Si alguien está  más interesado en este tema envieme un email a:
 If anyone is interested in a subject more on this subject send me an email to:

mediterrano@gmx.us

domingo, 13 de noviembre de 2011

LA PEÑA NEGRA



En la Albufera de Elche cuando llegaba hasta Crevillente o el Vinalopó era navegable, se estableció  una población fenicia o de carácter semita, sobre una población indígena en Peña Negra, y llegó a albergar en su seno una factoría de artesanos destacados desde el emporio de Guardamar, ya que allí vivían un elevado número de gentes procedentes de diferentes lugares y de diferentes etnias, la cual produce un efecto orientalizante entre los indígenas de esta zona y estaba lo suficientemente desarrollada para poder fabricar  cerámica a torno.
En torno a esta albufera se desarrollaron centros poblacionales de primera magnitud, atraídos por el floreciente comercio fenicio, como Los Saladares (Orihuela), Peña Negra (Crevillente), La Fonteta (Guardamar), La Escuera y el Oral ( San Fulgencio) y La Alcudia (Elche).
A partir del s. XIII a.C., en el mundo mediterráneo se producen cambios trascendentales en el ámbito social, político y tecnológico. Las transformaciones acaecidas con la desaparición de los centros orientales suponen la aparición de nuevas formas de poder político y la  descentralización del comercio de artículos de alto valor.
Algunos núcleos cuya dinámica socio-económica así lo permitió se convierten con el Hierro Antiguo en verdaderas ciudades. Tal es el caso de Peña Negra en el Sudeste, en donde las directrices políticas generan no sólo el esfuerzo de la erección de un sistema defensivo de grandes proporciones sino ingentes tareas públicas de aterramiento de todas las laderas, con márgenes de contención de piedra de hasta 3 metros de desnivel en cada terraza.
La emergencia de una clase dirigente en el extenso poblado o de una clara jefatura que va a dictar los destinos de Peña Negra, queda consolidada plenamente en esta fase del Hierro Antiguo.
Uno de los exponentes de su existencia es la reestructuración urbana que vamos a ver producirse. La población ya no puede ser albergada en viviendas desparramadas y dispuestas de modo anárquico por toda la extensión de la ciudad.

La Ora Marítima (422-469) de Avieno, hace referencia a los habitantes del Sureste peninsular antes de que esta región pasase a ser conocida como la Contestania sitúando a la tribu de los gimnetas entre los ríos Teodoro y Sicano, que probablemente se corresponden con el Segura y el Júcar de forma respectiva.
       El río Teodoro, cerca del cual estuvo la ciudad de Herna, es para Avieno el antiguo límite de los tartesios.
     Esta afirmación se corresponde con los vínculos culturales de signo orientalizante detectados en el registro material entre el ámbito propiamente tartésico y el área suralicantina, hasta el punto de haberse propuesto la identificación de la ciudad de Herna con el enclave de fuerte carácter fenicio de la Peña Negra de Crevillente
         La importancia de la extensión de la cultura tartésica hasta Alicante y el sudeste en general, fue puesta de relieve con excavaciones como las llevadas a cabo hace tiempo en el asentamiento alicantino de Peña Negra  que es una pequeña estación portuaria frecuentada por mercaderes fenicios o semitas.
  Los primeros elementos de cultura material de carácter fenicio-púnico presentes en la región alicantina tuvieron una procedencia meridional, tanto desde las colonias costeras andaluzas como desde el ámbito tartésico-turdetano. Si bien pronto la colonia fenicia de La Fonteta (Guardamar) y el enclave de Peña Negra  se implicarían en el activo comercio de la zona.
Se puede decir que este yacimiento no pasó por la fase del íbero pleno, pasando desde  la  Primera Edad del Hierro  o del estado castreño a la etapa orientalizante. Los resortes utilizados por los comerciantes extranjeros en la explotación de los recursos minerales del Sureste, más ricos en el área murciana que en la alicantina, están estrechamente vinculados con el proceso de aculturación suscitado en el mundo indígena, cuyo mejor exponente es el mestizaje cultural detectado en Peña Negra.
