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domingo, 13 de noviembre de 2011

CABECICO DEL TESORO




 La necrópolis del Cabecico del Tesoro está emplazada en las inmediaciones del Convento de Santa Catalina del Monte y de la ermita de San Antonio el Pobre, en una ladera de poco declive que por su lado Este está limitada por una rampa que recoge las aguas que rodean la citada ermita de San Antonio.
Pertenece este yacimiento a un importante conjunto arqueológico integrado por un poblado, de exploración difícil puesto que sobre él se levanta la moderna agrupación urbana del Verdolay, por una acrópolis emplazada en las laderas del monte de Santa Catalina en donde a pesar  de la reocupación árabe, casi a flor de tierra se encuentran muros construidos con aparejo de gran tamaño, ciclópeo casi, por un Santuario localizado en las proximidades del eremitorio de la Luz explorado por el profesor Mergelina y por la necrópolis a que nos estamos refiriendo.
La exploración de la necrópolis fue comenzada en el año 1935 por el Profesor Mergelina y proseguida por él mismo en una corta y azarosa campaña en el año 1936. Durante los años 1942 y 1944, se han realizado dos campañas muy beneficiosas con cuyos resultados unidos a los de las dos anteriores se han llegado a descubrir 480 sepulturas entre las cuales hay muchas que no plantean ningún problema. Sin embargo hay otras de cuyo estudio pueden sacarse deducciones de interés.

Terracota de la necrópolis del Cabecico del Tesoro.


     Entre los objetos procedentes de esta necrópolis figura una estatua sedente muy mutilada, cuyos fragmentos aparecieron desperdigados y que fue reconstruida con indudable acierto por el Profesor Mergelina. Sus fragmentos se encontraron distanciados pero al primer golpe de vista se echaba de ver una procedencia única. Esta escultura nos revela un artista que no está todavía en posesión de todos los secretos de la técnica y en ella las influencias de lo griego arcaico son evidentes. En la misma campaña, apareció la cabeza, mutilada, que en la reconstrucción se unió al cuerpo. En ella se acusan caracteres que no desdicen nada del hieratismo y arcaísmo que presenta el resto de la escultura. El modo simétrico de tratar el cabello responde a la simetría de los pliegues del vestido y hasta la misma elegancia con que están recogidos. Es casi seguro que pertenezcan al mismo monumento una serie de fragmentos escultóricos y decorativos encontrados en esta necrópolis y es de especial significación pues nos los encontramos entibando urnas de sepulturas. Entre los fragmentos escultóricos  encontrados sobresalen los restos de un caballo que por el cuidado con que están hechos algunos detalles debió ser obra de gran finura, o un fragmento que debió pertenecer a una estela, el cual se encontró entibando una urna cineraria. Representa una mano sujetando una paloma. Este fragmento debió referirse al busto de una figura en relieve encerrada en una especie de nicho decorado con una moldura de ovas. Estos ejemplos citados nos hablan de la presencia de valores griegos en nuestra necrópolis.
Parece que se trata de un yacimiento que tuvo una primera época, muy rica en elementos escultóricos y decorativos, que arranca del S V a.C. posiblemente. Este yacimiento fue destruido en una fecha difícil de precisar aún. Como sugerencia se apunta el año 237, en que el ejército de Aníbal se extendió por esta región.
A este primer momento pertenecen las sepultura con elementos griegos. Son las que aparecen a un nivel más bajo. Al segundo momento deben pertenecer las sepulturas cuyos vasos tienen decoración floral tipo Elche-Archena, más superficiales, en las cuales se  ven elementos decorativos y escultóricos entibando las urnas cinerarias y objetos púnicos en su ajuar.

Vaso de las Cabras. Cabecico del Tesoro.

Su decoración es extraordinariamente realista. Sus fragmentos se encontraron desperdigados a diferentes niveles removidos por las labores del campo. Ello le resta valor como índice cronológico, pero su significación dentro del arte ibérico podemos considerarla como fundamental.
Placa de cinturón de bronce con damasquinado en plata procedente  del Cabecico del Tesoro.
Es una placa de adorno de cinturón que apareció en una sepultura formando serie con otras tres exactamente iguales. Son de bronce y están recubiertas por una fina lámina de plata. Estas cuatro piezas, por su arte, pueden considerarse como piezas capitales de su época. Miden 0,057 x 0,046 m y están formadas por una placa de bronce fundida en la que se hace la decoración en relieve. Esta placa de bronce se cubrió con una fina lámina de plata que al adaptarse mediante una fuerte presión al bronce  que sirve de alma acusa en su totalidad la composición.

Las placas que en sus ángulos conservan todavía los remates mediante los cuales estuvieron unidos al alma del cinturón, se decoran con una franja que corre por sus cuatro lados adornados con relieves, después hay un pequeño filete que enmarca un rectángulo en cuyos lados menores se ve una decoración de meandros alternando con botones encuadrados en pequeños relieves circulares.
 En el cuadro central se representa un ave de rapiña que se abalanza sobre su presa. El pájaro es una especie de águila con las alas desplegadas que encorva vorazmente su pico hacia un ave más pequeña. Este motivo central está modelado con tal maestría que no hay que dudar en considerar estas placas como piezas excepcionales. Aparecieron en una sepultura cuya urna estaba asentada a 1,10 m. En ella aparecieron también dos piezas de bocado de caballo, dos discos gemelos de hierro, una falcata, un pilum y una fíbula circular.  Panorámica de los trabajos de excavación desarrollados en la ladera norte del poblado de Santa Catalina del Monte. Los trabajos sistemáticos en la necrópolis se inician de forma oficial en 1935 dirigidos por D. Augusto Fernández de Avilés. La segunda campaña de excavación se efectuó en el verano de 1936 y fue interrumpida por el inicio de la Guerra Civil.
Finalizada la guerra se reemprenden las investigaciones en 1942 bajo la dirección de D. Gratiniano Nieto Gallo.
Se exhumaron 594 tumbas ibéricas de incineración, cuya cronología oscila entre finales del Siglo .V y primera mitad del Siglo I a.C. En la tercera campaña de excavaciones en la necrópolis ibérica del Cabecico del Tesoro (Verdolay, Murcia) se han excavado diversas tumbas y se ha encontrado diversos materiales  y ajuares los cuales vamos a describir brevemente. 
Entre los ajuares se  presentan  varias urnas cinerarias  en cuyo interior se han depositado las cenizas, sobre todo los Kalathos ibérico con decoración tipo Elche-Archena.
    También se encontraron  en varias de las fosas excavadas falcatas, soliferreums, puntas de lanza y una urna de cerámica ibérica pintada con algunos paralelos en otros enterramientos de esta necrópolis.
   También  se hallaron fíbulas, platos de  pescado de cerámicas campanienses tipo A.
     Numerosa cerámica campanéense  tipo A y cerámicas ibéricas pintadas con caracteres geométricos hacen su aparición.


Puede decirse que en el ritual funerario la cremación del cadáver en un ustrinum, ya que apenas se han documentado carbones en nuestros enterramientos, en todos los casos deben ser considerados como secundarios.
Los materiales aparecen bastante completos, como paradigma podría citarse la terracota que apareció de una pieza y depositada en un ángulo del nicho con la cara hacia la tierra con cierto cuidado.
Por los materiales exhumados por G. Nieto, sabemos que la ocupación de la necrópolis cubre desde finales del s. V a. C. hasta finales del s. I a. C., con una pujanza durante el s. II a. C., claramente demostrada por la presencia de más de 100 piezas de cerámica campanéense de tipo A
La cultura ibérica se desarrolla por la influencia de fenicios y griegos. Los íberos habitaban poblados cuyo carácter político era el patriarcado. Contaban con clases sociales; se ha constatado que las familias adineradas colocaban esculturas sobre sus enterramientos para que quedara clara su posición. Al morir, incineraban el cuerpo en una pira, con sus armas y ajuar [en el Cabecico del Tesoro se han encontrado ajuares con decoraciones zoomorfas y cinomorfas]. Después llevaban los restos a la necrópolis, donde se abría una fosa de un metro y se enterraban los restos.
       Contaban con comercio que venía de Grecia e Italia, agricultura, ganadería, cerámica y santuarios. La pena es que este poblado se ha conservado muy mal. En estos momentos, el único resto que se puede es el del santuario de La Luz.


La necrópolis es la más extensa y la de materiales más ricos de España aunque lo curioso e inquietante es que hasta hoy no ha sido publicada. En las campañas se han documentado 609 enterramientos, que cubren todo el desarrollo cultural ibérico del sureste peninsular hasta el 90 a.C.
Era una sociedad protohistórica que vivió desde el 500 A. C. hasta la romanización» -sitúa José Miguel García-. Estaban asentados, ya que tenían comercio, agricultura, ganadería, cerámica torno y santuarios. Aquí tenían su poblado». La cultura ibérica se desarrolla por la influencia de pueblos colonizadores del Mediterráneo Oriental. «Era una sociedad muy agraria», sentencia José Miguel. «En esta época -prosigue- la mujer hacía prácticamente los mismos trabajos que el hombre. Estamos hablando de una sociedad agrícola y ganadera. Uno de los grandes problemas que tenían era que no había agua cerca, por lo que estaban obligados ir a por el agua andando muchos kilómetros. Aunque tenían su propio comercio, llevaban una vida muy dura». Los íberos habitaban unos poblados cuyo esquema político giraba en torno a una figura patriarcal. 
También encontramos diferencias de clases. «Por poner un ejemplo, las familias que tenían dinero, colocaban una escultura encima del enterramiento de su familiar para que quedara clara su posición social en el núcleo.