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sábado, 12 de noviembre de 2011

El Valle del Guadalentin


De él se ha llegado a decir que es "el río más salvaje de Europa", de ahí que los árabes lo llamaran Wad-al-littin (río de fango y lodo), topónimo que alude a los aportes sólidos de sus catastróficas avenidas. La torrencialidad del Guadalentín es debida a la extremada climatología del Sureste, la escasa vegetación y las acusadas pendientes de las ramblas y torrenteras que lo nutren. Sin embargo, y a pesar de ubicarse en un ambiente de extrema aridez, en su regazo se ha forjado una importante cultura del agua.

La cuenca del Guadalentín se abre paso entre terrenos de aluviones. Este río se caracteriza por su gran irregularidad, que es propia del clima semiárido que se padece en esta región del Sureste tan próxima al trópico, una circunstancia que queda demostrada en el hecho de que en ocasiones ha recogido crecidas de hasta 3.000 metros cúbicos por segundo y de que su cauce, ancho y poco profundo, apenas lleva un hilo de agua normalmente. Las que correrían por él de forma natural quedan actualmente embalsadas en los pantanos y bajan canalizadas por la Real Acequia de Alcalá hasta las huertas de Lorca desde Tercia a Sutullena, Marchena o Tamarchete.
El Valle del Guadalentín se forma en la parte central del curso del río, a su paso por la Región de Murcia, que discurre por el ramal de la rambla Viznaga que ocupa el fondo de la fosa tectónica prelitoral que separa las sierras Sub-Béticas de las alineaciones montañosas que nos separan de la costa: Carrasquilla y Almenara.
El valle tiene una larga historia que arranca de la época romana. Por él pasaba la calzada que unía la vieja Gades (Cádiz) con los Pirineos para luego seguir camino hacia Roma. Los árabes no hicieron más que seguir los trazos dejados por las viejas piedras romanas para marcar el camino que unía Al Andalus con las tierras de Levante, siendo tierra fronteriza entre dos culturas bien distintas, la árabe y la cristiana.
El río Guadalentín, (en árabe Oued al Iznain, «segundo río», o Oued al Lentin, «río de fango»), también conocido como Sangonera o Reguerón, es un río del sureste de España que pasa por las provincias de Almería y Murcia atravesando el valle que se encuentra entre las sierras de Espuña y Carrascoy. Es el afluente más grande por la derecha del río Segura.
De él se ha llegado a decir que es 'el río más salvaje de Europa', de ahí que los árabes lo llamaran Wad-al-littin (río de fango y lodo), topónimo que alude a los aportes sólidos de sus catastróficas avenidas.
 La torrencialidad del Guadalentín es debida a la extremada climatología del Sureste, la escasa vegetación y las acusadas pendientes de las ramblas y torrenteras que lo nutren. Sin embargo, y a pesar de ubicarse en un ambiente de extrema aridez, en su regazo se ha forjado una importante cultura del agua.
     La cuenca del Guadalentín se abre paso entre terrenos de aluviones. Este río se caracteriza por su gran irregularidad, que es propia del clima semiárido que se padece en esta región del Sureste tan próxima al trópico, una circunstancia que queda demostrada en el hecho de que en ocasiones ha recogido crecidas de hasta 3.000 metros cúbicos por segundo y de que su cauce, ancho y poco profundo, apenas lleva un hilo de agua normalmente.   