Antes de la llegada de los colonos fenicios, Peña Negra presentaba algunos elementos próximos al horizonte cultural meseteño de Cogotas I, como las cerámicas de incrustación y de retícula bruñida o las viviendas circulares de barro.
       Se trata de un puerto emporio en el interior de la Albufera de Elche, por lo que tenía muchas correspondencias con sus poblados vecinos: El Molar, La Fonteta, Cabezo Lucero, La Escuera, El oral, La Alcudia, Peña Negra, haciendo que toda la comarca adquiriese un carácter orientalizante debido a sus nuevos moradores y a las relaciones que mantenían con los demás poblados.
          Este enclave, situado en el curso bajo del Vinalopó, ofrece una buena posición estratégica y cumple todos los requisitos para ser una comunidad de paso, al ubicarse en un valle que controla las vías de comunicación y puede articular varias regiones.
Al menos desde el siglo IX AC, potentes talleres metalúrgicos ubicados en el poblado indígena de La Peña Negra están elaborando a gran escala numerosos útiles, adornos y armas tipológicamente vinculadas al ámbito del Bronce Final Atlántico que no se quedan en el lugar.
      Por tanto, nos encontramos con  un asentamiento donde los fenicios se habían instalado creando así la producción cerámica, broncista y orfebre, inspirada esta última en joyas  etruscas orientalizantes y de influencia jónica.
       A demás parece que  trabajaba un artesanado extranjero produciendo armas de tipo atlántico, lo que da idea de la existencia de este tipo de contactos comerciales a larga distancia. Los artesanos fenicios instalados en el poblado suscitaron una destacada producción alfarera cuyas piezas sirvieron para abastecer a otros yacimientos más interiores
Los mercaderes fenicios instalados aquí posiblemente negociaron con objetos de metal, pero también con otros productos, principalmente vajillas cerámicas u productos agropecuarios almacenados en ánforas u otros grandes contenedores.
Se ha encontrado una bandeja de borde perlado que podría ser de carácter etrusco.
En Peña Negra empieza a desarrollarse una cerámica de tipo vascular definida como “ componente tipológico griego” formado por lucernas de cazoleta abierta, vasos de tipo skyphoide, vasos de orejetas y pyxides- stamnoides.
Resulta  sorprendente ver como la población  indígena que desde hace tiempo, al menos desde principios del siglo VII AC, están conviviendo con grupos orientales, según se desprende de la instalación de una  factoría fenicia en el poblado de Peña Negra.
Ya desde el siglo VIII a.C. el impacto comercial fenicio se hizo sentir en el área alicantina, generando probablemente a inicios del siglo VI a.C. la fabricación local de ánforas.
 La interacción humana y comercial con el mundo fenicio fue incrementándose, de modo que Peña Negra, partícipe de la corriente orientalizante y experimente en el siglo VII a.C. una formidable expansión urbanística. El asentamiento adquirió un perímetro amurallado y obras públicas y de aterrazamiento, alcanzando unas 30 hectáreas de extensión . Junto a la cerámica a mano local encontramos en Peña Negra cerámicas a torno de imitación e ingentes cantidades de cerámicas importadas, lo que nos lleva a hablar de la presencia estable de gentes fenicias.
Estas gentes configurarían un barrio colonial especializado en tareas mercantiles y artesanales. La tumba de uno de estos artesanos apareció en el Camí de Catral; en su ajuar había una matriz de bronce ornada con motivos iconográficos de estilo oriental para la elaboración de medallones ovales huecos con decoración repujada.
Los artesanos fenicios, locales o itinerantes, ofrecieron productos de lujo a las aristocracias indígenas, como la diadema de Crevillente, joya áurea con decoración repujada, influída por los gustos de la orfebrería etrusca. Es posible que entre los siglos IX y VII a.C. se desarrollase una polarización del poblamiento: por un lado el floreciente poblado de Peña Negra (Crevillente) y todo su entorno, y por otro lado las comarcas más septentrionales.
