De todas estas formas hay una a destacar por ser
genuinamente ibérica, indígena6; el kálatos
ibérico o “sombrero de copa”. Aparece en la fase tardía, a mediados del s.
III . la vamos a ver muy utilizada por los talleres de Elche-Archena. También
aparece en los talleres del sur.
Esta forma, a lo largo del s. II y 1ª mitad del
I , la vamos a encontrar en las Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, Norte
deÁfrica, e Italia. La dispersión puede estar unida a su funcionalidad. Se
utilizó para el transporte de productos, por ejemplo, miel, frutos secos,.. Es
una pieza que se pudo usar también como urna cineraria. El borde horizontal es
algo desarrollado. Estos vasos son apropiados para el desarrollo de la
decoración.
Tenemos diferentes focos dentro de los talleres.
Hay otros tipos aparte de la cerámica pintada y también una cerámica de engobes
o barnices rojos.
6 Pese a que el nombre es
griego y designa otro tipo de vaso en la cerámica griega
Fue Emeterio Cuadrado el que hizo la distinción
entre cerámica tarteso-oriental y cerámica ibérica.
Zona andaluza o turdetana
En la zona andaluza son típicos las espirales y
semicírculos y, es decir, los motivos geométricos, que decoran piezas como los kálatos
o sombreros de copa, pieza típicamente ibérica, que surge a mediados
del siglo III y que se difunde desde finales de este siglo. Esta forma no sólo
la encontramos en la Península Ibérica, sino también en zonas del Mediterráneo
como Liguria, Sicilia... Tenían tapadera y con seguridad eran contenedores de
frutos secos, miel o gárum.
Hoy conocemos hornos donde se fabricaron estas
cerámicas, como por ejemplo Ronda, Arroyo Hondo (Álora). En Álamo
.? No aparecieron hornos pero sí recipientes apilados y un almacén o punto de
venta.
Los límites cronológicos para la cerámica
ibérica serían a partir del siglo VI a. C.. También sabemos que en
Andújar se estuvo fabricando cerámica hasta época de Tiberio.
En cuanto a la tipología, en la zona del sur hay
un estancamiento y empiezan a imitarse formas griegas. Traslación de unas
formas griegas a la cerámica ibérica. La decoración se realiza en motivos
geométricos, motivos rojo oscuro sobre un fondo claro amarillento. Es una
cerámica hecha a torno, bien decantada. Estos motivos decorativos serían
círculos... habría que empalmarlo con las cerámicas fenicias. Tenemos ánforas,
tinajas...
La decoración se realiza a base de bandas,
semicírculos, círculos, líneas paralelas y onduladas. También es frecuente en
los platos. En Arroyo Hondo se encontraron platos con una decoración espiral,
después, los motivos serán rojos sobre fondo claro, excepto en la tumba de Baza
donde se dará una policromía mayor. En la necrópolis de Galera tendremos líneas
onduladas, rosetas, bandas, semicírculos, círculos... todo ello sobre fondo
claro
Otros ejemplos son:
* Tipos cerámicos de
Toya (Jaén) que presentan la boca hacia afuera, la
mayoría con decoración a bandas, semicírculos, espirales etc.
Cerámica procedente de Toya (Museo Arqueológico
Nacional)
* Cerámica de Tútugi con
decoración similar y algunas palmetas. (Museo Arqueológico Nacional)
* Cerámicas con formas
fenicio púnicas.
Zona del sudeste.
En la zona del sudeste tenemos piezas con líneas
onduladas quebradas, piezas con decoración de bandas, piezas con elementos
vegetales (elementos comunes en línea con la zona andaluza), pero como novedad,
tenemos un estilo simbólico con pájaros, lobos y diosas aladas protectoras de
los animales.
Cerámica ibérica
Los investigadores definen más habitualmente
como cerámica ibérica una producción alfarera a torno, cocida a alta
temperatura en hornos
de cocción oxidante, fechada del siglo
VI al I a. C. El término "cerámica ibérica" resulta
demasiado genérico e impreciso para la gran variedad de producciones a las
cuales se puede aplicar, suele referirse en primera instancia a la cerámica
ibérica pintada, que es una vajilla fina decorada con motivos geométricos,
florales o humanos de color rojo vinoso. Además de esta categoría que es la más
común y generalizada del territorio ibérico, existen otras variedades de
idéntica tecnología y distribución, como la cerámica ibérica lisa (sin
decoración), la cerámica ibérica bruñida con decoración impresa, muy difundida
en la Meseta o de otras
técnicas como la cerámica de cocina, cuya pasta incluye desengrasantes
que le proporcionan propiedades refractarias, o las cerámicas grises que
proceden de cocciones reductoras; lo mismo que la cerámica gris, extremadamente
común en el noreste peninsular puede ser lisa o pintada en blanco.
