La necrópolis del
Cabecico del Tesoro está emplazada en las inmediaciones del Convento de Santa
Catalina del Monte y de la ermita de San Antonio el Pobre, en una ladera de
poco declive que por su lado Este está limitada por una rampa que recoge las
aguas que rodean la citada ermita de San Antonio.

Pertenece este yacimiento a un importante conjunto
arqueológico integrado por un poblado, de exploración difícil puesto que sobre
él se levanta la moderna agrupación urbana del Verdolay, por una acrópolis
emplazada en las laderas del monte de Santa Catalina en donde a pesar de
la reocupación árabe, casi a flor de tierra se encuentran muros construidos con
aparejo de gran tamaño, ciclópeo casi, por un Santuario localizado en las
proximidades del eremitorio de la Luz explorado por el profesor Mergelina y por
la necrópolis a que nos estamos refiriendo.
La exploración de la necrópolis fue comenzada en el año 1935
por el Profesor Mergelina y proseguida por él mismo en una corta y azarosa
campaña en el año 1936. Durante los años 1942 y 1944, se han realizado dos
campañas muy beneficiosas con cuyos resultados unidos a los de las dos
anteriores se han llegado a descubrir 480 sepulturas entre las cuales hay
muchas que no plantean ningún problema. Sin embargo hay otras de cuyo estudio
pueden sacarse deducciones de interés.
Terracota de la necrópolis del Cabecico del Tesoro.
Entre los
objetos procedentes de esta necrópolis figura una estatua sedente muy mutilada,
cuyos fragmentos aparecieron desperdigados y que fue reconstruida con indudable
acierto por el Profesor Mergelina. Sus fragmentos se encontraron distanciados
pero al primer golpe de vista se echaba de ver una procedencia única. Esta
escultura nos revela un artista que no está todavía en posesión de todos los
secretos de la técnica y en ella las influencias de lo griego arcaico son
evidentes.
En la misma campaña, apareció la cabeza, mutilada, que en la
reconstrucción se unió al cuerpo. En ella se acusan caracteres que no desdicen
nada del hieratismo y arcaísmo que presenta el resto de la
escultura. El modo simétrico de tratar el cabello responde a la simetría de los
pliegues del vestido y hasta la misma elegancia con que están recogidos. Es
casi seguro que pertenezcan al mismo monumento una serie de fragmentos
escultóricos y decorativos encontrados en esta necrópolis y es de especial
significación pues nos los encontramos entibando urnas
de sepulturas. Entre los fragmentos escultóricos encontrados sobresalen
los restos de un caballo que por el cuidado con que están hechos algunos
detalles debió ser obra de gran finura, o un fragmento que debió pertenecer a
una estela, el cual se encontró entibando una urna cineraria. Representa una
mano sujetando una paloma. Este fragmento debió referirse al busto de una
figura en relieve encerrada en una especie de nicho decorado con una moldura de
ovas. Estos ejemplos citados nos hablan de la presencia de valores griegos en
nuestra necrópolis.

Parece que se trata de un yacimiento que tuvo una primera
época, muy rica en elementos escultóricos y decorativos, que arranca del S V
a.C. posiblemente. Este yacimiento fue destruido en una fecha difícil de
precisar aún. Como sugerencia se apunta el año 237, en que el ejército de
Aníbal se extendió por esta región.
A este primer momento pertenecen las sepultura
con elementos griegos. Son las que aparecen a un nivel más bajo. Al segundo
momento deben pertenecer las sepulturas cuyos vasos tienen decoración floral
tipo Elche-Archena, más superficiales, en las cuales se ven elementos
decorativos y escultóricos entibando las urnas cinerarias y objetos púnicos en
su ajuar.
Vaso de las Cabras. Cabecico del Tesoro.
Su
decoración es extraordinariamente realista. Sus fragmentos se encontraron
desperdigados a diferentes niveles removidos por las labores del campo. Ello le
resta valor como índice cronológico, pero su significación dentro del arte
ibérico podemos considerarla como fundamental.
Placa de cinturón de bronce
con damasquinado en plata procedente del Cabecico
del Tesoro.
Es una placa de adorno de cinturón que apareció en una
sepultura formando serie con otras tres exactamente iguales. Son de bronce y
están recubiertas por una fina lámina de plata. Estas cuatro piezas, por su
arte, pueden considerarse como piezas capitales de su época. Miden 0,057 x
0,046 m y están formadas por una placa de bronce fundida en la que se hace la
decoración en relieve. Esta placa de bronce se cubrió con una fina lámina de
plata que al adaptarse mediante una fuerte presión al bronce que sirve de
alma acusa en su totalidad la composición.

