero.