De él se ha llegado a decir que es
"el río más salvaje de Europa", de ahí que los árabes lo llamaran
Wad-al-littin (río de fango y lodo), topónimo que alude a los aportes sólidos
de sus catastróficas avenidas. La torrencialidad del Guadalentín es debida a la
extremada climatología del Sureste, la escasa vegetación y las acusadas
pendientes de las ramblas y torrenteras que lo nutren. Sin embargo, y a pesar
de ubicarse en un ambiente de extrema aridez, en su regazo se ha forjado una
importante cultura del agua.
La cuenca del Guadalentín se abre paso entre terrenos
de aluviones. Este río se caracteriza por su gran irregularidad, que es propia
del clima semiárido que se padece en esta región del Sureste tan próxima al
trópico, una circunstancia que queda demostrada en el hecho de que en ocasiones
ha recogido crecidas de hasta 3.000 metros cúbicos por segundo y de que su
cauce, ancho y poco profundo, apenas lleva un hilo de agua normalmente. Las que
correrían por él de forma natural quedan actualmente embalsadas en los pantanos
y bajan canalizadas por la Real Acequia de Alcalá hasta las huertas de Lorca
desde Tercia a Sutullena, Marchena o Tamarchete.
El Valle del Guadalentín se forma en la parte central
del curso del río, a su paso por la Región de Murcia, que discurre por el ramal
de la rambla Viznaga que ocupa el fondo de la fosa tectónica prelitoral que
separa las sierras Sub-Béticas de las alineaciones montañosas que nos separan
de la costa: Carrasquilla y Almenara.
El valle tiene una larga historia que arranca de la época romana. Por él pasaba la calzada que unía la vieja Gades (Cádiz) con los Pirineos para luego seguir camino hacia Roma. Los árabes no hicieron más que seguir los trazos dejados por las viejas piedras romanas para marcar el camino que unía Al Andalus con las tierras de Levante, siendo tierra fronteriza entre dos culturas bien distintas, la árabe y la cristiana.
El valle tiene una larga historia que arranca de la época romana. Por él pasaba la calzada que unía la vieja Gades (Cádiz) con los Pirineos para luego seguir camino hacia Roma. Los árabes no hicieron más que seguir los trazos dejados por las viejas piedras romanas para marcar el camino que unía Al Andalus con las tierras de Levante, siendo tierra fronteriza entre dos culturas bien distintas, la árabe y la cristiana.
El río Guadalentín, (en árabe
Oued al Iznain, «segundo río», o Oued al Lentin, «río de fango»), también
conocido como Sangonera o Reguerón, es un río del sureste de España que
pasa por las provincias de Almería y Murcia atravesando el valle que se encuentra entre
las sierras de Espuña y Carrascoy. Es el afluente más grande por la
derecha del río Segura.
De él se ha llegado a decir que es 'el río más
salvaje de Europa', de ahí que los árabes lo llamaran Wad-al-littin (río de
fango y lodo), topónimo que alude a los aportes sólidos de sus catastróficas
avenidas.
La
torrencialidad del Guadalentín es debida a la extremada climatología del
Sureste, la escasa vegetación y las acusadas pendientes de las ramblas y
torrenteras que lo nutren. Sin embargo, y a pesar de ubicarse en un ambiente de
extrema aridez, en su regazo se ha forjado una importante cultura del agua.
La cuenca del Guadalentín se
abre paso entre terrenos de aluviones. Este río se caracteriza por su gran
irregularidad, que es propia del clima semiárido que se padece en esta región
del Sureste tan próxima al trópico, una circunstancia que queda demostrada en
el hecho de que en ocasiones ha recogido crecidas de hasta 3.000 metros cúbicos
por segundo y de que su cauce, ancho y poco profundo, apenas lleva un hilo de
agua normalmente.
Las que correrían por él de forma natural
quedan actualmente embalsadas en los pantanos y bajan canalizadas por la Real
Acequia de Alcalá hasta las huertas de Lorca desde Tercia a Sutullena, Marchena
o Tamarchete.
El Valle del Guadalentín se forma en la parte central del curso del río,
a su paso por la Región de Murcia, que discurre por el ramal de la rambla
Viznaga que ocupa el fondo de la fosa tectónica prelitoral que separa las
sierras Sub-Béticas de las alineaciones montañosas que nos separan de la costa:
Carrasquilla y Almenara.