Tras el horizonte cultural del Cabezo Redondo, el curso alto del Vinalopó ofrece el aspecto de un auténtico desierto demográfico
En la Vega Baja del río Segura quedaba resuelta la presencia de comerciantes fenicios en Peña Negra y con ellos las condiciones que darían origen al mundo ibérico; pero este enclave se abandonaba a mediados del s. VI a C, Saladares parecía continuar hasta época ibérica plena aunque de una manera confusa, y los poblados ibéricos ya conocidos en la comarca no se fechaban más allá de fines del s. V a C : seguía existiendo, por tanto, un período de más de un siglo inexplicablemente vacío.
    Por el modo de construir los hogares, se sabe que hacían desde el uso de la albañilería de adobes hasta el empleo de bancos, encontrándose  un hogar correspondiente a la fase orientalizante.
El desarrollo de  nuevas técnicas agrícolas permitió el mantenimiento de una gran parte de la población y facilitó la concentración de excedentes, con el consiguiente aumento de la importancia de la ganadería, así como su exhibición y amortización en bienes de prestigio.
En una de las muchas excavaciones  se encontró un taller, independiente de las viviendas, donde se realizaban actividades textiles y metalúrgicas. Hubo otros lugares con talleres especializados, tanto de textiles como del trabajo del metal. En los contextos de Campos de Urnas aparecen en lugares centrales.
Las estampillas presentes en las ánforas crevillentinas, realizadas por los alfareros locales ya fuesen  íberos o semitas, responden seguramente a un fenómeno heredado del mundo de las ánforas orientales.
La aparición de las ánforas fenicio-púnicas en el área alicantina en el siglo VIII a.C. se documenta junto con otros indicios arqueológicos de la presencia semita en la región, la cual se vio inmersa en un proceso cultural de fuerte influencia orientalizante. La abundancia de ánforas en los centros fenicios del Extremo Occidente parece indicar que se trata ya de producciones locales como sucede y vienen representadas en el yacimiento orientalizante de Peña Negra.  No son una estricta reproducción de ningún tipo oriental, sino una reinterpretación personalizada de algunos modelos anfóricos de raigambre fenicia. Su producción se inició antes de la mitad del siglo VIII a.C. en buena parte de los centros afectados por el comercio fenicio, especialmente en aquellos que contaban con ciertos recursos agrícolas y pesqueros. Además de servir para almacenar la producción local, estos recipientes anfóricos contendrían preferentemente vino, que escaseaba en Occidente en el período inicial de la colonización protagonizada por los comerciantes fenicios, que fueron quienes incentivaron el cultivo de la vid en la Península Ibérica.
El considerable material anfórico recogido en la Penya Negra de Crevillent revela el acrecentamiento de la presencia fenicia en dicho enclave. Muchos de los restos anfóricos corresponden a una producción local efectuada probablemente por los colonos fenicios con vistas a la comercialización de algún producto o de los propios recipientes, mientras que otros materiales similares parecen de importación. Las producciones anfóricas crevillentinas, fechadas hacia la primera mitad del siglo VI a.C., se suelen caracterizar por un tipo de borde muy largo y estrecho, vertical u oblicuo-divergente. La pasta se define por una buena cocción y colores claros, marrones, rojizos y anaranjados, frecuentemente formando capas estratificadas, pero careciendo por lo general y salvo alguna excepción de núcleo gris.
Las cerámicas de los alfares fenicios locales, particularmente la vajilla gris, alcanzan una representación notoria.
La urna de orejetas  es el vaso característico por excelencia del ibérico antiguo. Aunque se acepte que la urna de orejetas es una interpretación indígena del concepto de cierre hermético de la alfarería mediterránea oriental, los ejemplares ibéricos contestanos más antiguos.