La existencia de diferentes producciones
regionales ha propiciado que en un primer momento los estudios de la cerámica
ibérica se limitaran a colecciones específicas (el Valle del Ebro la Alta Andalucía,La Provincia de Alicante,la
región de Murcia),
aunque existen diferentes propuestas de síntesis general.
En cuanto al origen de las cerámicas
ibéricas pintadas, el estado actual de la investigación establece una clara
correlación entre las importaciones fenicias del siglo VII a. C. y las
primeras cerámicas a torno ibéricas que empiezan imitando aquellos
prototipos, tanto en forma como en decoración, para consolidar posteriormente
tipologías genuinas que incorporan también formas tradicionales del Hierro
antiguo y formas de inspiración griega, cuando no directamente sus
imitaciones.
Los orígenes de la cerámica ibérica
En el estado actual de la investigación
existe un consenso sobre el origen fenicio de las fuentes de inspiración que
dieron lugar a las formas de la cerámica ibérica. A lo largo del siglo
VII a. C. las ánforas, tinajas y otras cerámicas a
torno, lisas o pintadas fenicias introducidas en el medio indígena peninsular
desde las colonias fenicias
de Andalucía, dieron lugar a una corriente de imitaciones, burdas en un
principio, pero gracias al torno de alfarero y al horno de
cámara alcanzaron pronto un alto nivel tecnológico. Las formas que
alcanzaron mayor popularidad en esta fase inicial son el ánfora tipo R1
(Rachgoun 1), la tinaja pithoide y la urna del tipo Cruz del Negro. Evidenciado
por primera vez en Los Saladares (Orihuela), este proceso de aculturación que forma
parte de la dinámica orientalizante, ofrece sus mejores testimonios en el sur y
el sureste [península ibérica|[peninsular]] (de la costa de Huelva a la cuenca del Júcar) sin que sea posible constatar un único
foco de difusión. En el Cerro
de Los Infantes (Granada) un alfar indígena
producía ánforas de tipología fenicia a inicios del siglo VI a. C.
asimismo, l'Alt
de Benimaquia (Denia) ofrece testimonios de
una producción vinaria indígena incipiente del mismo momento en
un contexto en el que abundan las ánforas fenicias y sus imitaciones indígenas
a torno, o sea ibéricas. Estas excavaciones arqueológicas proporcionan de paso
la hipótesis que la producción de vino, un brebaje exótico desconocido hasta
que lo trajeron los fenicios, y la necesidad de producir ánforas, un envase que
no formaba parte de los repertorios locales, motivó el cambio tecnológico (torno,
horno de cámara) del que resultó la cerámica ibérica. Este proceso resultó ser
eminentemente meridional ya que los contactos con los fenicios no acarrearon
reacciones de aculturación semejantes en las comunidades indígenas del este y
noreste peninsular, tal y como se ha comprobado en Vinarragell
(Burriana), Aldovesta
(Benifallet).
Éstas adoptaron a partir de la segunda mitad del siglo VI a. C. entre
otras mutaciones rotundas de sus modos de vida, una cerámica ibérica ya
elaborada, procedente del sur y del sureste como se constata en l'Illa
d'En Reixach (Ullastret).
En resumen, a partir de finales del siglo
VII a. C. y durante gran parte del siglo VI a. C., las
primeras cerámicas ibéricas pintadas y lisas del sur y sureste peninsular
muestran repertorios de clara filiación fenicia, sobre todo en lo que se
refiere a los grandes contenedores como ánforas o tinajas, que incorporan poco
a poco formas nacidas de la creatividad indígena.
La urna de
orejetas perforadas
Por su tipología, funcionalidad y
difusión, la urna de
orejetas perforadas constituye la forma más emblemática de la
cerámica ibérica pintada durante el periodo Ibérico
Antiguo. El prototipo no procede del ingenio indígena, sino de una
forma de origen oriental
que alcanzó en el territorio ibérico una enorme popularidad. El
cierre hermético de su tapadera hacía de este vaso una forma idónea para la
función de urna cineraria y desde el Molar
en el Bajo Segura (Alicante), hasta Saint Julien
(Pézenas) a orillas del Hérault, la mayoría de las necrópolis ibéricas
de los siglos VI y V a. C. incorporan la urna de orejetas perforadas
en alguna de sus tumbas. Solveig Nordström
ha descrito la técnica de fabricación que permitía el encaje exacto y hermético
de la tapadera sobre la urna:
Ésta se elaboraba de una sola pieza, incluyendo las orejetas, y luego la
tapadera era recortada sobre el torno, con la arcilla todavía blanda. Las orejetas son esos
apéndices diametralmente opuestos del vaso y la tapa, atravesadas
transversalmente por una perforación que podía cerrarse garantizando el bloqueo
de la tapa.
