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miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL PARQUE DE ELCHE

 La excavación del estrato ibérico sacó a la luz un alineamiento pétreo de planta oval, constituido en buena parte por fragmentos escultóricos. Al Norte de este témenos, de 8 por 11 metros de extensión, se encuentra el testimonio del lugar ocupado por un monumento arquitectónico de sillería y de planta cuadrada. En algún momento de la segunda mitad del siglo V a.C., se privó al monumento de sus representaciones escultóricas, que fueron reutilizadas para la elección del témenos. El monumento, de tipo turriforme, permanecería en pie durante los períodos ibéricos, siendo su sillería finalmente desmontada para la edificación de la villa romana. El monumento tenía 3’30 metros de lado, y fue erigido sobre un lugar en el que se había practicado una cremación, hecho que ocasionó el ennegrecimiento y endurecimiento de la arcilla del terreno. Se han identificado bastantes sillares pertenecientes al monumento, los cuales definían tres cuerpos distintos y superpuestos rematados de forma piramidal, de modo que el conjunto alcanzaría una altura de unos 3’5 metros. Se trataría de una tumba-torre emparentada tanto con la estructura de Pozo Moro como con modelos sirio-fenicios, como las tumbas de Amrit y los tipos licios de Xanthos. Es probable que los monumentos funerarios turriformes tuvieran un origen oriental que supusiese la reelaboración del concepto egipcio de la tumba con capilla funeraria superior (Ramos Molina, 2000, 116). Algunos topónimos antiguos del Sureste parecen aludir a la existencia de monumentos turriformes o de representaciones escultóricas al aire libre, como Ad Turres (Fuente la Higuera), Ad Statuas (Mogente) y Ad Leones.
Las piedras y los fragmentos escultóricos que delimitaban el témenos circunscribían una gran plataforma de arcilla de algo más de medio metro de altura, en cuyos laterales había acumulados muchos fragmentos de cerámica ibérica arcaica. Entre los numerosos restos cerámicos del témenos había sólo tres fragmentos de cerámica ática de barniz negro y uno de figuras rojas. En el interior de este espacio había además una gran piedra de cuarzo amorfo, aplanada y de rebordes debastados para lograr que su silueta fuese casi circular. El lateral Oeste del alineamiento de piedras lindaba con los vestigios de un antiguo arroyo, en cuyo lecho aparecieron restos de 36 ánforas odriformes de asa acanalada, así como otros muchos fragmentos de cerámicas rotas intencionadamente. Es un testimonio más de la relación de los espacios sagrados de la naturaleza con los manantiales y cursos de agua.
El témenos, dotado de probable carácter cultual, fue diseñado con bastante posterioridad a la erección del monumento turriforme, pues se valió de las piezas escultóricas ya caídas de éste. Entre los restos escultóricos aludidos está una esfinge con una fémina ante ella y un jinete sobre su lomo. La escultura está trabajada principalmente por un lado, lo que señala que iría prácticamente adosada al monumento. Representa una escena en la que el alma de un difunto es transportada por una esfinge guiada por una diosa. Las trenzas caen por el cuello de la esfinge, en cuyas patas van pulseras circulares. Sus garras están constituidas por cinco largos dedos, y el ala destinada a ser vista presenta una banda lisa superior y una banda baja de anchas plumas. La diosa tiene algunos elementos egiptizantes, como su peinado y la flor de loto que hay sobre su pecho. Tiene las alas plegadas, y los brazos se cruzan sobre su vientre. Su mano derecha es de proporciones desmesuradas. Del jinete que iba sobre la esfinge, abstracción del alma del héroe muerto, se conservan las piernas y los brazos, agarrados al cuello del animal fantástico. En la obra hay todavía algún resto de pintura roja. Se recuperaron también restos esultóricos de un toro y de un varón que pudieron usarse como contenedores cinerarios, así como fragmentos de más cuadrúpedos y una garra de otra esfinge.
El témenos era tanto el lugar de epifanía de la divinidad como el lugar de reunión de los fieles, localizado en este caso junto a la tumba de un antiguo héroe, cuya existencia habría tenido una función decisiva en la elección del espacio sagrado en que practicar cotidianamente el culto. El hecho de que se reutilizasen respetuosamente los restos escultóricos del monumento turriforme para definir el témenos podría indicar que no fueron estos fieles los que provocaron la amputación de la decoración de la tumba-torre, o que si fueron ellos los autores de tal agresión, ésta se debería a un cambio en la concepción de las creencias y de las prácticas de culto comunitarias.