  A su lado, numerosas producciones cuya identificación, a través de análisis intensivos y extensivos de caracterización, resulta apremiante.
  Se han encontrado  los restos de la guarnición de un cinturón, a base de doble cinta recubierta de hemiesferas de bronce, que debió de ser del mismo tipo hallado en La fonteta y en la Necrópolis de la Joya.
       En relación con la metalurgia de las comunidades indígenas precedentes los elementos que ha proporcionado La Fonteta se inscriben en la nueva dinámica instaurada por la presencia fenicia en Occidente: sobre todo el hierro y la plata (metal con que pagan sus tributos a Asiria las metrópolis fenicias), al lado del tipo de toberas cilíndricas y prismáticas, tan conocidas en otros centros fenicios del Mediterráneo central y occidental.
     El tipo de hacha que se está fabricando en el siglo VII AC en los talleres fenicios de Fonteta es el mismo que desde doscientos años antes venía elaborándose en los talleres de Peña Negra.
Entre los primeros elementos foráneos aparecidos en Peña Negra, los cuales nos remiten a la segunda mitad del siglo IX a.C., se encuentran las fíbulas de codo, una fíbula de doble resorte, brazaletes de marfil y cuentas de collar de fayenza y de pasta vítrea.
       Se trata de objetos de adorno utilizados por los agentes fenicios para entablar un contacto amistoso con las comunidades indígenas. Además de los objetos referidos, en la necrópolis de cremación del yacimiento, denominada Les Moreres, se recuperaron urnas arcaicas de tipo Cruz del Negro y un plato de barniz rojo de inicios del siglo VIII a.C .
En cuanto al urbanismo se documentó una amplia vivienda con banco adosado interno cuyas paredes estaban revestidas con estucos pintados con motivos lineales.
    Estos nuevos procedimientos constructivos y decorativos fueron ya comunes durante el período ibérico.
Junto a los recursos mineros, la sal, el esparto y los productos agropecuarios del Sureste figurarían también entre los bienes dignos del interés comercial de los colonos fenicios.
La orfebrería de la etapa orientalizante, conocida como tartésica, presenta unas características morfológicas, técnicas y funcionales muy diferentes con respecto a las de la orfebrería del Bronce Final, representada en el Sureste sobre todo por el tesoro de Villena. Los fenicios se trajeron un tipo mediterráneo de orfebrería basada técnicamente en la terna “soldadura-filigrana-granulado”. A lo largo de la presencia colonial fenicia en el Sureste fue cambiando el concepto de joya, pasándose de lo pesado y macizo a lo ligero y hueco, de lo liso y geométrico a lo figurativo. Se enriqueció simbólicamente la iconografía local con motivos orientales, como las rosetas, las flores de loto, las palmetas, los árboles de la vida, los animales exóticos o fantásticos y los elementos astrales, todo ello en constante alusión a la fecundidad y al ciclo vital, simbolismo que se perpetuará en las manifestaciones artísticas de época ibérica.
  Un grafito muy arcaico del yacimiento orientalizante de la Peña Negra de Crevillente en escritura meridional señala la similitud de los influjos externos experimentados por la Contestania y el Alto Guadalquivir, los cuales quizás actuaron sobre posos culturales también parecidos.
   La explicación del despoblamiento podría ser el que el área del alto Vinalopó quedase en tierra de nadie en favor del emergente foco orientalizante de Peña Negra y de los establecimientos también incipientemente semitizados de la comarca alcoyana. La hipotética inestabilidad que pudo existir en el tránsito del Bronce Final al período orientalizante se muestra como un excelente contexto para la ocultación del tesoro de Villena, conjunto ilustrativo del desarrollo que había llegado a alcanzar la sociedad compleja del Cabezo Redondo.