La importancia de la urna de orejetas
perforadas radica en un triple motivo. Aunque preexistente, la forma sólo
alcanzó popularidad en el marco de la Cultura
Ibérica; de hecho su popularización marca el fin del período orientalizante
de palpable filiación fenicia y el inicio de lo genuinamente ibérico. Su cronología hace de ella un fósil director del
período Ibérico Antiguo, ya que aparece hacia mediados del siglo
VI a. C. y cae en desuso a inicios del siglo IV a. C.
Finalmente, su distribución del río Segura al Hérault indica que, contrariamente
al período anterior, todos los pueblos de esta franja costera constituían una koiné, una comunidad de intereses,
posiblemente comerciales y, porqué no, culturales, cuyo factor de cohesión e
identificación era ya en el siglo VI a. C. la Cultura Ibérica.
Las cerámicas ibéricas del período pleno
Miquel Tarradell y Joan
Sanmartí Grego (1980) habían constatado la uniformidad tipológica
del período antiguo, ya que las mismas formas y decoraciones se hallaban
distribuidas en todo el territorio ibérico; sin embargo, a partir del s.
IV a. C. se constata una diversificación de los repertorios formales
y decorativos que ha acarreado la fragmentación de los estudios sobre la
ceràmica ibérica desde sus ámbitos regionales. Porque indudablemente existen
rotundas diferencias entre el noreste peninsular, donde la cerámica ibérica
pintada cae en desuso siendo substituida por producciones grises monocromas, y el
sureste, donde las tipologías de formas consolidan prototipos y donde las artes
decorativas alcanzan cierto grado de creatividad y sofisticación.
La cerámica
ibérica de cocina
La tradición cerámica ibérica alcanzó el
ámbito culinario desde el período ibérico antiguo, de forma que en gran parte
del territorio ibérico las producciones modeladas a mano fueron desapareciendo
a lo largo de los siglos VI y V a. C. En la provincia de Castellón,
el río Mijares marca el límite entre la tradición
de cerámicas ibéricas a torno y a mano ya que al norte de dicho río, en toda Cataluña y en Languedoc la tradición de las cerámicas de
cocina a mano perduró hasta el Imperio romano. Las cerámicas ibéricas de cocina
cuentan con un reducido repertorio de formas del que destaca una olla globular, panzuda, de perfil bitrococónico,
borde saliente y base cóncava, y una tapadera hemisférica
de pomo anillado. Este "servicio" existe en una gran variedad de
tamaños, con pocas variaciones tipológicas. La técnica de elaboración de la
cerámica de cocina resulta algo más compleja que la cerámica fina, debido a la
inclusión deliberada de desengrasante en la arcilla, que no hay que confundir
con las finas partículas, por ejemplo de mica
dorada, contenidas de forma natural en el material arcilloso usado por los
alfareros. El desengrasante tenía la finalidad de otorgar propiedades refractarias
a la cerámica, ya que sin él la diferencia de temperatura entre el interior y
el exterior de las ollas de cerámica puestas al fuego hubiera provocado su
resquebrajamiento. En el ámbito edetano, el desengrasante
de la cerámica de cocina incluye cuarzo molido bastante
grueso, con una granulometría grande.
Otras inclusiones como la calcita se han disuelto con
el tiempo y han dejado poros en la superficie de los vasos. Finalmente, la
cocción de esta categoría de cerámica es de técnica reductora, es decir que su
gama de colores incluye grises, amarillentos, marrones y negros. La vocación
doméstica y culinaria de estas cerámicas es indudable ya que muchas de ellas
ostentan en su base los rastros inequívocos de haber permanecido en un hogar.
Sin embargo, está documentado su uso como urna de enterramiento o como vaso de
almacenaje.