        Las que correrían por él de forma natural quedan actualmente embalsadas en los pantanos y bajan canalizadas por la Real Acequia de Alcalá hasta las huertas de Lorca desde Tercia a Sutullena, Marchena o Tamarchete.
     El Valle del Guadalentín se forma en la parte central del curso del río, a su paso por la Región de Murcia, que discurre por el ramal de la rambla Viznaga que ocupa el fondo de la fosa tectónica prelitoral que separa las sierras Sub-Béticas de las alineaciones montañosas que nos separan de la costa: Carrasquilla y Almenara.
     Nace en la Sierra de María, al norte de la provincia de Almería, y recibe a la rambla de Chirivel en el Pantano de Puentes, ya en la Región de Murcia. En el mismo pantano desembocan los ríos Luchena y Turrilla, y desde allí se dirige al sureste pasando por Lorca, donde entra en un amplio valle originado por una fosa tectónica y cambia el rumbo hacia el noreste.
EI valle del Guadalentin, por su ubicación y condicionantes geográficos, recoge la presencie de las diversas culturas que poblaron el sureste peninsular, por lo que no es extraño constatar la Presencia humana en el territorio desde el periodo Eneolítico, con testimonios de las culturas argárica, ibérica, romana y otras de importante consideración pero que aquí ahora no vamos a estudiar ni a tener en cuenta por tratarse  de culturas posteriores a la del objeto de nuestra consideración. Pero si que veremos los de núcleos de gran relevancia de la épica perromana.
La cuenca media del Segura, inscrita en el ámbito murciano entre las confluencias del río Segura con sus afluentes Sagonera (también llamado Guadalentín) y Mundo, fue en época ibérica, al igual que en la actualidad, una región muy poblada. Muchos enclaves ibéricos se disponían a lo largo del curso del Segura, que se convertía así en el eje que articulaba gran parte de las relaciones mantenidas entre ellos. Esta región tuvo una entidad cultural propia, favorecida por la cohesión interna a la que invitaba la disposición territorial de sus poblados, ya que la distancia entre cada enclave y sus vecinos en el eje del Segura era corta. De los asentamientos ubicados a lo largo del Segura sólo algunos alcanzaron el rango necesario para actuar como rectores en la organización del territorio. Es probablemente el caso de Monteagudo, Verdolay y Los Albares (Cieza). Otros dos enclaves, algo más alejados del Segura, que tuvieron una función territorial preeminente en el Sur de la Contestania ibérica fueron Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla) y El Cigarralejo (Mula), encargados de controlar amplias comarcas situadas respectivamente al Norte y Sur del río.
Otros dos asentamientos, más interiores, enclavados en el área de Sierras que constituyen el límite meridional de la Contestania, jerarquizarían en realidad comarcas ya bastetanas. Se trata de La Encarnación (Caravaca) y Doña Inés (Coy).
Y es que Ptolomeo cita a la ciudad de Asso (Caravaca) como una de las ciudades bastetanas más próximas al territorio contestano. Este poblado ocupaba una posición estratégica, pues controlaba el acceso desde el área del Medio Segura hacia una comarca encajada entre Sierras, ya ubicada fuera del ámbito contestano. Próximo al poblado de La Encarnación, pero controlando las áreas anteriores a estas Sierras estaba el enclave de El Recuesto (Cehegín), dotado de santuario, y que mantenía una posición limítrofe dentro del espacio contestano.