Nace en
la Sierra de María, al norte de la provincia de
Almería, y recibe a la rambla de Chirivel en el Pantano de Puentes, ya en la Región de Murcia. En el mismo pantano desembocan
los ríos Luchena y Turrilla,
y desde allí se dirige al sureste pasando por Lorca, donde entra en
un amplio valle originado por una fosa tectónica y cambia el rumbo hacia el noreste.
EI valle del Guadalentin, por su ubicación y
condicionantes geográficos, recoge la presencie de las diversas culturas que
poblaron el sureste peninsular, por lo que no es extraño constatar la Presencia
humana en el territorio desde el periodo Eneolítico, con testimonios de las
culturas argárica, ibérica, romana y otras de importante consideración pero que
aquí ahora no vamos a estudiar ni a tener en cuenta por tratarse de culturas posteriores a la del objeto de
nuestra consideración. Pero si que veremos los de núcleos de gran relevancia de
la épica perromana.
La cuenca media del Segura, inscrita en el ámbito murciano
entre las confluencias del río Segura con sus afluentes Sagonera (también
llamado Guadalentín) y Mundo, fue en época ibérica, al igual que en la
actualidad, una región muy poblada. Muchos enclaves ibéricos se disponían a lo
largo del curso del Segura, que se convertía así en el eje que articulaba gran
parte de las relaciones mantenidas entre ellos. Esta región tuvo una entidad
cultural propia, favorecida por la cohesión interna a la que invitaba la
disposición territorial de sus poblados, ya que la distancia entre cada enclave
y sus vecinos en el eje del Segura era corta. De los asentamientos ubicados a
lo largo del Segura sólo algunos alcanzaron el rango necesario para actuar como
rectores en la organización del territorio. Es probablemente el caso de
Monteagudo, Verdolay y Los Albares (Cieza). Otros dos enclaves, algo más
alejados del Segura, que tuvieron una función territorial preeminente en el Sur
de la Contestania ibérica fueron Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla) y El
Cigarralejo (Mula), encargados de controlar amplias comarcas situadas
respectivamente al Norte y Sur del río.
Otros dos asentamientos, más interiores, enclavados en el
área de Sierras que constituyen el límite meridional de la Contestania,
jerarquizarían en realidad comarcas ya bastetanas. Se trata de La Encarnación
(Caravaca) y Doña Inés (Coy).
Y es que Ptolomeo cita a la ciudad de Asso (Caravaca) como
una de las ciudades bastetanas más próximas al territorio contestano. Este
poblado ocupaba una posición estratégica, pues controlaba el acceso desde el
área del Medio Segura hacia una comarca encajada entre Sierras, ya ubicada
fuera del ámbito contestano. Próximo al poblado de La Encarnación, pero
controlando las áreas anteriores a estas Sierras estaba el enclave de El
Recuesto (Cehegín), dotado de santuario, y que mantenía una posición limítrofe
dentro del espacio contestano.
El poblamiento ibérico en Murcia se vertebra en torno a las vías naturales de comunicación, es decir, a lo largo de las cuencas de los cursos fluviales, esencialmente el Segura y sus principales afluentes: Sangonera, Mula, Benamor, Argos etc. en su margen derecha y un gran número de caudalosas ramblas estacionales en la margen izquierda. La ausencia de valles con tierras de cultivo en una economía básicamente agropecuaria, como la ibérica, son transcendentales para determinar las áreas de poblamiento. En nuestra región además hay que buscar otro elemento fundamental para el desarrollo material de los pueblos ibéricos: el comercio.
Efectivamente los habitats ibéricos jalonan y controlan los
puntos clave existentes desde la costa, ya sea a través de Guardamar en la
desembocadura del río Segura o desde el
Mar Menor hasta las tierras del interior.
Lillo (1981) señaló que son característicos del poblamiento ibérico de la cuenca media del Segura los hábitats cuya extensión está en torno a la hectárea. A pesar de ello se detecta cierta variedad en los tamaños de los asentamientos, en función de su localización y rango defendió la idea de que la cultura ibérica en estas comarcas se replegó hacia el interior a causa de la presión política y económica púnica, ejercida desde la costa, lo que habría provocado la aparición de una especie de “limes” definido por varios poblados ibéricos dispuestos en el eje del río Sagonera, los cuales velarían por la seguridad del poblamiento interno. Este planteamiento ha sido criticado con otras consideraciones, pues el poblamiento ibérico en regiones interiores del Sureste fue muy importante incluso en épocas en que la presión fenicio-púnica fue escasa, como demuestran los enclaves de Saiti (Játiva) y Castellar de Meca (Ayora).