Las similitudes en cuanto a pasta que presentan algunos materiales cerámicos de Camara y El Monastil con respecto a los de Peña Negra han llevado a valorar la posibilidad de que ambos yacimientos fueran filiales de este último, encargados quizás del control de la ruta de acceso hacia el alto Vinalopó y la Meseta. Más factible sería el que se tratase de asentamientos independientes que simplemente mantendrían algunos vínculos comerciales con Peña Negra.
Como ya se hemos señalado, desde al menos el siglo VII a.C. se dejó sentir en el medio y alto Vinalopó la influencia del horizonte orientalizante del Bajo Segura, especialmente a través de Peña Negra, establecimiento indígena que recibió una población oriental lo suficientemente significativa como para originar un barrio colonial, vinculado comercialmente a la colonia fenicia de La Fonteta (Guardamar). Desde Peña Negra los elementos materiales característicos de la cultura fenicia irradiaron hacia el valle del Vinalopó.  Peña Negra actuó como un centro metalúrgico de primera magnitud, pues en sus talleres se fabricaban hachas de apéndices laterales, puntas de lanza de alerones romboidales, espadas de filos rectos de lengüeta calada y de empuñadura maciza, hoces, brazaletes y jarros broncíneos, broches de cinturón, agujas de variados tipos y otras piezas difícilmente identificables. Se trata de útiles y armas del más puro estilo atlántico, signo de la participación del Sureste en redes comerciales de amplio alcance. Los talleres de Peña Negra, cuyos productos llegaron periódicamente hasta el ámbito sardo, son, junto con los de Fort Harrouard en el Norte de Francia, unos de los mejor documentados de este tipo de metalurgia de carácter atlántico. El impacto comercial fenicio en el Sureste provocó además la instauración de un patrón premonetal para las transacciones en forma de barras planas, las cuales conservan su cono de fundición . Estas barras se elaboraban con un cobre muy depurado, en bronce y en plomo. Responderían a un determinado sistema metrológico que nos resulta desconocido. Su área de dispersión afecta a la mitad meridional de la provincia de Alicante y a la isla de Formentera.
Uno de los talleres metalúrgicos documentados en Peña Negra incluía la vivienda, el horno y una escombrera con más de cuatrocientos fragmentos de moldes, sobre todo de arcilla, exponentes de una alta y sofisticada tecnología, en donde se obtenían piezas típicas de los horizontes culturales de la Ría de Huelva, Vénat, Ronda y Sa Idda . En la escombrera, junto a varios kilos de escorias de cobre y bronce, apareció un fragmento de una pieza de hierro, que sería un objeto importado. Mientras que el Sureste participaba del desarrollo de la metalurgia atlántica y mediterránea, el resto del País Valenciano permanecía imbuido por una metalurgia de tipo continental. La influencia fenicia experimentada por los yacimientos de Peña Negra y Los Saladares se aprecia también en la aparición de nuevos tipos de viviendas desde el siglo IX a.C. Las cabañas tradicionales de planta oval o circular, a veces semiexcavadas en el suelo y realizadas con materiales perecederos, vieron cómo a su lado se edificaban otras angulares con zócalos de piedra y otras de planta circular levantadas a base de tapial y adobe, con paredes de barro rojo enlucidas de blanco o amarillo. En cuanto a los enterramientos, se observa en la necrópolis de cremación de Les Moreres, fechada entre el siglo IX y mediados del siglo VI a.C., la extensión de prácticas y construcciones funerarias de tipo meridional, como los túmulos planos, los círculos de piedras hincadas y las plataformas ovales y cuadradas. Estas últimas son el precedente de las tumbas de empedrado que se generalizarán en la Contestania durante el período ibérico . Se trata de construcciones funerarias nuevas que dan idea de las transformaciones culturales experimentadas por el Sureste en su contacto con los agentes comerciales fenicios. Antes de la llegada de los colonos fenicios, Peña Negra presentaba algunos elementos próximos al horizonte cultural meseteño de Cogotas I, como las cerámicas de incrustación y de retícula bruñida o las viviendas circulares de barro.