El poblamiento ibérico en Murcia se vertebra en torno a las vías naturales de comunicación, es decir, a lo largo de las cuencas de los cursos fluviales, esencialmente el Segura y sus principales afluentes: Sangonera, Mula, Benamor, Argos etc. en su margen derecha y un gran número de caudalosas ramblas estacionales en la margen izquierda. La ausencia de valles con tierras de cultivo en una economía básicamente agropecuaria, como la ibérica, son transcendentales para determinar las áreas de poblamiento. En nuestra región además hay que buscar otro elemento fundamental para el desarrollo material de los pueblos ibéricos: el comercio.

Efectivamente los habitats ibéricos jalonan y controlan los puntos clave existentes desde la costa, ya sea a través de Guardamar en la desembocadura del río Segura  o desde el Mar Menor hasta las tierras del interior.

Lillo (1981) señaló que son característicos del poblamiento ibérico de la cuenca media del Segura los hábitats cuya extensión está en torno a la hectárea. A pesar de ello se detecta cierta variedad en los tamaños de los asentamientos, en función de su localización y rango defendió la idea de que la cultura ibérica en estas comarcas se replegó hacia el interior a causa de la presión política y económica púnica, ejercida desde la costa, lo que habría provocado la aparición de una especie de “limes” definido por varios poblados ibéricos dispuestos en el eje del río Sagonera, los cuales velarían por la seguridad del poblamiento interno. Este planteamiento ha sido criticado con otras consideraciones, pues el poblamiento ibérico en regiones interiores del Sureste fue muy importante incluso en épocas en que la presión fenicio-púnica fue escasa, como demuestran los enclaves de Saiti (Játiva) y Castellar de Meca (Ayora).
 Los grandes “oppida” ibéricos y otros enclaves de tamaño intermedio se encuentran dispersos en el Sureste siguiendo un sentido propio de ocupación completa del territorio, sin aglomerarse en supuestas zonas de potencial peligro externo. A la ocupación por parte de las poblaciones indígenas de comarcas interiores hay que añadir la existencia de núcleos ibéricos de carácter costero, como Los Nietos, el Tossal de Manises o los poblados del área de la antigua albufera del Segura, los cuales solían estar especialmente predispuestos hacia los contactos comerciales con los colonos fenicios y griegos. No se conoce bien la ocupación ibérica en el área costera murciana comprendida entre Cartagena y el límite con la provincia de Almería, aunque la aridez de esta región hace suponer que en ella los poblados serían pocos y pequeños, actuando así como un límite natural entre la Contestania y otras regiones más meridionales. El panorama poblacional en esta zona sería bastante desolador hasta alcanzar la colonia fenicia almeriense de Villaricos, que concentraría a bastante gente, y que además de estar abierta al tráfico marítimo suponía una salida costera para los productos mineros y de otro género provenientes de la Alta Andalucía.
    Podemos distinguir en la cuenca media del Segura al menos tres tipos de asentamientos: los que están en torno a la hectárea de extensión, los de tamaño intermedio, próximos en algunos casos a las 5 hectáreas, y los grandes “oppida”, situados en la cumbre o casi en la cumbre de la pirámide que ilustra la jerarquización territorial. Los asentamientos menores, ubicados en pequeños cerros o en llanos de riqueza agrícola, son de fácil acceso y carecen de defensas artificiales. Este tipo de enclaves, parecidos a granjas y caseríos, se documentan tanto por sus escasos restos constructivos como por la abundancia de cerámicas ibéricas en lugares de vega, signo de que fueron probablemente numerosos. Los poblados de tamaño intermedio no suelen estar amurallados, pero sí que cuentan con destacadas defensas naturales. Se ubican en crestas altas, salvando desniveles de unos 100 metros con respecto a las tierras circundantes. Además de explotar económicamente su entorno, tenían una función estratégica, tanto por su carácter defensivo como por su ubicación en el contexto comarcal, pudiendo albergar a algunos nobles secundarios. Entre estos enclaves de tamaño intermedio están Coimbra la Buitrera y el Morrón de Bolbax, que ayudaban respectivamente a sus grandes “oppida” (Coimbra del Barranco Ancho y Los Albares) en las tareas de control territorial. Otro poblado ibérico de este tipo era el Castillo de Ulea, que dominaba el paso natural entre la vega baja del Segura y la cuenca de Cieza.
La proximidad a la costa y la ubicación en un valle que constituye una excelente vía de comunicación propiciaron los contactos con gentes venidas del otro lado del mar. Así, en las excavaciones realizadas en el casco antiguo de Alhema, dentro de un contexto ibérico, han aparecido cerámicas áticas de barniz negro y un extraordinario ejemplar de cope de cerámica del tipo Gnathia’, procedente de la Campania italiana y fechado hacia el siglo III a.C. Le presencie romana debió cautivar muy pronto a los permeables habitantes ibéricos que conocieron una temprana romanización y, hacia el cambio de era, se construyo un importante establecimiento termal que propiciara la llegada de gentes con nuevas modas, costumbres, cultos, etc., sin duda, en relación con la población de la cercana Carthago Nova.
En este Valle y en este apartado vamos a  ver las poblaciones de los contestanos y aquellas que  aún  siendo bastetanas   y fronterizas tenían relaciones con las villas  colindantes del entorno. Es decir, aquellas ciudades bastetanas que están cerca de la Contestanía y que también fueron  afectadas por el proceso de iberización con sus características orientalizantes y tolo lo que en cuanto a su cultura se refiere, teniendo en cuenta que ya tenían ellos una tradición Turdetano-Bastetana y podrían estar más avanzadas  en cuanto a toda la cultura bastetana se refiere.

POBLADOS Y NECRÓPOLIS  DE LA CONTESTANIA EN EL VALLE DEL GUADALENTIN