En el cuadro central se representa un ave de rapiña que se
abalanza sobre su presa. El pájaro es una especie de águila con las alas
desplegadas que encorva vorazmente su pico hacia un ave más pequeña. Este
motivo central está modelado con tal maestría que no hay que dudar en
considerar estas placas como piezas excepcionales. Aparecieron en una sepultura
cuya urna estaba asentada a 1,10 m. En ella aparecieron también dos piezas de
bocado de caballo, dos discos gemelos de hierro, una falcata, un pilum y una fíbula circular. Panorámica de los trabajos de excavación desarrollados en la
ladera norte del poblado de Santa Catalina del Monte. Los trabajos sistemáticos
en la necrópolis se inician de forma oficial en 1935 dirigidos por D. Augusto
Fernández de Avilés. La segunda campaña de excavación se efectuó en el verano
de 1936 y fue interrumpida por el inicio de la Guerra Civil.
Finalizada la guerra se
reemprenden las investigaciones en 1942 bajo la dirección de D. Gratiniano
Nieto Gallo.
Se
exhumaron 594 tumbas ibéricas de incineración, cuya cronología oscila entre
finales del Siglo .V y primera mitad del Siglo I a.C. En la tercera campaña de
excavaciones en la necrópolis ibérica del Cabecico del Tesoro (Verdolay,
Murcia) se han excavado diversas tumbas y se ha encontrado diversos
materiales y ajuares los cuales vamos a
describir brevemente.
Entre
los ajuares se presentan varias urnas cinerarias en cuyo interior se han depositado las
cenizas, sobre todo los Kalathos
ibérico con decoración tipo Elche-Archena.
También se encontraron en varias de las fosas excavadas falcatas,
soliferreums, puntas de lanza y una urna de cerámica ibérica pintada con
algunos paralelos en otros enterramientos de esta necrópolis.
Numerosa cerámica campanéense tipo A y cerámicas ibéricas pintadas con
caracteres geométricos hacen su aparición.
Puede decirse que en el
ritual funerario la cremación del cadáver en un ustrinum, ya que apenas se han
documentado carbones en nuestros enterramientos, en todos los casos deben ser
considerados como secundarios.
Los materiales aparecen bastante completos,
como paradigma podría citarse la terracota que apareció de una pieza y
depositada en un ángulo del nicho con la cara hacia la tierra con cierto
cuidado.
Por los materiales exhumados por G. Nieto, sabemos que la
ocupación de la necrópolis cubre desde finales del s. V a. C. hasta finales del
s. I a. C., con una pujanza durante el s. II a. C., claramente demostrada por
la presencia de más de 100 piezas de cerámica campanéense de tipo A
La cultura ibérica se desarrolla por la influencia de
fenicios y griegos. Los íberos habitaban poblados cuyo carácter político era el
patriarcado. Contaban con clases sociales; se ha constatado que las familias
adineradas colocaban esculturas sobre sus enterramientos para que quedara clara
su posición. Al morir, incineraban el cuerpo en una pira, con sus armas y ajuar
[en el Cabecico del Tesoro se han encontrado ajuares con decoraciones zoomorfas
y cinomorfas]. Después llevaban los restos a la necrópolis, donde se abría una
fosa de un metro y se enterraban los restos.
Contaban con comercio que venía de Grecia e Italia, agricultura,
ganadería, cerámica y santuarios. La pena es que este poblado se ha conservado
muy mal. En estos momentos, el único resto que se puede es el del
santuario de La Luz.
La necrópolis es la más extensa y la de materiales
más ricos de España aunque lo curioso e inquietante es que hasta hoy no ha sido
publicada. En las campañas se han documentado 609 enterramientos, que cubren
todo el desarrollo cultural ibérico del sureste peninsular hasta el 90 a.C.
Era una sociedad protohistórica que vivió desde el 500 A. C. hasta la
romanización» -sitúa José Miguel García-. Estaban asentados, ya que tenían
comercio, agricultura, ganadería, cerámica torno y santuarios. Aquí tenían su
poblado». La cultura ibérica se desarrolla por la influencia de pueblos
colonizadores del Mediterráneo Oriental. «Era una sociedad muy agraria»,
sentencia José Miguel. «En esta época -prosigue- la mujer hacía prácticamente
los mismos trabajos que el hombre. Estamos hablando de una sociedad agrícola y
ganadera. Uno de los grandes problemas que tenían era que no había agua cerca,
por lo que estaban obligados ir a por el agua andando muchos kilómetros. Aunque
tenían su propio comercio, llevaban una vida muy dura». Los íberos habitaban
unos poblados cuyo esquema político giraba en torno a una figura patriarcal.
También encontramos diferencias de clases. «Por poner un ejemplo, las familias
que tenían dinero, colocaban una escultura encima del enterramiento de su
familiar para que quedara clara su posición social en el núcleo.