Sobre el hallazgo de una urna de orejetas perforadas podemos decir que este  tipo cerámico está fabricado con pastas de origen local y ofrece además, una inspiración helénica debido a la intrusión de cerámicas griegas en la última etapa de Peña Negra II aunque también se puede apreciar el componente tipológico fenicio a través del característico hombro carenado de los recipientes anfóricos A1.
 La fabricación  de este vaso se produce en un momento indeterminado de la primera mitad del siglo VI a.C. Posiblemente el dónde corresponda a la zona del SE peninsular, y a la espera de nuevos hallazgos, podemos delimitarlo en el yacimiento de La Peña Negra, lugar de procedencia de los ejemplares peninsulares más antiguos, y según su excavador, debido  a dos hechos importantes: la arribada del nuevo componente tipológico griego y al descenso de la influencia fenicia en esa zona. Este hecho se produce en la segunda fase del periodo Peña Negra II, por lo que estos ejemplares se convierten en el prototipo de los recipientes cerámicos con apéndices perforados. En ellos se distingue una verdadera diferencia tanto formal como cronológica con los restantes ejemplares del mundo ibérico debido a “(...) una progresión en la disminución
del tamaño original hasta desembocar en el tipo más o menos estandarizado en la producción funeraria ibérica .
La invención, y no imitación, de este nuevo recipiente en el periodo Peña Negra se sustentó bajo la confluencia o síntesis de diversos ambientes como son el griego (cierre hermético, apéndices perforados) y el fenicio (hombro carenado de las ánforas A1, temática decorativa).
La atribución de gran parte de las cerámicas torneadas de este yacimiento, incluyendo los vasos de cierre hermético con apéndices perforados, se deberían otorgar a artesanos alfareros de procedencia foránea, y que muy posiblemente se asentaron y posteriormente se mezclaron con la población local.
La expansión generalizada en esta región se certifica por la distribución de los hallazgos. En Alicante pasan de la veintena los ejemplares recuperados, procedentes principalmente de las necrópolis de Altea la Vella, Cabezo Lucero, El Molar y el poblado de La Peña Negra.
La incineración se extendió por toda la península, como se puede ver en las necrópolis de la Peña Negra de Crevillente, o en la Meseta Central los hallazgos de Las Cogotas de Cardeñosa en Ávila y de La Osera de Chamartín en Ávila.
Por lo que respecta a los broches de cinturón los más frecuentes son los decorados con semiesferas huecas, como el tipo hallado en
Peña Negra, si bien el ejemplar más destacable es el de la Tumba 63, que incluía un conjunto de armas excepcional y una campanita de bronce. La información más interesante proviene, posiblemente, de las fusayolas, puesto que los análisis osteológicos y su asociación a ajuares con armas rechazan su relación exclusiva con el universo femenino.
Al poblado alicantino de Peña Negra  en Crevillente se adscribe una cabecita pintada de carnero ignorando si se trata de una figurilla o de un vaso.
En algunas paredes de objetos cerámicos han aparecido diversas clases de grafitos fenicios.
Los depósitos de objetos metálicos, muchos de ellos de tipología atlántica, se han considerado testimonios de un comercio interregional, abastecido muchas veces, como muestran los datos de la Ría de Huelva o del taller metalúrgico de la Peña Negra (Crevillente, Alicante) por medio de “chatarra", un rasgo que suele ser propio de contextos poco especializados. Llama la atención la ausencia en todos estos depósitos de útiles o herramientas, mientras que proliferan las armas, así como su localización en desembocaduras y vados de ríos u otros “lugares de paso.
Se asocian a actividades de fundición en los poblados fortificados de Campos de Urnas  y en establecimientos comerciales atlánticos del Bronce Final III .
Entre estos últimos se pueden señalar los de Runnymede  Peña Negra (Alicante).