Los grandes
“oppida” ibéricos y otros enclaves de tamaño intermedio se encuentran dispersos
en el Sureste siguiendo un sentido propio de ocupación completa del territorio,
sin aglomerarse en supuestas zonas de potencial peligro externo. A la ocupación
por parte de las poblaciones indígenas de comarcas interiores hay que añadir la
existencia de núcleos ibéricos de carácter costero, como Los Nietos, el Tossal
de Manises o los poblados del área de la antigua albufera del Segura, los
cuales solían estar especialmente predispuestos hacia los contactos comerciales
con los colonos fenicios y griegos. No se conoce bien la ocupación ibérica en
el área costera murciana comprendida entre Cartagena y el límite con la
provincia de Almería, aunque la aridez de esta región hace suponer que en ella
los poblados serían pocos y pequeños, actuando así como un límite natural entre
la Contestania y otras regiones más meridionales. El panorama poblacional en
esta zona sería bastante desolador hasta alcanzar la colonia fenicia almeriense
de Villaricos, que concentraría a bastante gente, y que además de estar abierta
al tráfico marítimo suponía una salida costera para los productos mineros y de
otro género provenientes de la Alta Andalucía.
Podemos
distinguir en la cuenca media del Segura al menos tres tipos de asentamientos:
los que están en torno a la hectárea de extensión, los de tamaño intermedio,
próximos en algunos casos a las 5 hectáreas, y los grandes “oppida”, situados
en la cumbre o casi en la cumbre de la pirámide que ilustra la jerarquización
territorial. Los asentamientos menores, ubicados en pequeños cerros o en llanos
de riqueza agrícola, son de fácil acceso y carecen de defensas artificiales.
Este tipo de enclaves, parecidos a granjas y caseríos, se documentan tanto por
sus escasos restos constructivos como por la abundancia de cerámicas ibéricas
en lugares de vega, signo de que fueron probablemente numerosos. Los poblados
de tamaño intermedio no suelen estar amurallados, pero sí que cuentan con
destacadas defensas naturales. Se ubican en crestas altas, salvando desniveles
de unos 100 metros con respecto a las tierras circundantes. Además de explotar
económicamente su entorno, tenían una función estratégica, tanto por su
carácter defensivo como por su ubicación en el contexto comarcal, pudiendo
albergar a algunos nobles secundarios. Entre estos enclaves de tamaño
intermedio están Coimbra la Buitrera y el Morrón de Bolbax, que ayudaban
respectivamente a sus grandes “oppida” (Coimbra del Barranco Ancho y Los
Albares) en las tareas de control territorial. Otro poblado ibérico de este
tipo era el Castillo de Ulea, que dominaba el paso natural entre la vega baja
del Segura y la cuenca de Cieza.
La proximidad a la costa y la
ubicación en un valle que constituye una excelente vía de comunicación
propiciaron los contactos con gentes venidas del otro lado del mar. Así, en las
excavaciones realizadas en el casco antiguo de Alhema, dentro de un contexto
ibérico, han aparecido cerámicas áticas de barniz negro y un extraordinario
ejemplar de cope de cerámica del tipo Gnathia’, procedente de la Campania
italiana y fechado hacia el siglo III a.C. Le presencie romana debió cautivar
muy pronto a los permeables habitantes ibéricos que conocieron una temprana
romanización y, hacia el cambio de era, se construyo un importante establecimiento
termal que propiciara la llegada de gentes con nuevas modas, costumbres,
cultos, etc., sin duda, en relación con la población de la cercana Carthago
Nova.
En este Valle y en este apartado
vamos a ver las poblaciones de los
contestanos y aquellas que aún siendo bastetanas y fronterizas tenían relaciones con las villas colindantes del entorno. Es decir, aquellas
ciudades bastetanas que están cerca de la Contestanía y que también fueron afectadas por el proceso de iberización con
sus características orientalizantes y tolo lo que en cuanto a su cultura se
refiere, teniendo en cuenta que ya tenían ellos una tradición
Turdetano-Bastetana y podrían estar más avanzadas en cuanto a toda la cultura bastetana se refiere.