Las cerámicas
bruñidas con decoración impresa
En el período Ibérico Pleno
se consolidan algunas producciones que empezaron a elaborarse en el siglo
anterior, como las cerámicas con decoración impresa cuyas características
permiten ahora diferenciar áreas de fabricación. Las cerámicas con decoración
impresa también se han incorporado al conjunto de producciones ibéricas. El
primero en realizar una recopilación sobre esta técnica decorativa fue Cura
para Cataluña, a la que siguieron la Meseta
oriental,
Murcia, Andalucía oriental y
Valencia. En
el territorio de la ciudad de Kelin (Caudete
de Las Fuentes, Valencia) se ha definido
una producción propia con decoración de ovas, espigas, flores, volutas, etc. que perdurará toda centuria siguiente; en
Murcia, se han diferenciado tanto cerámicas con impresiones de estilo indígena
como otras que imitan sellos clásicos, llegando a proponer, algunos autores, el
uso de matrices importadas; mientras que en la Oretania se pueden distinguir las producciones
del Norte, con el Cerro de las Cabezas
(Valdepeñas)
como centro más importante (Fernández Maroto et alii, 2007), y las procedentes
del Alto Guadalquivir;
también en Cataluña, hay decoración impresa sobre cerámica gris.
Las cerámicas
ibéricas de barniz rojo
Las cerámicas de engobe o barniz rojo tienen su
localización en áreas geográficas más concretas, lo que facilita su
identificación. Emeterio Cuadrado el primero caracterizó las producciones de
Murcia y Albacete,
utilizando a menudo el término de cerámicas Ibero-Turdetanas. Más tarde se
diferenciaron las producciones ilergetas,
las oretanas, con y sin decoración impresa,y
las del territorio de cuyo estudio
es todavía muy incipiente.
Las imitaciones
Las cerámicas
grises monocromas del noreste peninsular
Las imitaciones
Una de las características de la cerámica
ibérica es que a lo largo del tiempo, su repertorio de formas fue incorporado
reinterpretándolos algunos de los prototipos más populares de las producciones
fenicias, púnicas,
griegas y finalmente romanas. El
fenómeno de la imitación se da con más frecuencia en las llamadas producciones
de prestigio, con especial predilección hacia las cerámicas áticas de figuras
rojas y de barniz negro, las cerámicas de barniz negro helenísticas y
romanas, reflejando el valor ideológico que les otorgaban los indígenas.
Las cerámicas
grises monocromas del noreste peninsular
Durante el período Ibérico Pleno, las cerámicas
ibéricas pintadas que constituyen la gran mayoría de producciones ibéricas caen
en desuso en el noreste peninsular donde se afianzan las cerámicas grises cuyo
uso se había consolidado en el período anterior atribuyéndose a la tradición focea
de las cercanas colonias griegas
de Emporion, Rhode y Agathe. Las producciones mejor definidas
de este período son, pues, la llamada cerámica "gris monocroma" o
"gris de la costa catalana", con formas destinadas fundamentalmente a
la vajilla de mesa.[25]
Algunos de los tipos más característicos son las jarritas, copas, platos,
jarros, askoi y kantharoi. En este repertorio, la jarrita
bicónica con un asa
vertical alcanzó una enorme popularidad tanto en el ámbito peninsular como en
el resto de la cuenca occidental del mediterráneo, donde aparece junto con el
«Sombrero de Copa» a partir de finales del siglo III a. C. También en
el área indigeta se produce una cerámica muy peculiar
decorada con pintura blanca, cuyo alfar estaría ubicado en el entorno inmediato
del Puig
de Sant Andreu de Ullastret[26] y
que llega incluso a producir decoraciones figuradas de guerreros y jinetes a imitación de los estilos levantinos. Se fecha entre
la segunda mitad del siglo IV y todo el III a. C., pero con un ámbito
de difusión muy reducido.
Del período Ibérico Pleno al Ibérico Tardío
A partir del último cuarto del s.
III a. C. y durante el s. II a. C. las decoraciones de las
cerámicas ibéricas pintadas del este peninsular sufren un salto cualitativo
cuyo máximo exponente consiste en el enriquecimiento de los repertorios
decorativos con motivos vegetales y florales, epigráficos, animales y humanos, aunque la gran
mayoría de las producciones siguen ostentando decoraciones estrictamente
geométricas.
Las diferencias regionales en estilos pictóricos y en contenidos
temáticos fueron detalladamente descritas por Miquel Tarradell.
Desde una perspectiva antropológica, las nuevas decoraciones dejan
sospechar la existencia de artesanos especializados muy cualificados, ya que
algunos escriben, y constituyen el testimonio de una producción de bienes de
prestigio incentivada desde los más altos estamentos de las sociedades urbanas.
Y aunque existen diferentes estilos y cronologías, el denominador común de
todas ellas es que reflejan los valores universalmente asociados a las aristocracias.
Por otra parte, no se puede
negar que en mayor o menor medida las diferentes producciones estén
emparentadas, por lo que reflejan también la intensidad de contactos
inter-tribales a pesar de un alejamiento geográfico a menudo considerable.