En Peña Negra, se encontró un taller, independiente de las viviendas, donde se realizaban actividades textiles y metalúrgicas. En la Península Ibérica, encontramos lugares con talleres especializados, tanto de textiles como del trabajo del metal, donde se documenta la aparición de casas de diverso tamaño y otros elementos diferenciadores, como revestimientos  pintados o bancos corridos.
En Peña Negra su horizonte antiguo ofrece una metalurgia exclusivamente de bronce y un conjunto cerámico caracterizado por la ausencia del torno -entre su decoración cabe mencionar incisiones rellenas por incrustación, además de cerámica pintada. El carbono-14 ha fechado este horizonte entre aproximadamente 740 A.C. y anterior a 580A.C Hay importantes hallazgos de la Peña Negra  que reafirman las fechas obtenidas por el carbono-14: a saber, por un lado hay un fragmento de diadema de oro cuya decoración de motivos de platos evoca la cultura hallstática, y, por otro, hay escarabeos fechados en tomo de 600 A.C. Estos datos ponen de relieve la amplitud y diversidad de los contactos del Sureste en los siglos VII y VI.
También la cerámica de la Peña Negra incluye componentes de influencia hallstáttica, según el excavador, y muy en particular un fragmento de cazuela, hecha a mano, "con ancha carena decorada con incisiones de líneas horizontales que recorren y enmarcan la carena debajo de una cenefa de circulillos con punto central, determinando una zona de reticulado mediante regulares incisiones oblicuas hacia la derecha y múltiples a la izquierda cortadas por aquéllas. En el interior del borde, dos líneas incisas en zig-zag formando rombos". Esta pieza, como algunas otras procedentes del Sureste que han sido publicadas en años recientes, pertenece a un género autóctono de los Bronce Tardío y Final, a pesar de mostrar características, a veces del perfil, a veces decorativas, que evocan influencias lejanas. No obstante, muchas veces éstas ocurren juntamente con cerámica local de borde exvasado o con otras formas igualmente de fabricación local (p. ej. "botellas" y "macetas").
No cabe alguna duda de que urnas de incineración forman parte de la cultura del Sureste desde el comienzo del primer  milenio Tampoco cabe duda de que algunas llevan decoración cerámica que evoca la de la zona de los campos de umas más al Norte (por ejemplo, piezas de  Los Saladares de Orihuela en Alicante o de El Tabayá;  aunque su fecha no tiene que estar muy elevada, al menos en el caso de aquella cerámica encontrada en depósitos inmediatamente anteriores a la aparición de la primera cerámica pintada preibérica.
El tipo de viviendas anguIares de Peña Negra presenta sus zócalos con el sistema de piedras hincadas y ángulos redondeados, semiexcavadas en el suelo, cuyos restos denominamos comúnmente fondos de cabaña.
A su lado, nos enfrentamos con otra tradición constructiva a base de tapial o adobe que va desde las casas circulares de Peña Negra, construidas con paredes de barro rojo enlucidas de blanco o amarillo, hasta las viviendas angulares con muros formados por grandes adobes rectangulares, que en un primer momento se adscribían al Hierro Antiguo ~
Se encontró un fragmento de punta de flecha  con arponcillo de La Peña Negra de Crevillente que tiene unas características de fabricación y decoración muy similares a las de los ejemplares andaluces, aunque lo que el autor denomina "decoración figurada" aparezca poco clara, esté muy perdida y se haya realizado, en el mismo color, sobre cuatro filetes de pintura rojo vinosa. Procede  de este yacimiento alicantino, y presenta un importante impacto colonial y relaciones culturales con Andalucía.
La riqueza material que nos presentan enclaves como La Peña Negra, una de las principales ciudades y centro de mercado de nuestra protohistoria peninsular, se debe en este caso a la fuerte atracción que ejerció para el comercio fenicio un gran centro dedicado en gran medida a la producción y comercio de metales. .
Algunos núcleos cuya dinámica socio-económica así lo permitió se convierten con el Hierro Antiguo en verdaderas ciudades. Es el caso de Peña Negra en el Sudeste, en donde las directrices políticas generan no sólo el esfuerzo de la erección de un sistema defensivo de grandes proporciones sino ingentes tareas públicas de aterramiento de todas las laderas, con márgenes de contención de piedra de hasta 3 metros de desnivel en cada terraza, sistema que pudo iniciarse de forma mucho más anárquica en las últimas fases del Bronce Final en las áreas más saturadas de población.
En este proceso, hubo de producirse un alto grado de mestizaje y de asentamiento en los principales núcleos indígenas.
Parece quedar bien sentado para el caso de Peña Negra (posiblemente la ciudad de Herna mencionada en las fuentes), en donde la producción cerámica y la orfebrería están en manos de artesanos orientales.
Las joyas áureas decoradas en repujado e inspiradas en la orfebrería etrusca, como la diadema de Crevillente nos acercan a la producción local o itinerante de estos artesanos fenicios, una de cuyas tumbas se halló en el Camí de Carral, al sur de Crevillente. Junto a sus restos incinerados en el interior de un ánfora A3 (Trayamar 2) apareció una matriz para elaborar medallones huecos de chapa de oro decorados en repujado producción que sabemos perduró hasta época ibérica antigua por un hallazgo similar aparecido en una tumba del Cabezo Lucero. La presencia, por otra parte, de lingotes de plomo en Peña Negra nos conduce ante la problemática del empleo de este metal en la protohistoria peninsular, que, si bien en el posterior mundo ibérico se empleará como materia escriptoria, para fabricar glandes de honda o braseros, en el campo de la metalurgia hubo de tener una aplicación inmediata.

EL  FINAL DE PEÑA NEGRA

En este poblamiento quedaba resuelta la presencia de comerciantes  y mercaderes fenicios en  y con ellos las condiciones que darían origen al mundo ibérico; pero este enclave se abandonaba a mediados del s. VI. debido a un incendio, aunque  realmente se desconocen las causas, al  mismo tiempo que las demás colonias  fenicias  empiezan su decadencia, tal es el caso de la Fonteta.

          LÁMINA DE ORO     Penya Negra (Crevillent)Oro
h: 43,4 cm; a: 21cm
Orientalizante
Siglo VII a. C.
 
Lámina de oro decorada mediante la técnica de repujado. Seis líneas de puntos delimitan cinco campos horizontales de decoración: en los dos más exteriores una sucesión de palmetas de cuenco enmarcan dos hileras de patos que ocupan las dos franjas más interiores, dispuestos en procesión hacia la derecha, separadas por una franja central de rosetas cruciformes disociadas por puntos de gran tamaño.
Formaba parte de un pequeño escondrijo practicado junto a un muro, dentro del poblado de la Peña Negra, en el que se incluían anillos, collares, escarabeos y un fragmento de plata en bruto. La datación de este conjunto de materiales en base a sus paralelos estilísticos y al contexto arqueológico en que se hallaron permite relacionar la ocultación de este tesorillo con el definitivo abandono del poblado. 



   MOLDE DE FUNDICIÓN DE HACHA  Penya Negra (Crevillent)
Piedra arenisca
h:16’7 cm; a: 8’3cm; e: 4’3 cm
Bronce Final
800-550 a.C.
 
Molde de fundición para la fabricación de hachas de apéndices laterales, realizado sobre un bloque rectangular de piedra arenisca con un rebaje de morfología trapezoidal en una de sus caras y otros dos rebajes a modo de apéndices a ambos lados del mismo.
Esta pieza –en realidad incompleta ya que formaría parte de un molde bivalvo-, se emplea para la fabricación de un tipo concreto de útil –hacha de apéndices laterales- cuyo contexto cronológico aproximado va del 1100 a los siglos VIII y VII a.C. El tipo en cuestión es muy escaso en la zona levantina peninsular, siendo más frecuente en el área atlántica con la que se ha puesto en relación el taller de Penya Negra.